PRÓLOGO
Reedición
de Del Vanguardismo a la Antipoesía
Por Miguel
Vicuņa Navarro
En un estilo que
hace gala de esa rara cortesía que se llama claridad y amenidad
(a la que algunos, a veces, renunciamos por comodidad, desesperación
e insolencia), el texto de Federico Schopf desarrolla ciertas tesis
que van marcando silenciosamente, a pie de página, su apoyo documental,
serio y serial, merced a pertinentes y enjundiosas notas destinadas
a lectores inconformistas.
Contrariamente a cierta opinión habitual -harto ligera, por cierto,
pero alimentada en algún grado por el programa poético
enunciado polémicamente por Tomás Lago en "Luz en
la poesía" al presentar a Tres Poetas Chilenos (1942): Nicanor
Parra, Óscar Castro, Victoriano Vicario- que ha querido ver en
la poética parriana únicamente una poesía de la
claridad perfectamente ajena y aún opuesta a las vanguardias
y a su pretendido hermetismo, privilegiando abusivamente en ella la
recuperación de la poesía popular y un pretendido regreso
al mundonovismo de un Carlos Pezoa Véliz, Schopf demuestra que
desde 1948, al menos, y pasando por el Quebrantahuesos (1952) y, por
cierto, a partir de Poemas y Antipoemas (1954), la (anti)poética
de Parra se despliega como una recuperación de la herencia vanguardista
más radical. Retorno y recuperación que llevan a cabo
una sistemática reelaboración -desde una perspectiva histórica
diferente, por cierto- de los procedimientos y concepciones poéticas,
estéticas y éticas de las vanguardias clásicas.
Esta conexión íntima y esencial con la poética
de vanguardia exhíbese en la antipoesía a través
de, al menos, tres elementos fundamentales de su elaboración:
1) El empleo sistemático del montaje como principio constructivo
típicamente vanguardista, en particular dadaista, consistente
en el collage de elementos heterogéneos, fragmentos dispersivos
y diseminantes que manifiestan la ruptura de la correspondencia entre
las partes y el todo y, en definitiva, la suspensión de la idea
de totalidad (el antipoeta "traslada tumbas de lugar": desplaza
fragmentos discursivos de contexto, produciendo la incongruencia entre
denotaciones y connotaciones, componiendo en una serie no totalizable
-suerte de enumeración caótica- fragmentos procedentes
de discursos diversos).
2) La elaboración del sujeto poético como dramatis persona
-lo que permite una estructura y desarrollo narrativos en el antipoema-
que se debate en una desesperada búsqueda de una totalidad inalcanzable
y, por tanto, ilusoria y falsa, la que, a fin de cuentas, se reduce
tan sólo a fragmentos inconexos ("el cielo se está
cayendo a pedazos").
3) La desublimación/desacralización del discurso poético
y de la figura misma del poeta que, señalado como un individuo
común y corriente y hasta ridículo, queda igualado con
los lectores, en oposición a la concepción romántica,
pero principalmente al simbolismo -y en Hispanoamérica al modernismo
(cf.Tristan Tzara: "Le poete peur s'adonner a des excercices de
gymastique suédoise. Je me trouve assez sympathique". Nicanor
Parra: "los poetas bajaron del Olimpo").
Como bien lo señala Schopf, no cabe duda que tal reelaboración
de la poética vanguardista tiene un sentido claramente polémico
respecto de ciertas poéticas vigentes en la época de emergencia
de la antipoesía. Desde luego, en cuanto ruptura definitiva con
la concepción sacralizante de la poesía que asumía
el modernismo, ella rechaza no sólo la propia poesía de
la claridad a la que el mismo Parra aparecía asociado en la década
de 1940, sino principalmente la falta de radicalidad vanguardista que
podía detectarse en el propio Huidobro -el más vanguardista
de los poetas hispanoamericanos-, en el tardío surrealismo chilensis
y en otras formas de recaída en la estética trascendentalista
y mundonovista de ciertas poéticas inicialmente asociadas al
vanguardismo.
