Universidad de Chile

 

Narrativa
filerojo.gif (57 bytes)

 

DAVID TOSCANA nació en Monterrey (México) en 1961. Ha publicado el libro de cuentos Historias de Lontananza y las novelas Las Bicicletas, Estación Tula y Santa María del circo

barra_3.gif (1055 bytes)

SANTA MARÍA DEL CIRCO (fragmento)

—Las historias del enano sobre sus ancestros no me parecen una simpleza; sean verdad o mentira, es importante tener relatos; es lo que nos da derecho a pisar un suelo y tener un nombre. Según Mandrake, si vivimos en Santa María del Circo uno o dos años todo pasará a ser propiedad nuestra. No sé de dónde sacó eso. Si el día de mañana o dentro de diez años relatamos la manera como nos apropiamos de las casas, no sólo nos echan de aquí, también nos meten a la cárcel por rateros. Quizá hubo una época en la que un montón de indígenas podía encontrar un águila devorando una serpiente y decir aquí es, aquí nos quedamos a crecer y multiplicarnos; pero hoy cada pedazo de tierra tiene dueño, hasta este trozo de desierto está registrado en la oficina de un juez, con firmas, sellos y timbres; hoy hubieran recibido a balazos a esos indios de Aztlán sin respetar las profecías de sus dioses. Necesitamos fundamentar el derecho a ser los legítimos propietarios de Santa María del Circo, y para eso hace falta una historia, con personajes ilustres y hechos heroicos. Está bien lo de los oficios; en un pueblo hace falta trabajar, aunque sea en cosas tan burdas como sacarle filo a los cuchillos, pero también necesitamos hacernos cargo de nuestro pasado; y si Barbarela quiere imponerle el nombre de Timoteo de Roncesvalles al tipo de la estatua, necesita decirnos quién es ese personaje, dónde luchó, qué cargo ocupó, por qué es importante para nuestra población; más todas esas cosas íntimas que dan a los personajes su cariz de hombres verdaderos: si se hacía acompañar de su perro en las batallas, si se persignaba antes de cada balazo, si le faltaba el pulgar izquierdo; tú sabes, esas idioteces: si tenía una o cien mujeres y si alguna vez su caballo lo salvó de morir. Yo como periodista me puedo ocupar de las noticias diarias, algo ha de ocurrir, y a la vez puedo ir documentando nuestra historia; pedirle a Mandrake que me repita las palabras de la fundación, y ponerles fecha de hace trescientos años, endilgarle la fundación a un buen mozo español que luego terminó en la hoguera por judaizante; hablar de las grandes catástrofes, porque todos los pueblos tienen un huracán, terremoto, incendio o peste dignos de resecarse de generación en generación; crear nuestras leyendas, como la del circo errante, que cada ocho de agosto, día en que las fieras devoraron a la bella Penélope, hace un convite nocturno de almas en pena; todo por escrito, pues sólo las palabras impresas tienen un peso de verdad. ¿Qué opinas? Ahora mismo, si llegara un extranjero, tardaría menos de medio minuto en darse cuenta de que somos unos improvisados. ¿Cuándo es la fiesta patronal? ¿Qué camino lleva a Mazapil? ¿A qué distancia está? ¿Cuál es el plato típico? ¿Dónde puedo tomarme un trago? ¿Quién manda aquí? ¿Qué calle es ésta? ¿A qué hora es la misa? ¿Qué hacen los domingos? ¿Por qué no hay quiosco en la plaza? Las preguntas más comunes de un viajero nos obligarían a portarnos como imbéciles y decir no sé, no sé, no sé, y acabaríamos por matarlo con tal de no vernos delatados. Es nuestra obligación conocer el lugar como si aquí hubieran nacido varias generaciones nuestras. Sí, señor, mis abuelos llegaron cuando la mina escupía plata. Sí, señora, esto era un vergel. Los hombres eran hombres. Y para tener una gran historia da lo mismo si Santa María del Circo es un miserable caserío, pues del mismo modo Natanael, a pesar de ser una insignificancia, presume de un pasado fastuoso. Ha de ser formidable llevar en la sangre la muerte de ciento veintitrés cristianos. Dime quién en nuestros días puede preciarse de eso. Si nadie me ayuda, voy a confiarle al enano la mayor parte de nuestro pasado, pues parece el único que lo tiene. Y también necesitamos trabajar en la heráldica del pueblo; se requiere un escudo, tal vez con una guadalupana de bonete en la cuerda floja, impartiendo la bendición a elefantes, leones y caballos, y con palabras en latín que digan panem et circences. No tienes cara de entusiasmo por mi idea. Sugiere otra cosa, o voy a dibujar y publicar el escudo y eso bastará para hacerlo oficial. Si quieres le pongo tu cañón en el fondo para dejarte contento. ¿Te parece? Y así como tú te promueves de cabo a general y Mandrake de campesino a terrateniente, yo puedo convertirme en historiadora, por supuesto sin dejar mi oficio de periodista. De ese modo escribo para el cada día y para la posteridad. Suena bien, ¿no? Muchos años después de muerta, se podrá leer mi Compendio de la verdadera historia de Santa María del Circo, desde su fundación basta nuestra época. Estoy abierta a ideas ajenas, pero sólo publicaré aquello que me parezca conveniente, a mi gusto. Ahora entiendo por qué Barbarela quería mi oficio y por qué insistía en jactarse con el enano sobre su tío que escribía para El País. Empiezo a sentir mi importancia, el poder. Puedo acusar a Natanael de ser un cura cogelón; a Hércules de tener sífilis; a Narcisa de cargar en el vientre un hijo de don Alejo; a Mandrake de especular con las cosechas; no sé, cualquier tontería que se me ocurra. Tengo en mis manos el arma más poderosa para atacar... aunque la más inútil para defenderme.
    —Quizás tengas razón en todo —dijo Balo—, salvo en ponerle bonete a la Virgen.

barra_3.gif (1055 bytes)

Sitio desarrollado por SISIB