Especial
Revista de revistas: dos revistas del Perú
More ferarum Índice Nº
5
Ensayos/ Eielson
E1
CUERPO EN ESCENA. UNA NOTA SOBRE NOCHE OSCURA DEL CUERPO
por
Santiago López Maguíña
Universidad de San Marcos
Visto
desde la perspectiva de la semiótica del discurso, el cuerpo
en la poesía de J.E. Eielson, especialmente en Noche oscura
del cuerpo, es más una representación que una presencia
pura.
Presencia
pura
La
presencia es una aprehensión sensible y perceptible
efectuada por un cuerpo propia: "algo" i)
que lo afecta de un modo placentero y/o displacentero, y ii)
cuya posición, extensión, límites y contenido pueden ser definidos
en un dominio de pertinencia (FONTANILLE, 1998: 35). La presencia
del aroma de una rosa, por ejemplo, es apreciada en términos
de la intensidad sensible que ella produce, es decir, de los
grados de placer (máximo, mínimo, nulo) que experimenta el
cuerpo propio, y en términos de la extensión espacial (concentrada
o difusa) y/o temporal (instantánea, transitoria, permanente,
etc.) en que es ubicada y medida por dicho cuerpo.
Consideremos
estos dos ejemplos procedentes de dos poemas de Eieison:
Miro
mi sexo con ternura
Toco la punta de mi cuerpo enamorado
(Cuerpo enamorado. EIELSON, 1989: 17)
Cuento
los dedos de mis manos y mis pies
como si fueran uvas o cerezas y los sumo
a mis pesares
(Cuerpo mutilado. EIELSON, 1989: 13)
En
el primer caso se despiertan tres tipos de aprehensión ante
una misma presencia corporal, la del sexo masculino erecto:
una de tipo senso motriz, otra de tipo visual y una más de
tipo táctil.
Aprehensión
sensomotriz
El
pene erecto aparece, en primer lugar, como una expresión emotiva
de la pasión amorosa que comporta una experiencia senso motriz
que reúne sensaciones de firmeza, palpitación, vibraciones,
dureza, comprensión carnal, y que conllevan efectos eufóricos
de placer y de displacer. El pene erecto aparece entonces
como una presencia pura: sentida por el cuerpo
propio y sin distancia que lo separe de éste.
Esa
presencia sentida sin medidas puntuales, como pura energía
concentrada, enseguida es captada de modo visual y táctil.
Aprehensión
visual
De
acuerdo al modo visual el pene erecto aparece como presencia
en cuanto el cuerpo propio lo sitúa como blanco de
una mira. Lo separa de sí y se fija en él como si se tratara
de otro cuerpo. Otro cuerpo a cuya captación apunta.
En
esa condición el pene erecto afecta también la sensibilidad
del cuerpo propio: le despierta ternura, que
indica una alta sensibilidad ante la impresión que le produce
su presencia.
Destaquemos
que desde el punto de vista visual el pene erecto siendo parte
del cuerpo propio, fuente de la visión, es a la vez
otro cuerpo, meta de una mira y de una captación. Un
cuerpo que se desprende de aquél, que se ve a distancia y
que despierta afectos de apego y de fusión corporal. Así el
pene erecto aparece como otro cuerpo, pero a la vez parte
separada del cuerpo propio, que produce en éste una tensión
hacia su reunificación.
Aprehensión
táctil
De
acuerdo al modo táctil el pene erecto aparece así mismo como
una presencia separada del cuerpo propio. Una presencia
con la que entra en contacto y de la que se distingue. Conviene
aquí considerar que Fontanille (1999: 30-31), siguiendo a
Parret (1994), propone que el tocar es la sensación de la
presencia pura, aquella que se expresa en el predicado:
"hay alguna cosa que no soy yo, a la que se añade
una primera reacción tímica: esa cosa me atrae o me repugna".
Fontanille
anota que el "análisis del tocar conduce a la distinción
elemental entre lo propio (identidad) y lo otro
(alteridad) [...], surgida de la sensación propioceptiva:
hay, por un lado, una parte que es sentida como propia
y, de por otro lado, ésa que es sentida como otra"
en un "mismo y único contacto". Y entre las
dos, "la envoltura de mi piel, que es afectada
por ese contacto". A partir de allí "la atracción
y la repulsión toman un sentido concreto: se trata de saber
si lo otro puede ser aceptado como propio (apropiado),
o debe ser rechazado como no propio". Y si se siguen
"elaboraciones ulteriores de la sensorialidad, lo que
es aceptado como propio puede ser degustado, injurgitado,
inhalado, etc.".
