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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


PRÓLOGO

Nació Manuel Díaz Martínez el 13 de septiembre de 1936 en la ciudad de Santa Clara, en el centro de la isla de Cuba. Vivió siempre en La Habana -con intervalos de un año en París como estudiante y dos años en Bulgaria como diplomático- hasta febrero de 1992, fecha en que emigró a España, concretamente a Las Palmas de Gran Canaria, por motivos políticos. La crítica lo sitúa entre las figuras fundamentales de la llamada Generación del 50 cubana, junto a los internacionalmente conocidos Severo Sarduy, Carilda Oliver, Pablo Armando Fernández, entre otros.

Díaz Martínez ha ejercido el periodismo y la docencia. Ha publicado, en periódicos y revistas de diversos países, numerosos artículos y ensayos sobre temas culturales y políticos, y ha dirigido seminarios y dictado conferencias en universidades de Hispanoamérica, Estados Unidos y Europa. Durante años trabajó como investigador en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y como jefe de redacción de Hoy Domingo, suplemento cultural del periódico Noticias de Hoy, y La Gaceta de Cuba, de la Unión de Escritores y Artistas. En 1995 fundó en Las Palmas la revista universitaria de literatura y arte Espejo de paciencia. Es miembro correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua. Su libro Vivir es eso obtuvo en 1967 el Premio Nacional de Poesía "Julián del Casal", de la citada Unión de Escritores y Artistas de Cuba, concedido por un jurado que integraban (¡ahí queda eso!) los cubanos Nicolás Guillén y Eliseo Diego, los españoles Gabriel Celaya y José Ángel Valente y el chileno Enrique Lihn. Con su libro Memorias para el invierno ganó en 1994 el Premio "Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria". En 1998, la Academia Internacional OrienteOccidente, de Rumanía, le otorgó el Gran Premio Internacional de Poesía Curtea de Arges por toda su obra.

En Noche insular. Antología de la poesía cubana (Barcelona, Lumen, 1993), el crítico Mihály Dés afirma de Manuel Díaz Martínez que "el característico coloquialismo de muchos de sus contemporáneos está en él filtrado por un tono íntimo y por una contención formal". La poesía de Díaz Martínez, reunida hasta el momento en trece libros, ha derivado de un intimismo de matices neorrománticos a un coloquialismo entre irónico y sentimental en el que se acentúa la tendencia a la meditación, que constituye una de sus constantes definitorias. En carta fechada en agosto de 1968, el gran poeta cubano Agustín Acosta confiesa a Manuel Díaz (a él debo, como es lógico, la cita): "Hallo que tu libro [Vivir es eso] es triste, y que tú mismo lo eres. No es la variable y a veces falsa tristeza de los poetas, sino la reflexiva y casi permanente melancolía de los pensadores. En las horas en que anduvimos juntos -¡cuán gratas fueron!- te vi sonreír pocas veces. No un aire preocupado, sino un aire pensativo es el tuyo, y se refleja en los versos." Para el crítico Virgilio López Lemus, autor de dos estudios sobre la obra de Díaz Martínez, la poesía de éste "se corresponde con la buena tradición de los poetas emotivos cubanos que, con Juan Clemente Zenea en el siglo XIX o Emilio Ballagas en el XX, se inclinan a la reflexión humanística, a la mirada comprensiva del ser en la vida". López Lemus considera, asimismo, que "la voz propia que se advierte en la poesía de Díaz Martínez lo distingue en el panorama poético cubano, y lo sitúa con sobrados valores en el concierto de la lírica latinoamericana actual." Por su parte, Enrique Lihn se fijó en 1967 en el objetivismo al que tendía ya el verso de Díaz Martínez. Aquel año, el poeta chileno dijo: "Otra característica que comparte Díaz Martínez con sus compañeros de ruta latinoamericanos se refleja en el aspecto objetivista de algunos de sus poemas. La primera persona, que no abulta en ninguno de ellos, se adelgaza entonces hasta identificarse por completo con el poema objeto."

Hay una larga cita de Eliseo Diego que resume a la perfección el quehacer poético del autor de Señales de vida. Dice así el llorado Eliseo: "Parece que Manuel Díaz Martínez viniera de muy lejos en sus poemas, y así es, en efecto: viene de dar vuelta a las cosas por su costado nocturno, abriéndole los escotillones al abismo, con lo que aun los sucedidos más recientes cobran esa resonancia, ese gran vaho de caja honda, en que se escucha la buena poesía de todos los tiempos. Véanse los versos que quedan bajo este título en sordina: "Mi madre, que no es persona importante", y siéntase cómo a estos años de ahora los recorre un eco remoto, satisfactoriamente profundo. Y es que siendo su tema el más actual imaginable: el hombre, Díaz Martínez descubre, con legítimo azoramiento, que hay mucho más en él de lo que alcanza la vista. Este "mucho más" da, de una parte, la necesidad, y, de otra, la utilidad de su poesía. Uno puede muy bien perder su tiempo en el de Díaz Martínez, seguro de que al cerrar su libro lo habrá recuperado con creces."

El hecho de que Manuel Díaz Martínez visite la colección "Visor" con una antología de su obra poética me parece importante y significativo. Treinta años de la vida de su autor se dan cita en estas Señales de vida que se me antojan, emulando a Eliseo Diego, tan necesarias como útiles para quienes amamos la poesía de hoy, de ayer y de siempre. Hay en Díaz Martínez una simbiosis tan perfecta entre lo español y lo cubano que le hace imprescindible en ambos países por igual. Simbiosis que José Lezama Lima acertó a definir con el ingenio en él habitual cuando escribió que en la poesía de su compatriota y amigo Manuel "el hueso quevediano se une con las brisas habaneras". Que disfruten la mezcla, amigos, como yo he disfrutado redactando estas líneas preliminares.

Luis Alberto de Cuenca
Madrid, 9 de agosto de 1998

 

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