Universidad de Chile

LILIANA HEKER, "LAS AMIGAS", ¿AUSENCIA DE JUICIOS, PRESENCIA DE SENTIMIENTOS O DEMANDA DE IMPLICACIÓN HACIA EL LECTOR?

por Delia Beatriz Gonzáles

Universidad Nacional de San Juan, Argentina

 

El cuento "Las amigas", de la escritora argentina contemporánea Liliana Heker será abordado desde la Teoría de los Sentimientos, de Agnes Heller. Dicha teoría propone el análisis de los sentimientos, considerándolos como las diversas maneras que posee el hombre unificado para implicarse con los conceptos, con su yo, con otra implicación, con cualquier cosa, en síntesis.

El interjuego de las pasiones narrativizadas en el cuento permitirá mostrar cómo la implicación juega un delicado equilibrio que hace pasar a los personajes por diversos roles actanciales, sometiéndolos a las mismas trampas que ellos construyen y desde las que se observa cómo se gestan sus sentimientos.

Por lo tanto, sentir, pensar y actuar serán las claves que develan una nueva presencia humana, consciente de sus posibilidades para elaborar nuevas redes de conversación, que sostengan y fomenten una comunidad cultural que aún con angustia, pueda al menos imaginar para sí otras instancias, sin esciciones tramposas, y con la mirada puesta en un nuevo horizonte auroral.

Agnes Heller postula que la esencia humana se funda en la manera como se vean manifestadas sus implicaciones, que pueden ser:

a) Activas (cuando el sujeto quiere hacer algo determinado)
b) Positivas y directas (cuando el sujeto se siente excitado por algo determinado)
c) Positivas e indirectas (cuando el sujeto sabe que puede ganar algo determinado si...)
d) Negativas y directas (cuando al sujeto lo asquea algo determinado)
e) Negativas e indirectas (cuando el sujeto teme que pasará algo si ...)

Por otra parte afirma que la implicación tiene un límite inferior igual a cero que equivale a la indiferencia y a la falta de significado. El límite superior se encuentra determinado por la idiosincrasia del organismo biológico y por las circunstancias sociales (el estrato cultural por ejemplo). De estos dos extremos depende la homeóstasis de todo sujeto, ya que cuando se sobrepasa cualquiera de los dos límites de estos polos se corre el riesgo de que los individuos caigan en fuertes perturbaciones. Ahora bien, estos límites varían de individuo a individuo y de sociedad a sociedad, lo que da cuenta del carácter de construcción cultural que poseen. No obstante, la regulación y expresión de los sentimientos está a cargo de la sociedad.

Afirma Heller que toda vida debe incluir experiencias cumbre de implicación ya que aquellas vidas en que la implicación nunca ha llegado a identificarse con algún objeto, no puede ser completa.

La implicación no es sino la función reguladora del organismo social (el sujeto, el Ego) en su relación con el mundo. Eso es lo que guía la preservación de la coherencia y continuidad del mundo subjetivo, la extensión del organismo social. Por lo tanto, estar implicado significa regular la apropiación de dicho mundo desde el punto de vista de la preservación y extensión del Ego, partiendo del organismo social. Con la implicación, el sujeto evalúa para sí mismo la "esencia propia de la especie". Sin conciencia del Ego no puede haber ser humano. Cada implicación singular es un sentimiento diferenciado, específico.

El hombre unificado es un hecho empírico, en el sentido de que una de las direcciones en incesante expansión de la ciencia -psicología cerebral, antropología, psicología- puede agrupar coherentemente los hechos de que dispone.

El campo de acción permitido por la sociedad actual, y el pensamiento determinado por ella, producen y fijan sentimientos particularistas, perpetúan y reproducen la alienación de los sentimientos, el carácter irrestringible de ciertos afectos. El hombre está unificado, pero la personalidad está escindida.

El valor elegido es la personalidad unificada que se autorrealiza en las tareas presentadas por el mundo, y rica en sentimientos. Esa personalidad existe sólo como tendencia, como excepción. Su generalización antropológica no es, por tanto, un hecho empírico. La teoría de los sentimientos, sin embargo, parte de la validez de ese valor en la ordenación y evaluación de los hechos empíricos.

Acción, pensamiento y sentimiento caracterizan todas las manifestaciones de la vida humana, sólo pueden ser separados funcionalmente. No existe pensamiento sin sentimiento, ni sentimiento sin conceptualización ni acción sin ambos.

Aunque el sentimiento es primario filogenéticamente en comparación con el pensamiento y la acción, sólo puede cumplir su función real aquel sentimiento en el que se han reintegrado el conocimiento y la acción. El elemento constitutivo más importante del hombre es el ser seres conscientes y que actúan en función de objetivos, seres que actúan inteligentemente. El mundo humano de los sentimientos es un mundo humano de sentimientos -el mundo de sentimientos del sujeto- gracias a la circunstancia de que sus sentimientos son sentimientos con meta, cognoscitivos y situacionales. Realmente no hay conocimiento sin sentimiento ni acción sin sentido, ni percepción, ni recuerdo sin sentimiento...pero todos nuestros sentimientos, como sentimientos, o bien incluyen el factor de conocimiento o por lo menos lo relacionan con el conocimiento, los objetivos, las situaciones, y sólo llegan a tener importancia como sentimientos a través de la interacción con todo eso.

Heller afirma finalmente que un ser humano sin sentimientos es inimaginable.

