POEMAS DE JULIETA PAREDES.

 

JULIETA PAREDES nace en Puerto Montt en 1972. Fundadora y miembro del grupo de poetas Quercipinión desde 1996. Ganadora, con los poemas que aquí se presentan, del primer lugar en la categoría de poesía del Premio "Voces femeninas para el nuevo milenio" otorgado en el encuentro Arcoiris de Poesía del año 2000.

Parda cae sobre mí

Aparece con canto de espejo
Y desaparece entre la alambrada de la tarde
Hurta sigilosa mis pestañas
Me quiebra como quiebra todas las ramas,
Alumbra, alumbra hasta que se cansa de jugar con mis ángeles
Sonámbula me deja en la acera;
Después de ella he comenzado a escribir
Mendigando olores a las paredes que me atrapan,
Después de ella conocí la virtud del fósforo;
Fenicia será
Pues me prefiere menguante
Para lanzarse noche arriba en mi vientre
Y otear desde allí el goteo de la boca,
La estrechez del polvo y del hueso.
No puede ser pecado confesarse con las piernas quietas.
No puede uno cerrar la puerta si el viento sopla, y trae semilla.

Mirad las algas que dejan las aves en la comisura de los techos
Como escampan los males en el silencio de las puertas;
No hay piedras entre las olas de la noche,
No hay cardos entre los dedos del otoño.
Esta ciudad es un anca estrecha para abrir mis abanicos de paja
Para encumbrar mis soles
Apenas logro separar la espiga del terremoto
Apenas logro amamantar la oración de tus pies.

Ave, ave son mis venas.

El polen se vuelve estación
Me aloja junto a mi loza trizada
Y mi mujer ebria con cáliz de rosas,
No muerde,
No grita,
Pretenciosa aparece conmigo en la ventana,
No suda,
No llora,
No atrae a tigres.
Prepara su catedral en el vino de mi pubis,
Enreda su hierba en mis columpios,
Despierta arpas,
Deja sus uñas en el fuego de estrellas,
Empolva la jaula de plomo,
Arranca la lengua con hielos.
Busco,
Busco donde gemir,
Pero sólo bocas, muerte, un par de horas.
¿Dónde la magia descansa tras acólitos?
¿Dónde más son espadas las doncellas?

Todo es una tumba de campanas
Morir,
Morir con la lengua quieta
La esperma, el yeso y el fuego escurriendo,
Ahuyento lunas calcadas
Sólo escarban las cenizas
Atraen el ardor de pronunciarte bajo mi sombra;
Que inútil son los colores
Si todo sólo es carbón y tiza,
Pero amo, amo como las hienas la sangre
Qué importan los pies y la tierra
Deseo volverme eclíptica,
Derretir tus ladridos en mi barro,
Abrir el bozal de las flores
Fundir mis pergaminos en tu espalda.

Hace falta una virgen
en esta jaula
hay demasiado loco
girando sobre la misma ropa,
en los mismos vientos
solemos perdernos
y rasguñando con la lengua un cierre
vienen después los castigos
y nadie se salva de la condena
ningún vestido luce distinto.

Hoy los milagros
ya no caen del cielo
solamente abriendo todo
incluso la boca.
Yo necesito encenderle velas a alguien
Y los que están tras de mí
También piden pan a cambio de sus piedras.

Hay demasiado carroñero
Esperando nuestras muertes.
Sobre esta repisa
Hace falta una virgen.

He de creer más en la tierra mojada por el llanto de las aves sin nido
Más en las estrellas que no alumbran hasta mi espesura de hembra
Más en el grito del beso sin sangre
Más que en la Iglesia y sus tentáculos de luz.
He de creer en mis zapatos que dibujan golondrinas
En el hueco que deja el frío de no tener labios
De no decir,
Y en los pies de nadie más
De nadie más.

Llevo conmigo un único vestido
Decidme si no debo creer sólo en mi carne
Decidme en quién más depositar mis llaves
No es acaso todo un ludo repleto de pasadizos
No son acaso todos los hombres un dado,
No,
No exijan después no amar la voz de las serpientes,
No exijan creer en algo más que no sea mi propio yeso
Los ríos son agua ya no son arpas, ni peces, ni azúcar
Y el viento arrastra azufre a la caricia de la quinceañera
Cómo puedo comer en esta mesa llena de cadáveres hambrientos.

Tal vez soy niebla, espuma de perro
Pero mis venas arden como si ayer las hubieran parido,
Me exigen creer, creer
Pero mostradme el camino alumbrado por aceite de luciérnagas.
Ya no quiero reptar con furia, espiga puedes nombrarme,
Más nunca harina, ni pan,
Yo no ofrezco hostia, ni vino
Pues lloverá a pesar de paraguas, sombreros, antifaces
Aunque boa me vuelva
Lloverá,
Y limpiaremos el moho, la tos, el escalofrío,
Pero lloverá, y he de creer más en la humedad que en tus pañuelos.

Tengo miedo de ser nuez
en garganta de serpiente,
ya no soy la misma reina
en las penumbras del norte,
aquí me arrinconan
y vuelvo a tener quince años,
en mis gritos no brota polen sólo espinas.
Si este miedo me deja calva
toda mi sangre será parte de tus labios.

