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Cronista
y malabarista...
(Entrevista a Pedro Lemebel)
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Ángeles
Mateo del Pino
(Universidad
de Las Palmas de Gran Canaria)
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¿Cómo y por qué te inicias en la escritura?
Tiene que ver con una multiplicidad deseante que biografiaba
el anonimato de un chico poblador con afanes estelares. Me
cuesta reconocerme ahora en ese retrato adolescente, en esa
pulsión juvenil que firmaba estrellas ensayando un
mítico porvenir. Algo de ese sueño me enternece
y pienso que, de esos inicios, la escritura sólo puede
recoger la espuma gráfica de esOs cOmienzOs
dOnde más que narrar, yO adOrnaba
incansable las vOcales de mi firma escOlar.
-. ¿Qué
relación escritural existe entre el Pedro Mardones
de Incontables y el Pedro Lemebel de las Crónicas?
¿Qué opinas hoy de tus cuentos? ¿Cómo
los calificarías?
Más allá del cambio de nombre que travistió
el rótulo bautismal de Pedro Mardones cuentista, existe
una traslación de género, para abandonar la
estabilidad de la institución cuentera y poder aventurarme
en la bastardía del subgénero crónica,
por cierto más múltiple, más plural en
sus combinaciones literario-periodísticas, pero también
más vacilante como ejercicio escritural, y por lo mismo
más pulsional en su gesto político. De los cuentos
que escribí entonces rescato algunos donde ya estaba
potenciado el tornasol sexuado de mi crónica.
-. ¿Cuáles
han sido tus planteamientos artísticos? ¿Por
qué formaste parte del colectivo Yeguas del Apocalipsis?
¿Por qué este nombre?
Tal vez, especular hoy un planteamiento teórico para
lo que fue un discurso experimental y biográfico con
las Yeguas del Apocalipsis, resulte pomposo y tal vez
nostálgico por cierta desterritorialidad utópica
en el cambio de contexto. Aun así evoco a las Yeguas
como un imaginario delirante que intentaba contener algunos
lugares minoritarios que no estaban contemplados en el proyecto
de la futura democracia que se peleaba en esos años.
Creo que hoy esos lugares por los que batallamos las Yeguas
siguen más ausentes que nunca coartados o simplemente
invisibilizados por esta farsa democrática que añora
al tirano.
Lo
de Yeguas tiene que ver con cierta reivindicación
de palabras duras y fuertes que ofenden a la mujer. En Chile
la palabra yegua es sinónimo de libertina, de mala
mujer como perra, puerca, etc. Nosotros al usar este adjetivo
con glamour lo descargamos de misoginia. Pero también
el nombre completo citaba los jinetes del apocalipsis metaforizados
en una gran ópera sobre el sida. También es
un nombre rutilante como de película hollywoodence
del 50, en suma el nombre fue un artificio más de nuestro
desnutrido y sudaca ajuar travesti.
-. ¿Cuáles
son los referentes literarios que te han acompañado
como escritor?
Me penan ciertos ecos de historietas populares que a veces
llegaban a mi barrio, porque los libros siempre fueron un
lujo cultural en mi proletaria casa. También algún
programa de radio donde la oralidad melódica acunaba
el ocio de ese pasar. Pero más adelante me deslumbró
el poeta y ensayista argentino Néstor Perlongher. Cuando
leí el poema "Cadáveres" del libro
Alambres, pensé que esta loca era genial en
su potente escritura que fusionaba su homosexualidad con el
tema de los desaparecidos. Era un gesto tan espectacular que
también las Yeguas reiteramos en algunas performances.
Creo que la poesía en mis textos actuó como
detonante afectivo y luego la crónica sólo fue
un devenir escritural tal vez referenciado acá en Latinoamérica
por Carlos Monsiváis, José Joaquín Blanco
y Edgardo Rodríguez Juliá. Pero sólo
como estrategia letrada, como ojo develador de una sociología
popular en constante cambio.
-. ¿Escribes
para con-mover al lector? ¿Piensas en el lector mientras
creas? ¿Está tu obra dirigida a un lector en
particular?
Algo de eso es cierto, lo digo porque a veces mis crónicas
tienen cierto aire epistolar, como si le estuviera escribiendo
a alguien, pero más bien como si le estuviera hablando
a algún perdido amor. Creo que sí, en mi escritura
siempre está contemplado un otro, un desdoble que desritualiza
el narcisismo de una pluma homosexuada en su propio reflejo.
