úLTIMA
PROMOCIÓN DE POESÍA COLOMBIANA, UN INVENTARIO A CONTRALUZ
por
Federico Díaz-Granados
Mirar
a contraluz, como a un negativo fotográfico lo más reciente de la
poesía colombiana es observar un vagón de nuestra historia, en la
que los creadores hablan de un país, de un territorio de sueño y
hacen desde una orilla lejana, algunas veces de la luz, una trinchera
contra la zozobra y la tristeza arrojada a este lado del mundo.
Por eso el título de un poema de Héctor Rojas Herazo, sirve
para dar inicio a la presente antología, que no es otra cosa,
que un equipaje de cosas, voces, actitudes y compromisos llevados
de la mano de la palabra a la estación eterna de la poesía con sus
milagros y derrotas.
La
tarea de emprender una antología no es empresa fácil de resolver,
mucho menos si se tiene en cuenta la premisa de Aldo Pellegrini
cuando dice que la mayoría de las antologías configuran un cementerio
de la poesía donde se resuelve el problema incluyendo por un
lado a los amigos y por el otro a los poetas que tienen éxito
no quedando nada ni de unos ni de otros, para cumplir ampliamente
la función de cementerio.
Sin
embargo, la idea de realizar una selección de poemas de la última
promoción de la poesía colombiana en el siglo XX y por ende rendirle
un homenaje a los maestros de las generaciones antecedentes, en
tiempos donde al unísono se habla de parricidio en ciertos sectores
del continente, resultaba una labor bastante atractiva, si tenemos
en cuenta que debía sumergirme en la búsqueda de las obras de autores
encargados de imponer un nuevo tono en la lírica nacional a la altura
de todo tiempo finisecular y al momento histórico de inaugurar un
nuevo milenio. Además de la necesidad de colocar en manos de los
lectores un primer panorama de Una nueva poesía colombiana a
comienzos de siglo.
La
promoción de poetas nacidos desde 1960 presentes en éste volumen
ha venido trabajando arduamente en el rigor del oficio poético.
Se trata, precisamente, de una Promoción de autores que entre los
40 y los 20 años de edad no plantean una ruptura con sus antecesores,
sino que por el contrario los asimilan y realizan una lectura crítica
de sus obras, y desde su pluralidad de voces logran esbozar un nuevo
croquis de la geografía poética del país, una especie de innovación
ligada a la tradición. La innovación no trata precisamente de romper,
sino de indagar las raíces en sus mares profundos y secretos y redefinirlas.
Toda
antología es parcial y en ocasiones arbitraria. Comienzan con el
lugar común de pedir excusas en el prólogo por las exclusiones o
las inclusiones. Pero el objetivo fundamental del presente libro
es mostrar un testimonio común de diferentes poetas que coinciden
cronológica y estéticamente en la búsqueda de ese misterio y ese
milagro que resulta la poesía, en tiempos tan adversos y tan sombríos
para la creación y la divulgación del arte de la palabra. A su vez
el libro aspira a revelar nombres nuevos, a reafirmar los ya reconocidos
y consolidados y a apostar de acuerdo a su alto contenido lírico,
por su obra y su consecuente marcha.
Además
toda antología incluye una doble dificultad. Primero la selección
de nombres a incluir y segundo la selección de sus textos, lo que
hace que la lectura crítica de determinada promoción lo lleve a
uno a reflexionar sobre la misma a través de lo que elige y lo que
indaga.
Por
eso no se trata de una voluntad de grupo, generación, movimiento
y corriente sino por el contrario mostrar una diversidad de configuración
de mundos, tópicos, lenguaje donde el tono generacional lo marca
un compás especial como lo es la lectura de la tradición lírica
colombiana e hispanoamericana en particular.