Parece evidente, en este sentido, que el principal blanco de la operación
antipoética fue el realismo socialista, al que Neruda se adscribió
en ciertas secciones de Canto General (1950) y en Las Uvas y el Viento
(1954). Fue esta doctrina justamente con aquella poética nerudiana
posterior a la Guerra Civil Española que, haciendo abandono del
vanguardismo de Residencia en la Tierra (1933-1935), asume una concepción
sacral del poeta como intermediario entre el pueblo y la historia- la
que, al parecer, constituyó la principal recaída o claudicación
que la operación antipoética se propuso de(con)struir.
Pero más allá o más acá de esa intención
polémica, ¿qué otros sentidos pueden leerse en
la operación antipoética de Parra? Si bien los ensayos
de Schopf no lo desarrollan explícitamente, sí creo que
en cierto modo sugieren la posibilidad de entender la antipoesía
parriana como un postvanguardismo que resulta vinculable con total pertinencia
a las corrientes postmodernista que hacia la misma época hacen
la aparición en EE.UU. y Europa en el ámbito de las artes
plásticas, arquitectónicas, literarias, etc.
Desde luego, la disolución de la totalidad postulada por la racionalidad
enciclopédica, la dispersión de la subjetividad del racionalismo
moderno, la fragmentación de la inteligibilidad iluminada -rasgos
anunciados ya en el pensar de Marx, Nietzsche y Freud, y ampliamente
explicitados en el pensar contemporáneo- constituyen un suelo
epistémico que las corrientes postmodernistas comparten con el
postvanguardismo parriano.
Me parece que en la lectura que propone Schopf de la operación
antipoética parriana, en tanto reelaboración de las poéticas
vanguardistas, puede entenderse que aquélla lleva a cabo una
resolución de la tensión entre modernismo y vanguardia,
una suspensión de la ambivalencia/ oscilación que caracterizaban
a aquella tradición de la ruptura hasta la década de 1940;
resolución que tiene lugar por la vía de la definitiva
suspensión de la poética modernista y sacralizante, así
como merced a la reconducción del vanguardismo, a través
de la elaboración irónica del sujeto como dramatis persona,
hacia una nueva esfera crítica en que las viejas aspiraciones
neorrománticas de las vanguardias históricas (cambiar
la vida, en virtud de la subversión poética y la Révolution
Surréaliste) ha sido sustituida por la práctica del desplazamiento,
la demolición y la de(con)strucción de los hábitos
ideales y morales en los que descansan el mundo moderno y sus vicios.
En esta perspectiva, las tesis de Schopf permiten obtener algunos corolarios
respecto de la poesía chilena y su historia.
Si al resolver la tensión característica de la tradición
de la ruptura enmarcada en la polaridad modernismo/ vanguardia, la (anti)poética
parriana de 1948-1954 constituye una clausura de la época modernista-vanguardista
(1900-1950) de la poesía chilena (y eventualmente de la hispanoamericana),
puede decirse que a la vez anuncia la apertura de nuevas posibilidades
poéticas a partir de tal clausura, inscribiéndose en la
partida de nacimiento de lo que debería entenderse como la poesía
chilena actual.
Desde Poemas y Antipoemas los poetas chilenos han explorado de diverso
modo tales posibilidades abiertas por la antipoesía: Enrique
Lihn, desde luego, que colaboró con Parra en el Quebrantahuesos
y elaboró desde 1949 una poética crítica y de(con)structiva
de primera magnitud: la emergencia poética chilena de las décadas
de 1960 a 1980, y el propio Parra con sus artefactos, ecopoemas, trabajos
prácticos, discursos de sobremesa.
En contra del actual predominio -ingenuo, pero no inocente- de la mitología
generacional y las vacías cronologías lineales basadas
en las coordenadas biológicas de los candidatos a autores, considero
que toda ordenación crítica de las producciones poéticas
de los últimos cincuenta años en Chile debe, como requisito
mínimo de pertinencia y seriedad, situar a esos discur-sos en
alguna conexión visible con las posibilidades abiertas desde
la operación antipoética de Parra. Juntamente con otros
beneficios de claridad y visibili-dad, creo que podemos agradecer al
libro de Federico Schopf este corolario de mínima pertinencia,
de saludable efecto, por cierto, en estos tiempos de im-punidad intelectual
y de la otra*.
*Fragmento
de un artículo aparecido en La Época, Santiago
de Chile, Suplemento de Literatura y Libros, 76 (24.0989)
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