De
la distinción entre lo propio y lo no propio resulta que el
"tocar procura un correlato figurativo a la invención
de un cuerpo en sí, el cuerpo propio mínimo,
que delimita una envoltura". Todo pasaría entonces "como
si el tocar 'inventara' la propioceptividad, suscitando
la distinción elemental propio / no propio".
Volviendo
a nuestro análisis, tocar la punta del pene erecto, corresponde
entonces al acto mediante el cual el cuerpo propio entra
en contacto con una parte de sí percibido como otro cuerpo.
El contacto se efectúa como consecuencia de una sensación
de distancia, y realizado, a la vez que marca una separación,
reúne al cuerpo propio con la parte separada de sí.
El
otro cuerpo
Hay
que subrayar, para concluir, que el pene erecto se muestra
como una expresión carnal transitoria que comporta para el
cuerpo propio sensaciones tanto internas como externas. Concentra,
en primer lugar, sensaciones motrices cuya fuente (palpitaciones)
y cuya meta (vibraciones) se sitúan simultáneamente en la
carne del cuerpo. Expone, en segundo lugar, cambios de volumen
y de tamaño, es decir, lo que Fontanille denomina desplazamientos.
Y configura respecto del cuerpo propio, parte del
mundo de mi carne, que es un mundo para mí (cf.
FONTANILLE, 1999: 47-48).
Sin
embargo, el pene erecto que pertenece al mundo que es parte
del mí mismo del cuerpo y que es definido respecto
del sí mismo (el cuerpo propio), aparece también como
un cuerpo ajeno, otro cuerpo que atrae al cuerpo
propio y al cual tiende a hacer suyo.
Esa
alteridad, por último, emana del cuerpo propio temporalmente
como consecuencia de un afecto: el apego (enamoramiento) que
otro cuerpo despierta en el propio.
De
esa manera del cuerpo propio surge otro cuerpo, que podríamos
llamar otro cuerpo propio, con el cual el primero tiende
a fusionarse gracias al apego motivado por otro cuerpo
no propio.
Contar
el sufrimiento
En
el segundo ejemplo el cuerpo propio aparece como un cuerpo
que experimenta sufrimientos que son percibidos de manera
precisa y distinta. Son presencias que a la vez que afectan
al cuerpo, son ubicadas y numeradas. Como los dedos de las
manos y los pies, partes salientes e individualizadas del
cuerpo (es bien sabido, dicho sea de paso, que cada dedo es
designado por un nombre: índice, pulgar, etc.). Por eso "pesares"
y "dedos", estados de ánimo y unidades diferenciadas
del cuerpo, pueden ser agrupados en la medida en que son considerados
elementos homogéneos. Cada estado de ánimo es "algo"
intenso que tiene extensión, similar a partes del cuerpo que
pueden localizarse en un espacio y en un tiempo dados.
Son objetos susceptibles de manipulación y de cognición.
La
equivalencia "dedos de [...] manos y pies" = "uvas
o cerezas", planteada por la expresión "como si
fuera", da lugar a una supuesta analogía, gracias a la
cual, el dominio fuente de la comparación o símil,
los "dedos", se percibe en términos de un dominio
meta, perteneciente a un campo perceptivo distinto,
expresado por las "uvas o cerezas". Mediante esa
conexión "dedos", semejantes por su redondez a "uvas
y cerezas", obtienen de estos frutos redondos
de pulpa suave y jugosa, la propiedad de ser zumados,
exprimidos, licuados.
De
esa manera "dedos", "pesares" y "uvas
y cerezas" toman en el texto una condición similar,
se tornan presencias equivalentes, homogéneas, que pueden
sumarse, reunirse, para expresar al cuerpo como una entidad
licuada, más extensa que intensa. Más perceptible en términos
discretos, que sensible de un modo continuo.
Presencias
representadas
En
los dos casos expuestos el cuerpo propio aparece como
una entidad perceptora que se capta a sí misma. En el primer
caso la captación supone una ceñida selección del blanco de
una mira, que despierta intensos afectos en el cuerpo propio.
En el segundo caso la captación, en cambio, no supone
una selección tan ajustada y entonces los efectos efectivos
sobre el cuerpo son débiles. En ambas aprehensiones, sin embargo,
se advierte un punto de vista cognoscitivo, que tiende a hacer
del cuerpo un objeto ubicado a distancia, en que el cuerpo
propio percibe lo propio como ajeno y separado de sí.