A partir de este sustento teórico es posible propiciar una de tantas lecturas sobre el texto Las amigas.

Liliana Heker enuncia a través de este cuento breve su modelo de apreciación acerca del mundo y de los sentimientos que lo sostienen, entretejiendo una particular tela en la que quedan atrapados aquellos que no son capaces de imaginar situaciones triádicas. En dicho relato se escucha la enunciación sobre la no existencia de verdades únicas. Se corporizan sólo las que la autora construye mediante sus personajes y sus discursos. Allí se hacen patentes los móviles de las conductas humanas.

Amparada en la niñez de los sujetos, Heker desnuda la fragilidad de ciertas alianzas que se gestan sólo en un rudimento de relación. Desestima este tipo de vínculo en el que dos o más se unen contra el mundo, sólo para convertirlo en zona de conflictos bélicos. Estas alianzas se generan básicamente en el sentimiento que asume como valor pleno el desprecio hacia los demás.

La historia aborda la amistad entre Analía y Laura, su fortaleza ante el resto del sistema educativo y el posterior derrumbe del sentimiento que aparentaba ser indestructible. La separación de las amigas tiene su origen en la autoridad que ejerce la maestra al separarlas de banco y reubicarlas en otra contigüidad que rompe los lazos antiguos y funda nuevos. Heker no da una coloración diferente a éstos, sólo cambia unos personajes de sitio para mostrar que en cualquier espacio los sentimientos vinculantes siguen siendo los mismos.

Laura y Analía eran sujetos de acciones desvalorizadoras del resto de sus compañeras. Sus costumbres, sus hábitos, sus juegos se cimentaban en la búsqueda del ridículo ajeno. La aparente conducta de pleno conocimiento interpersonal se desmantela ante la primera adversidad.

La rutina de Laura es mostrada no como una superación ante el conflicto de haber sido arrancada del lado de su entrañable amiga sino como una muestra más de lo mismo que ambas venían practicando. La sustancial diferencia estriba en que Analía es ahora la despreciada. En consecuencia es Laura la que la hace comulgar con lo mismo que ella actuó. La crítica es por igual a la encasillada, celosa y poco caritativa Analía y a una Laura voluble e interesada pero consecuente con armar mundos diminutos en donde cualquier tercero es siempre excluido.

Estas estrategias que practican Analía y Laura siempre logran despertar el odio de alguien que inexorablemente debe quedar afuera. El sentimiento que se gesta es constantemente negativo respecto de alguien. Ese triángulo que se forma necesita unir a dos odiando al otro. Es en consecuencia una figura que nunca se convierte en un verdadero nosotros. No admite lo plural como símbolo de encuentros e intercambios. Sólo aparece un Yo y un tú que se organizan en contra de en lugar de sumar alguna trilogía. Si se gestara una tríada, se vería en ella una verdadera homeóstasis en donde las conductas de búsqueda y de creatividad estarían siempre vigentes para preservar el equilibrio alcanzado, en la necesidad de una coinspiración múltiple que devenga en horizontes primigenios y esforzados a la vez.

Toda la historia de Heker está montada en esta necesidad del enfrentamiento y son pocas las vidas personales o sociales que escapan a esto.

Al jugar con los personajes como elementos que cumplen los mismos roles actanciales en distintas secuencias discursivas, el lector se ve enfrentado también al riesgo de enjuiciar parcialmente a unos y a otros personajes según el sucederse de la historia. Pero llega un momento en el que debe abstraerse de la historia y atender al discurso , situándose en el juego de la fiesta del lenguaje. Al decir de Barthes, es en esa maravillosa engañifa que es la literatura en la que comienzan a desplegarse incansablemente sus sentimientos. Este artificio verbal le instaura una dimensión inexplorada, que acontece sólo en cada condensación textual. Las amigas, en este caso, muestran cómo la homeóstasis que se consigue sobre la base de la pura dicotomía sólo sirve en un breve tramo vital. Sin embargo este equilibrio rudimentario lo acerca sólo al límite donde la muerte impera. Muerte de las posibilidades de interiorizar un mundo diferente, en donde la polifonía y en consecuencia lo plural hagan patentes aquellas potencias humanas que lo diferencian de cualquier otro reino existente sobre la tierra.

Por lo tanto sí hay un juicio que está presente en todo el recorrido del cuento. Y este juicio es el que condena las tristes alianzas que cifran su exclusivo poder en la destrucción del otro. En todas las uniones aparecen los sentimientos, pero es el número múltiple de sus integrantes el que da una coloración positiva o negativa a la historia que se construye. La homeóstasis que se construya dependerá no de la mirada de dos, sino de la dinamización de las propuestas que gesten más de dos, con sus palabras-pensamientos, sus acciones y las apropiaciones del mundo que hayan podido interiorizar.

Finalmente, el lector que la contemporaneidad reclama debe arribar al territorio textual como un buscador de enigmas propiciatorios en donde restalle permanentemente su deseo activo de levantar todos los acertijos que las palabras han urdido. Si el lector no se implica activa y positivamente con ese paisaje altanero que es la literatura queda excluido de la maravilla errante de los otros mundos. Mundos sórdidos como el de Laura y Analía, es cierto, pero a partir de los cuales es posible enjuiciar críticamente a la sociedad, para instaurar una nueva cuya fuerza esté sostenida por el sentir, el pensar y el actuar en infinitas redes conversacionales capaces de imaginar una nueva aurora sin angustias.

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