Universidad de Chile

LA VENTANA INDISCRETA

por Germán Carrasco V.

Lo primero que rcuerdo haber leído es Rimas y Leyendas de Becker y Conan Doyle. Luego me encontré con la biblioteca de mi hermano mayor. Como niño, uno se resiste a leer lo que corresponde a su edad (El principito, Demián, etc). O lo lee, pero también husmea en la biblioteca del hermano mayor. Así, di con Neruda y Parra. Paralelamente yo tenía un diario de vida. Alguna vez le mostré un fragmento a mi hermano mayor y dijo que parecía poesía: ciertas fijaciones poco comunes, un uso extraño de la gramática, cierta tendencia a falsear y exagerar los hechos. De ahí me dediqué a leer o a buscar poemas que fueran tan extraños como los míos para que hicieran amigos. En la infancia uno se sorprende con todo, así que el paso de los poemas dedicados a los héroes nacionales a un hombre que se cansa de serlo o una lista de vicios del mundo moderno simplemente me dio vuelta la cabeza.

Con mis poemas bajo el brazo me acerqué vía Feria del Libro a unos talleres que se impartían en la Sociedad de Escritores de Chile durante la dictadura. Lo que estaba en boga era la aplicación ciega de los principios "exterioristas", un set de mandamientos redactados por un cura nicaragüense que no eran sino la traducción al español del imaginismo de Pound y compañía: reducir el poema a un mínimo, podarlo de todo lo que no aportaba a la idea central, claridad en las imágenes, no usar abstracciones, usar la palabra álamo o sauce en vez de la palabra árbol, etc. Los mejores versos caían descabezados y mutilados ante el machete bananero. Sin embargo, toda esa experiencia fue valiosa en el sentido de otorgar cierto sentido de la precisión, cierta disciplina y sentido de la condensación, la conciencia de que cada verso debe venir cargado de significado y sentido. Cuando uno está demasiado entusiasmado y cuando comienza, uno escribe mucho y mal. Que le corten las alas puede ser incluso positivo.

En esos mismos talleres circulaban afortunadamente otros autores: Rosamel del Valle, Lihn, Rojas.

Gonzalo Rojas es un maestro de la velocidad y el encabalgamiento. Creo que debe ser uno de los mejores versificadores. El dolor y amargura convertidos en locuacidad, en una charlatanería fascinante -Enrique Lihn- , su uso de los guiones y oraciones subordinadas también han alimentado mi poesía. Si un procedimiento es bueno, uno lo imita.

El descubrimiento de la lengua inglesa fue para mí la puerta hacia un montón de autores: "El solterón fastidioso incapaz de comer una fruta", primera máscara de Eliot, fue un poema fundamental en mi visión de la poesía. Todo Eliot y Pound (exceptuando los Cantos, que he leído poco) significaron para mí el sentido del desdoble, el uso de la máscara, los trucos para sortear la molestia del yo. Eliot también me llevá a la lectura de algunos textos orientales. La apuesta de Williams Carlos Williams por un verso americano, su respiración, su poesía amorosa fueron y son una de mis lecturas favoritas.

Actualmente leo y traduzco poesía norteamericana: Li Young Lee, Nemerov, Oppen. Ignoro si algo de eso se cuela en mi escritura. Nunca robo versos y, cuando lo hago, dejo constancia en el poema (uno de mis poemas dialoga con un poema de Hernán Miranda, otro con una villanela de Elizabeth Bishop). Me interesa la tradición y la vanguardia, creo que el Jazz se ha metido en el ritmo de mi poesía como una serpiente ¿Otras deudas? Ashbery, que puede hacer un poema de cualquier cosa. Un par de amigos que opinan sobre mi trabajo. No sé si esta respuesta tiene algún valor, pero creo que si me preguntaran qué me influye, debería contestar: todo. Y luego te mostraría mis poemas.

 

 

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