El cuerpo propio toma distancia respecto a sí mismo: se ubica
a la vez como campo de presencia y como observador.
Ese
despliegue supone una puesta en escena: resulta de la proyección
hecha por una instancia enunciativa. El cuerpo propio aparece
ante sí mismo a partir de una posición desde la cual un agente
ejecuta su presentación, desde la cual la expone: la hace
blanco de una mira y de una captación y la convierte
en narración. De esa manera el cuerpo que se percibe, se toca
y se automanipula, se transforma en un objeto, cognoscitivo
y pragmático.
En
efecto, el cuerpo se ofrece en el discurso percibiéndose y
operando sobre sí mismo, desde una toma de posición distanciada.
Una
poesía cognoscitiva
Los
poemas de Noche oscura del cuerpo tienden a una aprehensión
referencial del cuerpo. Su andamiaje metafórico lo produce
como un objeto exterior susceptible de ser manipulado, tratado
como una entidad con la que se puede experimentar: descomponer,
recomponer, desleír, aliar con otros elementos. El cuerpo,
permítanme la expresión, no se impone sobre el cuerpo. Éste
no se ve afectado ni por sus envolturas olfativas y táctiles,
ni por sus palpitaciones y vibraciones internas. El sujeto
de la enunciación no sufre. Los poemas ofrecen, en cambio,
un cuerpo objeto que el agente de la instancia de la
enunciación pone en escena en distintos escenarios discursivos.
El cuerpo aparece entonces en calidad de actor que puede cumplir
distintos roles: melancólico, mutilado, en exilio, enamorado,
etc. Esos roles indican que el cuerpo tiende a colocarse fuera
del cuerpo. Así los poemas exponen el punto de vista de una
suerte de anatomista que observa, indaga y disecciona su cuerpo
sin temor al riesgo de producirse heridas, o causar su desaparición.
Pero también se coloca en el punto de vista de un esteta que
busca nuevos efectos sensibles, ofrecidos a la mirada de un
espectador.
Examinemos
el siguiente poema (Cuerpo secreto) a fin de
ilustrar nuestras aserciones:
Levanto
una mano
A la altura del ombligo y con la otra
Sostengo el hilo ciego que me lleva
Hacia mí mismo. Penetro en corredores tiernos
Me estrello contra bilis nervios excrementos
Humores negros ante puertas escarlatas
Caigo me levanto vuelvo a caer
Me levanto y caigo nuevamente
Ante un muro de latidos
Todo está lleno de luces el laberinto
Es una construcción de carne y hueso
Un animal amurallado bajo el cielo
En cuyo vientre duerme una muchacha
Con una flecha de oro
En el ombligo
(EIELSON, 1989: 21)
El
interior del cuerpo es un escenario laberíntico suave, luminoso,
"escarlata" y a la vez "una construcción de
carne y hueso", rasgos entre los que destacaremos la
coexistencia de lo confuso y ordenado. En él, el personaje
que lo penetra entra en contacto violento con líquidos, sustancias,
materia semisólida y sólida, que no le despiertan atracción,
ni repudio. Ni por su consistencia, ni por su olor, ni por
su forma. Es más, el interior del cuerpo aparece en su totalidad
como una edificación sólida, compuesta de muros y murallas,
que no palpita ni vibra. El único rasgo móvil de la carne,
"los latidos", se siente como una pared, que es
un objeto firme, quieto, silencioso.
El
cuerpo propio y la carne aparecen en el poema como parte de
un objeto estático construido, que no huele, no suena, no
tiene temperatura, que no vive. Una enredada armazón arquitectónica,
que no es captada sensiblemente.
La
exterioridad del cuerpo se observa también en el siguiente
fragmento:
Tropezando
con mis brazos
Mi nariz y mis orejas sigo adelante
Caminando con el páncreas y a veces
Hasta con los pies. Me sale luz de las solapas
Me duele la bragueta y el mundo entero
Es una esfera de plomo que me aplasta el corazón
No tengo patria ni corbata
Vivo de espaldas a los astros
Las personas y las cosas me dan miedo
[...]
Siempre luchando
Con mis intestinos mi tristeza
Mi pantalón y mi camisa
(Cuerpo en exilio. EIELSON, 1989: 15)
El
agente de la instancia enunciativa no sólo está separado de
su cuerpo, sino que éste es una totalidad cuyas partes son
independientes. Se destaca que pueden ser obstáculos para
su desplazamiento. Objetos con los cuales choca y que le impiden
moverse. Y contra los que lucha. Pero también pueden ser objetos
con los que puede transitar. En cualquiera de los casos no
aparecen como obstáculos internos, sensibles a la carne, a
la piel, al olfato. Se trata siempre de objetos situados en
frente.