Pero ese algo o alguien, pareciera convertirse en posibles
devenires dialogantes o también compulsivos en su esquizoide
y sonámbula soledad.
-. ¿Cómo
definirías el género de la crónica? ¿Por
qué has elegido la crónica como medio expresivo?
Yo digo crónica por decir algo, quizás porque
no quiero enmarcar o alambrar mis retazos escriturales con
una receta que pueda inmovilizar mi pluma o signarla en alguna
categoría literaria. Puedo tratar de definir lo que
hago como un calidoscopio oscilante, donde caben todos los
géneros o subgéneros que posibiliten una estrategia
de escritura, así la biografía, la carta, el
testimonio, la canción popular, la oralidad, etc. Creo
que escogí esta escritura por las distintas posibilidades
que me ofrece o que puedo inventar, para decirlo en lenguaje
travesti es como tener el ropero de Lady D. en el computador.
-. ¿A qué
crees que se debe el hecho de que el género de la crónica
esté teniendo tanta importancia en la literatura latinoamerican
actual? ¿Se podría hablar de "moda"
literaria?
¿Lo crees tú? Yo no estoy tan seguro. En todo
caso si fuera así, optaría por pensar en un
agotamiento de las recetas genéricas de lo literario
desarrolladas en Latinoamérica, especialmente en la
novela y su ficción blanqueadora y amnésica.
También en ciertos discursos remecedores del canon
literario como el de las mujeres por ejemplo. Los textos de
Diamela Eltit ponen en cuestión esta herencia roñosa
de la lengua hispánica. Ahora si es moda, aunque sea
temporal, es un buen ejercicio para volver a pensarse como
una "otra" posibilidad derivante frente a la catedral
trascendente del saber occidental.
-. ¿Qué
evolución han seguido tus crónicas desde La
esquina es mi corazón, Loco afán hasta Perlas
y cicatrices?
Cada libro tiene su método, forma y envoltura. Así
la ciudad ha rodado modernista y descalabrada en mi primer
libro que, por cierto, reconozco tiene un floreteo más
barroco o barroso como dice Soledad Bianchi. Pero el
libro que más quiero es Loco Afán que
trata crónicas sobre el sida. Tal vez lo quiero como
a esos hijos tontos que salen tan caros pero tienen una ternura
atemporal. En mi último libro, Perlas y cicatrices,
la crónica se hace más breve, más intensa,
menos elaborada literariamente, pero más contingente
en relación a la desmemoria neoliberal del Chile actual.
Era necesario, era político poner en escena estas escenas
de horror y dictadura. Creo que mi escritura siempre estará
expuesta a los vaivenes y temporales de mi corazón,
la literatura para mí solo es solo eso, una pizarra
para mancharla de estrategias deseantes.
-. ¿Crees
que existen diferencias notables -formales o de contenido-
entre tus crónicas y las de Carlos Monsiváis,
Edgardo Rodríguez Juliá o José Joaquín
Blanco?
Muchas, tantas como los kilómetros que separan las
distintas territorialidades que se escriben en el formato
crónica. Son voces y saberes que, más allá
de practicar el mismo género, se colorean distinto
según la instancia política que las genera,
aunque el afán por testificar un tiempo, un continente
y muchos deseos contenidos tal vez aúnen en los bordes
cierta alianza crítica y movilizadora de otros imaginarios
y agredidas subjetividades.
-. ¿Por qué
crees que tus crónicas han ingresado con relativa facilidad
a la "academia librera"?
No lo sé bien, tal vez la institución librera
está asfixiada de tanta ficción. Pero yo no
me lo creo, por eso practico los escapes del travestismo.
Aquí cronista, en la otra esquina malabarista. Es una
estrategia, te lo repito, más que un oficio, yo odio
el trabajo, soy ocioso por vicio y voyeur en espera.
-. ¿Cuáles
son tus proyectos creativos más inmediatos?
Un libro que se llama Nefando (Crónicas de
un pecado), donde intento la reconstrucción de
la oculta historia homosexual de Chile, desde lo prehispano,
donde escribo la historia travesti de los machis araucanos,
mucho antes del glamour hollywoodence, desde ese no colonizado
lugar de la memoria me propongo desplegar los hilos maricuecas
de una historia no contada, no inscrita en la bitácora
patria. Aunque a muchos les moleste mi reiteración
al tema de la homosexualidad, yo regreso cuando quiero y dejo
la puerta entreabierta para que entre el fresco o el estupor.
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