PALABRAS DE PRESENTACIÓN

Mi juicio se atuvo a la calidad de una obra distinta y singular, en la que visión y lenguaje se ofrecen en una urdimbre de auténtica poesía. En efecto, el dominio del oficio discurre sostenido y estricto a lo largo de las diversas piezas construidas con eficacia, sin concesiones de ninguna especie, ni a la estridencia ni al fárrago.

El designio genérico de sílabas registrado en el título es clave, o si se quiere átomo primordial, de esta palabra parca y despojada, en la vertiente de la más genuina poesía visionaria. De ahí cierta aproximación a los ejercicios de Gottfried Benn, M. Tsvietáieva y especialmente de Pound y Celan en cuanto a contención y humor cifrado, sin llegar a lo críptico.

Algo que llama la atención es el desvelo por la palabra en toda su vivacidad, pese a la aparente dispersión de la trama enigmática. Así la máquina verbal funciona y la puntada es limpia y certera: cada poema nace bien, crece bien y cierra preciso, urdiendo el tejido estricto del texto. En la operación no se ve la mano y todo parece recién creado ahí como de repente, recién mostrado en su frescor sin imágenes excesivas ni nada superfluo, merced al tratamiento sigiloso de la categoría de la sorpresa, tan cara a Apollinaire.

De todo esto hay en este pequeño libro que crecerá: amor, humor, terror, historia, diálogo con la muerte (véase la levísima elegía a Eduardo Anguita), manejo del oficio sin la menor ostentación: clasicidad áurea bien asimilada, modernidad difuminada.

Si la poesía es tono, Sílabas. Ecce homo es tono. Tonalidad genuina. Intensidad, brevedad, rareza: permanente espontaneidad. Ya al cierre hay otra apuesta de riesgo distinto en el largo monólogo de trasfondo autobiográfico debidamente transfigurado -260 líneas ventiladas por otro respiro-, una fábula moderna hilada por el humor y lo inefable con el designio de "El espectador sin espectáculo".

"La poesía no comunica.
Las palabras no comunican.
El lenguaje es una tercera persona". (etc).

Se trata de un proyecto experimental -aire y asfixia- que no contradice ni la gracia ni la coherencia de la escritura anterior, sino que las enriquece.

Un buen libro de poesía, en fin; un sistema imaginario con luz propia que exige lectura y relectura.

GONZALO ROJAS

 

 

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