Así
podemos encontrar una poesía que regresa sobre sí misma, a su matriz
temática, confesional, reflexiva, testimonial, con un alto contenido
de metáforas y de imágenes. Es una línea de continuidad dentro de
la historia lírica de nuestro país, historia rica en instantes y
que llegó a un tono universal con José Asunción Silva y que en el
siglo XX dejó nombres y momentos como Porfirio Barba Jacob, Luis
Vidales y su Suenan Timbres en 1926, León de Greiff, los
poetas de Piedra y Cielo (Carranza, Camacho Ramírez, Rojas,
Samper, Valencia y Martín) , Aurelio Arturo y su Morada al sur,
Héctor Rojas Herazo, Fernando Charry Lara, Rogelio Echavarría,
Álvaro Mutis, Jorge Gaitán Durán, El momento nadaísta, Mario
Rivero y su ruptura con Poemas Urbanos, La Generación sin nombre,
desencantada o de Golpe de dados, (Giovanni Quessep,
José Manuel Arango, Miguel Méndez Camacho, Jaime García Maffla,
Henry Luque Muñoz, Harold Alvarado Tenorio, Maria Mercedes Carranza,
Augusto Pinilla, José Luis Díaz Granados, Juan Manuel Roca, Darío
Jaramillo Agudelo, Juan Gustavo Cobo Borda), Alvaro Rodriguez Torres,
William Ospina, Santiago Mutis y Piedad Bonnett, entre otros autores.
Si
se quisiera agrupar alguna generación en particular, esta antología
reuniría a varias de acuerdo a las adhesiones que cada uno de los
autores ha realizado con determinados poetas o momentos de la literatura
de la región o el hemisferio. Además el país está retratado en sus
poetas y es la poesía un portavoz del hombre moderno, lo cual no
es ajeno a la intención de la presente selección diversificada con
autores representativos y desconocidos de las distintas zonas de
Colombia. Sus temas, como los temas universales de la poesía los
ponen al servicio de su voz y es así como la muerte, el amor, la
añoranza, el cuerpo, la búsqueda de Dios o la imprecación a él mismo,
las cosas cotidianas, la reflexión sobre la poesía dentro de la
poesía misma, la soledad y la memoria se traducen en un lenguaje
coloquial, en algunos autores narrativos, contagiado de una música
que al ritmo de los tiempos actuales es una música sombría, que
no otorga optimismos, que está más cerca del hombre y su alma que
del paisaje y la geografía.
Alrededor
de la promoción de autores nacidos desde 1960 presentes en esta
antología han estado varios autores nacidos en los 50, quienes estética
y éticamente encajan en este libro pero cronológicamente no y quienes
valen la pena mencionar por la importancia de sus oficios y de sus
obras dentro del parnaso nacional: Robinson Quintero Ossa (1959),
Oriando Gallo (1959), Álvaro Marín (1958) Gustavo Adolfo
Garcés (1958), Juan Carlos Galeano (1958), Armando Rodríguez Ballesteros
(1958),Víctor López Rache (1958), Luis Fernando Baquero (1957),
Fernando Herrera (1957), Fernando Linero (1956), Gabriel Jaime Franco
(1956), Mery Yolanda Sánchez (1956), y Felipe Agudelo Tenorio (1955),
Rómulo Bustos Aguirre (1954), entre otros. De igual forma vale la
pena destacar las revist@is y los eventos que han aglutinado a esta
promoción quienes por medio de publicaciones, suplementos y revistas
regionales y nacionales han dado a conocer sus textos tales como
El Magazín Dominical de El espectador, Golpe de
Dados, Prometeo, Ulrika, Luna Nueva y eventos como el
Festival Internacional de Poesía de Medellín organizado por la revista
Prometeo, el Encuentro Hispanoamericano de Poetas organizado
por la Corporación Artes y letras de América, revista
Ulrika y la Casa de Poesía Silva, ésta última también ha organizado
actos masivos como La poesía tiene la palabra y Poemas de amor para
los alzados en almas. De igual manera el Festival de la imagen y
la palabra en Tuluá.
Los
43 autores incluídos divididos en dos partes: Acta de los adioses
(nacidos entre 1960 y 1969)y Oscuro es el canto de la lluvia
que aglutina a los nacidos en los 70 de acuerdo al título de
la primera edición de ese libro aparecido en 1997, hacen parte de
un primer parte de guerra, de una primera evaluación que el tiempo
irá decantando. Estas voces vendrían a constituir un fantasmágorico
mapa literario, en un país donde la vida perdió su brújula hace
rato y en el cual esta promoción de nacidos desde 1960 escribe y
realiza su obra en medio de la zozobra y la incertidumbre. Son poetas
receptores de la poesía del siglo XX.
Finalmente
volviendo a citar a Pellegrini creo que en vez de cementerio, esta
será una antología que se anticipe al tiempo y que señale a través
de los poetas los caminos futuros.
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