Universidad de Chile

¿LA ANGUSTIA DE LAS INFLUENCIAS?

por Roberto Molina

Mi angustia
Es una maquina sin aceite

De cómo y por qué un niño de 12 o 13 años comienza a escribir textos poéticos y repasa los cuerpos escriturales de filósofos y alquimistas, transformándose, en vez de salir a jugar con sus amigos en la calle, parece un destino indescifrable. Porque cuando la vía del escritor se hace consciente y yano se puede negar el destino sino a fuerza de lacerar el alma, todavía resuena el instrumento del deseo en la primera luz y la primera noche hundidas entre las palabras. Era el sonido del mar. Allí donde aparecen las primeras visiones que, pensamos, tienen cierta semejanza con el alma que atestiguamos. ¿Y cómo se habitúa nuestro ser a las rompientes del día?, por cierto que con la reminiscencia del líquido vitelino.

Terror de estar, terror de ser y el alucinado sentido del asombro ante el flujo vital que inunda todo el espacio y todo el tiempo que nos han sido concedidos. Yo he intentado despertar en mí el ser que sobrevive a la catástrofe tranquila del universo. La presencia que ilumina las mansiones subterráneas que constituyen la destreza de interrogar mi origen, tranversalmente inasequible. He permanecido fiel a la disonancia producida por los ecos de mi sangre ante la implacable imagen demasiado reconocible, pero inasible del mundo. He llegado a pensar que el decorado insomne con que el mundo me esperaba tenía amarrado por su extremo lógico la verdad que precedía mis actos. No otra cosa puede desprenderse de la angustia que me es propicia. Pero ante toda ilusión de adhesión a los marcos de un devenir sin contratiempos, yo antepuse una interpretación anagógica del suceder. Así, más que vivir he navegado y la escritura ha sido un buceo sin tregua hacia los huesos metafísicos que em constituyen.

En el decir he intentado prepararme para un segundo nacimiento, pero los espejos del tiempo reflejan apenas el azar que nunca hemos podido abolir del todo. El absoluto es una cortina de espumas glandulares que cae y nos moja con su acostumbrada plegaria secular.

En la casa del dormido, memorias del subsuelo

Todo lo ve el viajero solo, por los valles del insomnio. Esa extensión de la mirada engendra la transparencia, o más aún, la invisibilidad.

El poeta canta y su escritura es un modo de conocimiento, tal vez, el más radical de todos.

Baja hacia tocar las honduras infernales para apacentar la sombra y buscar el germen en el centro de la Noche.

Ha dormido largo tiempo. Es con cierta frecuencia el viento. El alineto del viento, lo mece, haciédole sentir el deseo de vientre en visita indistinta por entre los parajes de la muerte y la vida.

Le hallaremos bebiendo copioso vino y untando las ramas doradas con la miel y los avellanos.

Por alguna razón que no es razón o sentido, el hombre que desciende a los abismos del ser, palpa y respira el vacío; en peligro prenatal vuelve a querer dar a luz a la lluvia undosa de la gran Noche.

La poesía entonces, permanece como la casa existente del viajero subterráneo. El prófugo en el vientre del pluriangular Leviatán. Y la poesía que allí surge llena de escamas, el viajero o navegante quiere convertir en plumas del lenguaje olvidado y secreto de los pájaros.

Allí se produce el anhelo del ascenso espiral en caduceo de las sombras mercuriales a la luz.

Emerges de las aguas vitelinas hacia el relámpago del día.

Las horas, los libros de las horas, le son concupiscentes, porque el viajero que desciende, quiere recorrer el laberinto que le constituye.

Soñante, ha permanecido por un tiempo, y dos tiempos gestados en el huevo de los filósofos, en el aceite de Eros, tras la apasionada vía unitiva de los cielos y la tierra. El alma evita las aguas del Leteo, pues busca la mayor lucidez, el saber que no es saber, pero es un nuevo saber: el gesto del muertovivo en la médula espiral de la nocheluzdiásporacáliz del pensamientosanfreflama.

En el umbral, con sueño materializado entre sangres, lee la inscripción grabada en el interior del huevo órfico: Dos serán uno, cuando lo exterior por lo interior sea iluminado.

El viajero en descenso

"Cuando el pensamiento se desprende de sus raíces, el ser ve claro".

R. del V.

 

El soñante ingresa en los templos levantados por sus antepasados y visita las inscripciones en el lenguaje olvidado sobre la piedra y en el agua.

Allí el desdoblamiento del cuerpo estampa las imágenes que son su reflejo, un tatuaje celular y pétreo. La señal de luz en la densa sombra abierta.

