Universidad de Chile

ESTRATEGIAS METAFÓRICAS PARA UN TEATRO POLÍTICAMENTE CENSURADO.

por Enrique Sandoval Gessler

Universidad de Chile

 

Una vez vi en Nueva York, en tiempos de la guerra de Vietnam, una obra de María Irene Fornés, titulada "Una Boda Vietnamita". Dadas las circunstancias políticas del momento en los Estados Unidos y, contrariamente a lo que podría haberse esperado, se trataba de una ceremonia tradicional, con los novios que más bien parecían niños jugando a casarse, con sus familiares e invitados, el sacerdote y las sonrisas y la música y las flores. Todo muy delicado, casi etéreo. Recuerdo que nos llamó la atención el hecho de que la novia tenía sus dientes teñidos con el negro zumo de las hojas de areca, un ritual casi olvidado hoy. Había una alegría soslayada que venia de una cultura milenaria y que, sin embargo, se transformaba en el fondo de nuestros corazones en una congoja irreprimible porque sabíamos que en esos mismos instantes arreciaban los bombardeos americanos que calcinaban la vegetación y las aldeas vietnamitas. ¡Qué impotencia sentíamos todos! Se usaba la metáfora de la alegría histórica para hacer una denuncia de las atrocidades que se cometían en el sudeste asiático en aquel tiempo. Ni un asomo de literalidad panfletaria. . .

En otra ocasión, vi "Día de Ausencia", de Douglas Turner Ward, director, actor y dramaturgo del Black Theatre Project de Chicago. La anécdota dramática se desarrolla en torno a una interrogante implícita: los negros se ausentaban de sus empleos por veinticuatro horas. El caos total en el macrocosmos de la ciudad. Nada funcionaba, desaparecían los porteros, los carteros, los suplementeros, los electricistas, los plomeros, los mozos, los recaderos, los cargadores, las empleadas domésticas, los choferes, las niñeras, los limpiadores, los basureros, los barrenderos, los auxiliares hospitalarios, los cuidadores, los policías, los mecánicos, los carpinteros, los repartidores, etc. etc. Los blancos estaban espantados, no atinaban a nada, el mundo se les venia abajo; automáticamente sospecharon que era una subversión comunista. Llamaron a la Guardia Nacional, la fuerza más poderosa que acude sólo en situaciones de desastre, pero ésta tampoco podía hacer nada porque los negros, peligrosamente, habían pasado a la invisibilidad. Una obra de corte realista, divertida y, a la vez, muy sugerente, sostenida por una metáfora extendida que en cualquier país de minorías social y económicamente aplastadas podría ser claramente comprendida y apreciada.

El miedo propagado por el totalitarismo hace que los dramaturgos y teatristas afectados busquen estrategias de auto-censura a través de cuyos códigos puedan sugerir mensajes de crítica y esperanza. Variantes que los críticos John McLaughing y June Scheuter llaman "alegoría política" o, como Robert Brustein, al comentar "America Hurrah" de Jean Claude Van Itallie, una obra en la que su autor denuncia la deshumanización de la sociedad capitalista, opina que "la función poética del teatro, es la de inventar metáforas que puedan sugerir las pesadillas y aflicciones de una nación." Por otra parte, Bernard Dort usa el término parabole dramatique, mientras María de la Luz Hurtado y Carlos Ochsenius dicen que "a través de la censura y la auto-censura los teatristas han sido llevados a encontrar un lenguaje de expresión estética y política en el símbolo, el absurdo y el grotesco." Estos mismos autores se refieren a las claves a las que recurre el teatro como una manera de crear una comprensión cómplice de parte del público. Elaboran, enseguida, sobre la idea de una reinvención del lenguaje para neutralizar las restricciones políticas. Hernán Vidal, de la Universidad de Minnesota, al comentar "El Ultimo Tren" de Gustavo Meza, se refiere a su valor metafórico. Augusto Boal habla de parábolas, metáforas, elipsis y eclipses - revelando lo escondido en forma escondida. Finalmente, - y a propósito de la necesidad de usar variantes connotativas, el dramaturgo polaco Janusz Glowacki, autor de "Match" y "La Cenicienta", afirma que tuvo que recurrir con su grupo de teatristas al estilo metafórico para poder denunciar las verdades políticas que el régimen oficial impedía propagar.

