FRAGMENTO
DE VIDA EN EL AMOR CUADERNOS LATINOAMERICANOS, EDICIONES CARLOS
LOHLÉ, BUENOS AIRES MÉXICO, 1997.
Por
Ernesto Cardenal
El placer es un
falso dios que nos dice: entrégate a mí y yo te saciaré.
Pero no nos sacia nunca porque nuestra alma es mayor que el placer.
No se contenta con un placer que no sea infinito. Somos ánforas
rotas. Ni con una belleza que tenga límites. Y toda belleza que
no es Dios tiene un límite. "En toda perfección vi
un límite", exclama el salmista. De ahí ese íntimo
sentimiento de tristeza, esa dulzura ' l dolorosa de las cosas bellas.
Los animales sí se sacian con la creación y no desean
más. Pero el hombre sólo se sacia con infinito.
Todo instinto en la naturaleza exige racionalmente ser satisfecho, y
toda necesidad natural tiene que ser satisfecha. El hombre nace con
un instinto de infinito, con un instinto de Dios, y este instinto tiene
que ser satisfecho. Es la "sed de ilusiones infinita", de
la que habla Darío.
Todo apego a las criaturas es frustración. Una frustración
tan honda como la de un dictador privado del poder. Porque es un apego
a algo que no nos pertenece, que injustamente queremos dominar y que
nos es arrebatado.
Pero cuando uno ha gustado de Dios ya no desea los placeres de las criaturas.
Igual que en un banquete tendrías repugnancia del pan engusanado
que comías con avidez y con deleite en el campo de concentración.
Ese fulgor de la verdad, de lo real y de lo auténtico que resplandece
en todos los seres, y por lo cual nos atraen todas las cosas, es el
fulgor de Dios (Él es infinitamente eso, pues Él es la
Verdad), y ese dulce fulgor de bondad que resplandece en todos los seres
y el deslumbrante fulgor de la belleza con que nos atraen todas las
cosas, son también el fulgor de Dios.
De Él toman su luz todas las estrellas y todas las hermosas cabelleras
que hay en el mundo. Él está presente en todas las cosas,
inflamándolas sin consumirlas, como el fuego de la zarza que
vio Moisés.
En presencia de todo lo bello, de una mujer bella, por ejemplo, debes
pensar en la belleza infinita de tu Amado que es el creador de toda
la hermosura de la tierra, y alegrarte desinteresadamente por la gloria
que esa hermosura le tributa a tu Amado, sin querer poseerla tú
y quitársela a tu Amado, puesto que tu Amado es para ti y tú
eres para tu. Amado. Alégrate por toda esa belleza porque ella
es un canto de gloria para tu Amado, y por lo tanto es un canto de gloria
para ti. Porque tú eres para tu Amado y tu Amado es para ti.
La tierra es bella en todas partes: Nicaragua como Venecia, Kentucky
como el Sahara. Todos los panoramas del mundo son bellos: el mar, el
desierto y los bosques, la estepa, los lagos, las montañas, el
trópico y el ártico. Porque en todas partes está
Dios rodeándonos de belleza y de poesía, metiéndonos
por los ojos y por todos los sentidos de nuestro cuerpo la belleza visible
que Él ha creado y que es un reflejo y un resplandor de su belleza
invisible.
Toda tu tierra es bella y todos sus rincones están llenos de
encanto y todos sus seres son seductores, pero ¿cómo no
vamos a renunciar a esa seducción por poseerte a Ti que eres
mucho más que todo eso? Y si la tierra nos seduce tanto ¿cómo
no vamos a arder por verte cara a cara?
Iría a pie hasta el fin del mundo si supiera que voy a encontrarte
allí. Pero Tú estás dentro de mí y no en
el fin del mundo.
Estás dentro de mí y en tus ojos están concentrados
todos los ojos de las muchachas que yo he amado y los ojos de las que
me han amado y mucho más, y todas las miradas de amor que ha
habido en el mundo y mucho más, y tus ojos están fijos
en mí desde toda la eternidad, y desde toda la eternidad me están
mirando.