Para no escuchar el murmullo
mis ladridos se amarran el rabo,
cuando riegas tus dedos en mis escamas
grito
cuando me quitas la sombra
como tu espejo gimo
pero la sal me persigue
amenazando con abrirme el costado.
Nada queda colgado en la pared
tú sólo amas a la altura de las moscas.

Después de hacer el amor con una mariposa
Nada que decir acerca del silencio
Sólo un par de plumas oscuras
Como la sangre.

Afuera luces
Adentro sus alas me rompieron los talones.

No sé realmente si era mariposa.

Las oraciones las plegaba como sólo los ángeles
Pueden hacerlo,
Los gritos de parto salieron a romper velas.

Enredada en su baba
Arranque sus cáscaras,
El eco de clavos.
Fue mi vientre en llanto enorme
Como las perras vagando sin jauría.

Del silencio nada,
Desconozco los signos de la muerte,
Aún juntando las manos no logro llegar a la diestra
Del Ave María que escapa al botar mis trenzas
Vago desnuda
Como mi lengua entre mariposas,
Hoy no puedo hablar del cielo.
Después de arrancarle el frío
Nada tengo para dejar en la calle
Sólo un recuerdo inmenso como este siglo
Y estos días fugaces como la risa
Lo único que logro acunar.

Las de tu raza,
sólo esperan el fuego de las rosas barnizando los pies
Descascarando los dedos
Para quedar limpia, limpia como todas las vírgenes
Otras se enredan tras las cortinas
Otras muerden el talón exacto
Pero tu Medusa mía
Reclamas mi incienso
Hueles la mansedumbre de mi boca
Escarbas mi hambre de piedra.
Por ti tomaré las rutas del viento de las cuevas
Te llevaré tendida en mis aguas
Alcanzaré contigo la cresta mayor del aullido

Después, nadie hablará del azúcar como yo
Ni nadie sembrará moscardones como tú.

Hablo de serpientes y no del veneno
Del vientre ondeando el grito y no de las flautas
De la sed del otoño por el fuego de olas
De olas que se pierden en los cabellos de la muerte
De la muerte que trepa al silencio de quien ama
De quien ama en lo oculto de un espejo

Hablo de un día de Enero y no de la sangre en guerra
De las lobas guareciéndose en sus lenguas y no del bautizo
Del color azul goteando en el ramaje de los olivos
De los olivos marcando el compás en el beso de las medusas
De medusas despertando al lenguaje de los colmillos
De colmillos en el momento que comulgan el destierro

Hablo de mujeres cruzando la puerta de los ángeles y no del Edén
Del hambre cuidando la fruta y no del plumaje de los zorros
De cuevas dominadas por espadas donde soy eco de dolor
De los cantos de la Biblia donde vírgenes declaman golondrinas
De golondrinas pariendo el cielo con sus tenazas de plomo

Hablo del principio del invierno y de mi boca convertida en árbol
Como cualquier árbol caído al camino
Hablo de los rostros y de las pinturas
De las máscaras, de la mía cuando te dejo en el norte
De la tuya cuando alojas al césar en tus manos.

Hablo de fe en la nostalgia de la lluvia, no del madero y del tercer día
Hablo de mi voz anillándose a tu estela
De ti talando todo el espeso bosque que te he escrito
Hablo de Dios, si amara el juego de las mariposas
Si abrazara cuando se ama como las leonas a la gacela
Si entre todos no cerrara los ojos cuando te beso.

Para morir me han parido,
Para esquilar el verano de enero,
Para buscar la cueva entre las cuevas
Y allí seducir a las rocas el día de cumpleaños;
Para conquistar el vinagre del frío buitre
Para almacenar en mi pecho lagartijas.
A morir me dedico,
A construir charcos en el cemento,
A extinguir hasta la última carta de mi gris padre
A embotar su lengua y salvar mi voz con ritmo de nieve.

Me han parido y me han matado
Entre el fuego de juncos enlodados y el deshabitar la carne,
Entre un tenedor de ángel y el litar mi vientre como cordero blanco.
Nada me dejan en el jardín
Sólo venas,
Sangre emanando desde el roquerío a mi noche,
Sangre
Pero sangre de mosca,
De cactus.
Nada ha de colorear las mejillas con gaviotas
Donde se acaricia hay vidrio
Todo se cimbra,
Todo se ata al oscuro enderezar de ramas.
Es hora de revisar el espejo
Y asumir mi condición de cruz,
La condición de espina,
Que esta es la última flecha que desangrará mi leche
Mañana beberé del Jordán,
Y las cenizas cruzarán mi espalda
Sólo entonces se habrá inventado la música
Y todo el barro se partirá en dos.
.............Soy milagro alumbrado por bestias elitradas,
Soy la palabra cosechada con ciruelas,
Soy el colmillo herido de las serpientes y del bramido,
Soy la última ventana en esta calle,
Soy la sed que se extingue con orejas de fraile,
Soy lobo y rana y escorpión,
Y a morir me dedico.

 
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