Universidad de Chile

LOS POETAS SE MUEREN DE VERGUENZA (*)

por Damaris Calderón Campos

 

Ningún decreto nos prohibe, «No puedo hablar con mi voz sino con mis voces» -Alejandra Pizamik. Y José Emilio Pacheco: «Nuestra época nos dejó hablando solos».

Soliloquio del individuo en un tiempo donde Cronos devora a sus hijos, donde vuelve, sobre ellos, a cumplirse, como sobre Casandra, la maldición apolínea: Pueden ver, pueden profetizar, pero nadie les cree, Platón expulsó al poeta de su República ideal. El siglo XX no ha sido más indulgente: marginalidad, locura, suicidio, son los compartimentos en que se ha tratado de reducirlos: Ezra Pound encerrado en una jaula, en una celda de dos metros cuadrados para locos furiosos en St. Elizabeth, escribe sus Cantos, traduce las Analectas de Confucio donde "Ver la justicia y no actuar con ella es cobardía" (XXIV) y "Un platillo de arroz cocido, agua para beber, el brazo por almohada, me bastarían para ser feliz; las riquezas y los honores obtenidos a base de injusticias me parecen nubes que pasan». (De Analectas XV).

Antonin Artaud recluido sucesivamente en diversos asilos mentales (para decirlo eufemísticamente) arremetiendo con una lucidez meridiana contra la insana «salud» epocal -el fármaco, la droga medicinal, venenosa- del tiempo que le tocó vivir: «La enfermedad es un estado/ la salud no es sino otro,/ más desgraciado,/ quiero decir más cobarde y mezquino( ... )/ He estado enfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo (... )/ Curar una enfermedad es criminal (y)/ (...) Por eso considero/ que es a mí, enfermo perenne,/ a quien corresponde curar a todos los médicos, /-que han nacido médicos por insuficiencia de enfermedad-/ y no a médicos ignorantes de mis estados de enfermo,/ imponerme su insulinoterapia,/ salvación de un mundo postrado». (De «Los enfermos y los médicos».)

Marina Tsvietáieva, Paul Celan, Georg Trakl, Anne Sexton, Sylvia Plath, Cesare Pavese, Kostas Karyotakis, María Poliduri, John Berryman, llegando hasta «la pared de enfrente de la vida» mediante el suicidio.

Si la época esgrime no la sangrante, receptiva oreja de Van Gogh, sino una sordera lapidaria, entonces hay que producir un ruidoso, crepitante silencio. Silencio que, en una zona de hiato, como boquete en el muro de la palabra, abren Alejandra Pizamik y Paul Celan.

Alejandra Pizarnik es una gran deseosa de La Palabra (con mayúsculas), una cantora nocturna cuya fuga "del otro lado", la conduce siempre al silencio: "Un sueño donde el silencio es de oro", "Silencios", "Pido el silencio", "Figuras y Silencios", "Fragmentos para dominar el silencio", son algunos de los textos de Extracción de la piedra de locura, porque "la palabra es de plata, pero el silencio es de oro", todo ello frente a "Las Grandes Palabras" (donde) "aún no es ahora/ ahora es nunca".

Y el Paul Celan que, de Amapola y memoria, va acotando su lenguaje, y en la medida que lo acota se vuelve, en su oscuridad, luminoso, numinoso, hasta convertirse en «hebras de sol» donde «la oclusiva laringal/ canta». (De: "Frankfurt, Septiembre") y "la metafonía (es) lograda al fin, en la no-palabra", (De: ¿Quién manda?).

Según Kafka, Ulises, encadenado al mástil, se salvó no del canto de las sirenas, sino de algo mucho más terrible que no escuchó: su silencio.

Hans-Georg Gadamer en su artículo "¿Están enmudeciendo los poetas?" (1), se pregunta si "( ... ) ¿Tiene el poeta aún cometido en nuestra civilización?" Para terminar diciendo que "La cuestión no es saber si los poetas enmudecen, sino si tenemos aún un oído lo suficientemente fino para oír".

Recorro una librería de barrio de la calle Huérfanos y encuentro ediciones didácticas, elementales, casi infantiles, sobre la mitología celta. Leo en las contratapas la ligereza de las líneas contemporáneas. Persisto. Reviso en Jean Markalr, encuentro en un breve librito a manera de compendio que:

"( ... ) los celtas son unos soñadores, en el sentido más profundo del término.( ... ) En pocas palabras, si los romanos piensan históricamente, los celtas lo hacen míticamente: para ellos el Verbo es, verdaderamente creador, y su creación es permanente( ... ) por ejemplo, para los galos, la palabra que designaba al mago sacerdote, miembro de la clase druídica era "gutuater", es decir "padre de la palabra". Hechizo, magia, sueño, acción, todo se entrelazaba en una profunda y tenebrosa unidad, sin que nada resulte imposible al espíritu humano". (2).

Pienso en un tiempo en que la poesía podía hacer inexpugnables regiones, civilizaciones; rememoro el poder de los druidas, su función social como sacerdotes y poetas, pienso en Julio César tratando de destruirlos para alcanzar a conquistar Las Galias.

Coloco el libro en el estante. El ruido callejero me devuelve a la sordera cotidiana. Me muero de vergüenza. El mismo César muérese conmigo.

 

 

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Notas:

 

* (Verso de Roque Dalton). volver

 

 

 

(1) Hans-Georg Gadamer, Revista Hora de Poesía, Enero-Junio, 1993, pág. 155, Barcelona, España. volver

 

 

 

(2) Jean Markalr, Palabras Celtas, Presentación, pág. 8, Ediciones B. S. A., Barcelona, España, 1999. volver