¿Cómo asir esa voces que vienen desde el centro y la periferia coalescentes?

¿Cómo detener un instante, abrazándola, esa verdad que en las aguas se diluye?

¿Es acaso la palabra el instrumento, el nervio de la vida en el sueño del viaje a través de los muertos y el valle de los vivos?

Los textos que nos han llegado parecen confirmar que sí, es la palabra; aunque el soñante se permita dudarlo.

Y atestiguamos los constantes viajes iniciáticos que un ay otra vez registran los textos y la tradición oral.

La epopeya de Gilgamesh, quien deja su casa inexistente para sufrir las pruebas del epopto.

Homero y el descenso de su Odiseo en el país de los muertos. En igual sentido, pero a través de los oráculos de la sibila de Cumas, el laertíada fecundo en recursos, baja al hades y no pudiendo abrazar a su padre, puesto que era un fantasma, derramó copiosas lágrimas; y, luego regresa con el fuego de los muertos a las costas Eusonias. Hécate esó con sus labios tentaculares los alados pies del divinal Eneas.

Apuleyo y sus metamorfósis entre los delirios baquicos, transita en la oscuridad por aperturas del seno de la tierra, que no sae, no quiere traducir.

Platón y el sueño de la Atlántida del sueño de los sueños talismanesóvaricos del Egipcio. El Libro de los Muertos recitado bajo el calcinante sol jaulas en ojosjaulaflor.

Salto con el diente de los océanos y la aurora de rosados dedos, hacia Novalis, aparcero de la Noche adherida al órgano de la memoria. Y contemplad la densidad en ojos de los discípulos de Sais. Debéis conservar un prudente pavor frente a esas miradas que auscultan la Noche, con el nervio tenso de un amor indecible.

Aurelia: madrecofrespuma del sueño. La doble vida cuajada crepitante unitiva, lamiendo la vértebra del muerto, hallado fuera de la tumba entre visiones, entre los estatutos del decir vidente, bajo las piedras modeladas por el viento, "entredios" y entre mapastumbasporospelos de la fe.

Nerval, Nerval, Narval; lamentos de Rorcual. Fisiología cardinal de los espíritus que copulan del atanor.

Rilke nos dio claridad y la ternura del pétalo de la flor en su música.

Y en mi país, como una espadacostra auroralbicorne, salió a lustrar su sandalia de onixlarvario Moisés Gutierrez, con Orfeo de la mano de las gavillas y las lámparas que reproducen la voz.

"Alrededor, nada más que alrededor".

La poesía se interroga a sí misma y deviene canto; salmuera de cristal de cisne; signo alfabeto en desciframiento de la oscuridad y de la "muervida".

Hay un instante en que el poeta pudo no haber mirado hacia el centro de la Noche, preservando su ora. Pero en lo inescencial de la doble imagen de lo amado, cava el dominio del hueso que resuena la Nada.

Alguno creyó firmemente en la visión futura de esos dos estados, aparentemente tan contradictorios: el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de superrealidad.

Y, uno que vivió en mi país, surco los mares de ese permanente connubio de sueño y vigilia. Algunos le llamaron Rosamel del Valle. Tenía un pájaro en cada ojo, la marea del deseo estridente en las manos, y un licor desconocido en los bronquios para respirar ebrio, el perfume del país de adonde. Con igual permanencia y delirante designio alimentaron mi lectura alucinada, Humberto Díaz-Casanueva, Gustavo Osorio y Carlos de Rokha.

Su influencia fue una inmersión en los abismos del ser, río del origen, de adonde no se vuelve con el mismo gesto ni el ritmo igual. Se abre los ojos de la mente al frutecido asombro de seguir al corazón en su latido, en medio de la tempestad.

Desde el fondo de la edad, en la cabeza flotando sobre el mar, el ojo de Orfeo descarga el relámpago del insomne lenguaje de los pájaros. Allí se forma el horizonte que por discutido azar es cuadrado.

Esos pájaros han salido del huevo órfico, donde se ha unido la luz y la sombra donde convergen la vida y la muerte. El poeta es el muerto vivo que transita en delirio la obra sostenida entre los pilares de la realidad de la ninguna realidad.

Ese lenguaje de los pájaros que dicen que no dicen nada, es la estatua de sal que comienza a disolverse.

Después, crepita solo el silencio. Entre el bosque profundo y sombrío por el río que es un dios pardo, rueda cantando amor, la cabeza del peta, semejante a un corazón fuera del canto de la realidad.

Ese laberinto pierde sus muros. Ahora son espejos enterrados. Reflejan la Noche que ha engullido su día.

Es la hora de abrir el libro de la vida y leer los signos.

 

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