En
este largo fragmento es de tomar en consideración la homologación
que se produce entre prendas de vestir y órganos del cuerpo.
Los vestidos se hacen parte del cuerpo: unidades sensibles.
Pero a la vez cada parte del cuerpo propio se convierte en
una unidad que puede ser desprendida, incorporada, ensamblada.
La
homologación entre órganos y prendas de vestir es más clara
en el siguiente texto:
Entre
un zapato y un guante
Hay corbatas sacos y pantalones
Insolentes hay una glándula amarilla
Que me llena de ternura
Y maravilla
Hay tejidos que sonríen
Y tejidos que sollozan
(Cuerpo vestido. EIELSON, 1989: 25)
La
palabra "tejidos" incluso toma aquí el doble sentido
de conjunto ordenado de células que cumplen una función determinada
y de material hecho tejiendo. Parte del cuerpo y prenda de
vestir. Zona sensible del organismo humano y cubierta del
cuerpo, que lo muestra y lo oculta.
Esa
propiedad vestimentaria del cuerpo propio hace de éste una
entidad que tanto se da para ser mirada, como para evitar
ser captada. Lo que se da a mirar es el cuerpo como vestido
y lo que se evita es el cuerpo mismo. Su carnalidad, sus deformaciones
y sus degradaciones.
.La
presencia del cuerpo mismo es incierta, dudosa, como se plantea
en el poema Via Veneto:
me
pregunto
si verdaderamente
tengo manos
si realmente poseo
una cabeza y dos pies
y no tan sólo guantes
y sombrero
y por qué me siento
tan puro
más puro todavía
y más próximo a la muerte
cuando me quito los guantes
el sombrero y los zapatos
como si me quitara las manos
la cabeza y los pies
(EIELSON, 1998: 175)
El
cuerpo y la vestimenta forman una unidad de la que el sujeto
puede desprenderse. Ambos cubren y su descubrimiento revela
una pureza que ni tiene cuerpo ni tiene vestimenta para ubicarla
en el teatro del mundo, donde aparece mezclada.
Coda
a modo de balance
El
cuerpo en la poesía de J.E. Eielson no es una presencia viva,
sino una representación. No una entidad captada por el cuerpo
propio, sino desde un punto de vista externo. Ese punto de
vista es el lugar donde se ubica otro cuerpo, sintiente como
el cuerpo propio, pero dominado por la instancia enunciativa,
por un sujeto cognoscitivo o estético que escribe sobre su
cuerpo:
Escribo
orejas solamente orejas
No sé por qué no escribo uñas
Ni corazón ni pestañas
No sé si escribo o si tan sólo respiro
Ya no distingo entre el invierno
Y la blancura del papel
Y cuando arroje a la chimenea
Esta página vacía
¿Se quemarán también mis dudas
Mis orejas y mis uñas
Rodarán hechos cenizas
Mi corazón y mis pestañas?
(Cuerpo de papel. EIELSON, 1989: 29).
El
sujeto que escribe al producir un enunciado sobre su cuerpo,
lo desdobla en un cuerpo propio y en otro cuerpo. El cuerpo
propio que aparece como blanco de la mira y de la captación
de otro cuerpo, que muchas veces no se incorpora en su ser
carnal, por decirlo así, ni en su piel(*).
Referencias
bibliográficas
EIELSON,
Jorge Eduardo (1996), Noche oscura del cuerpo. Lima:
Jaime Campodónico/ Editor.
-(1998),
Poesía escrita. Edición de Martha L Canfield. Bogotá:
Ed. Norma.
FONTANILLE,
Jacques (1998), Sémiotique du discours. Limoges: Presses
Universitaires de Limoges.
-(1999),
"Modes du sensible et syntaxe figurative". En: Nouveaux
actes semiotiques. Limoges, Presses Universitaires de
Limoges.
PARRET,
Herman (1994), De la semiótica a la estética. Buenos
Aires: Edicial.
(*)
Estas notas no habrían sido escritas sin el concurso de los
alumnos del Seminario sobre poesía dictado en la Escuela de
Literatura de la UNMSM, durante el Primer semestre del 2000.
Particularmente para el caso de Eielson fueron importantes
las intervenciones de Frida Poma y de José Ignacio Padilla.
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