Paradójicamente, la censura oficial, directa o indirecta, se convierte en una gran invitación a la creatividad de cada uno de los miembros del colectivo teatral para diseñar las estrategias formales más adecuadas y que permitan la transmisión de un mensaje en particular. De esta manera, se desarrolla una dinámica de múltiples decisiones estéticas sobre las que cada participante entrega su aporte. Uno de los aspectos más importantes es el manejo del lenguaje escondido y portador del trasfondo semántico con sus ideas directrices y contenidos críticos. Asimismo, se preocupan de las opciones de temporalidad o atemporalidad durante la cual sucede la historia, el estilo, la caracterización y la creación de atmósferas, todo con vistas a ensamblar el espectáculo final y llenar el espacio escénico en forma inteligente e imaginativa. Mediante inventivas metafóricas se busca una indispensable ambigüedad y mayor fuerza sugestiva a la obra total. Los miembros del colectivo saben que su meta inalterable significa, en todo momento, hacer que la comunicación con el público sea un acuerdo de identificación y complicidad. De esta manera el empeño de cada teatrista se convierte claramente en una misión solidaria de información, de esclarecimiento y estímulo al cultivo de una conciencia política, de elevación de la moral y de denuncia ante la injusticia.

Un recurso teatral utilizado con frecuencia en situaciones de represión política, es el montaje de obras clásicas que por su temática libertaria se constituyen en metáforas vivas y universales: "Las Troyanas" (Eurípides), "Prometeo Encadenado" (Esquilo), "Antígona" (Sófocles), "El acoso de Numancia," (Cervantes) o "Fuenteovejuna" (Lope de Vega). Son, en sí, denuncias frente a la arbitrariedad del poder omnímodo de otros tiempos y que, como metáforas contemporáneas, contribuyen a despertar la conciencia colectiva de los oprimidos.

Las piezas que se hicieron bajo el régimen del Apartheid siguen de cerca las estrategias ya descritas. El de Sud Africa fue un gobierno impuesto por una minoría blanca de 4 millones que se distinguió por la bestialidad con que rigió el destino de 25 millones de habitantes de raza negra, expoliados hasta la saciedad, sin ningún derecho a reivindicación alguna. Bien sabemos que de todos estos períodos siniestros de la historia de la represión, siempre se han producido, como una vislumbre de esperanza, grandes figuras, como la de Nelson Mandela, quien, desde las mazmorras donde lo tuvieron los Afrikaners durante 27 años, condujo la revolución que llevó a su gente a liberarse de la tiranía. Y también se han producido artistas, especialmente dramaturgos, como Athol Fugard, un ex-funcionario del régimen del Apartheid, quien, clandestinamente, se asoció a dos actores negros y juntos trabajaron en un equipo de creación teatral. No obstante, se vieron forzados a iniciar un largo peregrinaje teatral en Montreal, Canadá y de allí pasaron a Nueva York y a otras grandes ciudades. El trabajo de Fugard y sus compañeros de teatro se convirtió en una caja de resonancia que expuso ante el mundo las iniquidades de la dictadura de los blancos. En metáforas sencillas y sugerentes, rescataban la existencia y la identidad de la mayoría virtual del pueblo originario de Sud Africa, contribuyendo así a crear la presión internacional que, eventualmente, derrotara al régimen de los "elegidos" que por largas décadas había impuesto "la separación de las razas por orden de Dios".

Finalmente, entre otros importantes ejemplos de teatro metafórico concebido para no caer en contradichos con la doctrina de la Seguridad Nacional, impuesta por Henry Kissinger en toda la América Latina, se destaca el esfuerzo de los teatristas chilenos durante la dictadura del General Augusto Pinochet. Por razones de espacio, baste con mencionar los títulos de algunas de las obras de mayor efectividad política y estética en las que se denunciaba "entre líneas" la represión de los uniformados chilenos: "Bienaventurados los Pobres", "Pedro, Juan y Diego", "Los Payasos de la Esperanza", "Hojas de Parra," "¿Cuántos años tiene un día?", "El Ultimo Tren", "Lindo país esquina con vista al mar", "Tres Marías y una Rosa", "El Invitado", "Hechos Consumados", "Isabel Desterrada en Isabel", etc. De alguna manera, la labor de muchos creadores teatrales, a través de proyectos colectivos, contribuyó a buscar el camino hacia la libertad; un noble esfuerzo que ha quedado grabado en la historia del teatro chileno, especialmente el de la década 76-86, mediante cuyos recursos metafóricos se enviaban señales de esperanza a quienes más sufrían en los tiempos de la incertidumbre y del miedo.

 

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