Temporada 2019 del Ballet Nacional Chileno (BANCH) de la Universidad de Chile

39 38 Kana Nakao Entrevista a Kana Nakao, maestra de baile y ex bailarina del banch Con sólo tres años descubrió que la danza era lo suyo. “Romeo y Julieta”, interpretada por el Bolshoi, marcaría la decisión de Kana Nakao, quien tras ver esta obra pensó: “eso es lo que quiero hacer”. A los ocho años comenzó con clases en una escuela de danza cercana a su casa en Kioto, para luego, en esa misma ciudad, ingresar a una academia vinculada con la Ópera de París, donde inició su formación más fuerte. Su talento y constancia fueron valorados por una de sus maestras oriunda de Hungría, quien insistió en la necesidad de que Nakao emigrara a Europa si su fin era dedicarse a la danza de manera profesional. Así, con tan sólo doce años, Kana viajó a Austria para audicionar en la Escuela Estatal de Viena. Recién comenzaba el camino internacional de esta talentosa bailarina. ¿Cómo fue la experiencia de partir de su país siendo tan joven? Fue difícil, pues nadie de mi familia estaba conmigo. Mis papás permitieron que me fuera, pero pusieron algunas condiciones. Insistieron en que debía terminar mis estudios de acuerdo al nivel de Japón, por lo tanto fue bien duro para mí, porque tenía que ir al colegio japonés y además a la escuela de danza. Dormía muy poco en esa época. También me dijeron que si la danza era lo mío, no podía volver. Si era capaz de aguantar lo difícil que era partir, vivir lejos de mi familia con 13-14 años, entonces debía hacer mi carrera en Europa. En esa época todavía la comunicación no era como ahora, costaba llamar por teléfono, la distancia se sentía de verdad. Hablábamos sólo en fechas especiales, como Año Nuevo o cumpleaños. Eso sí, mi mamá me escribía casi cada día. Mi papá también cada mes me mandaba una carta gigante, pintada con su mano. Esas cartas eran como joyas para mí, las que todavía guardo. ¿Cómo era el sistema de estudio que llevaba? La escuela de danza donde yo estudiaba está pensada para tú fueses profesional. No pagabas nada, pero sabías que en cualquier momento podías quedar fuera también. Era muy exigente. Directores artísticos de todos los teatros iban, miraban cómo bailabas y podían querer trabajar contigo. Cuando algún teatro necesitaba niños, por ejemplo para Cascanueces, nosotros bailábamos e incluso nos pagaban por eso. ¿Luego parte Hungría? Sí. Estuve por dos años en Austria, donde terminé la escuela con quince años. Pero mi maestra, que era como mi mamá de danza, pensaba que todavía me faltaba estudiar más, y me sugirió ir a Budapest, Hungría, donde también había una escuela estatal y donde podía terminar todos los estudios. Allí estuve tres años más. Esa academia no era sólo de ballet clásico, sino que en ella también aprendí moderno, contemporáneo, además de historia de la música, danza. Todo estaba dentro de la escuela, al igual que en Austria, de donde venía. ¿Cómo surge la posibilidad de venir a Chile? Terminando la escuela me ofrecieron estar en la Ópera de Budapest. Allí bailé casi tres años. Entonces el director que tenía allá asumió la dirección artística en el Municipal de Santiago, Imre Dosza. Él me invitó a venir a Chile. En ese momento justo había caído el muro de Berlín, las cosas estaban complicadas en ese lado de Europa y se me hizo muy difícil obtener la visa en Hungría, a pesar de tener un contrato con el Teatro. Entonces, sin saber de Chile, tomé la decisión… y en dos semanas me vine. ¿Cómo recuerda esa llegada a Chile? ¿Cuál fue su primera del país? Como no había alcanzado a aprender nada de español, compré en el aeropuerto un diccionario. Era la primera vez que estaba en Sudamérica. Puede parecer una tontera, pero para mí, hasta entonces, pensar en esta zona del mundo era imaginar un país tropical, con mucho calor… ¡Y llegué justo en junio! ¡Me congelé! Llegué al aeropuerto antiguo, que era chiquitito. Eso me impresionó mucho al venir de uno que era muy grande. Fue como: “Uh! ¿Dónde estoy?”. En ese entonces todo cambiaba recién cuando entrabas al centro de la ciudad. Ahora todo es distinto, el aeropuerto es grande y el camino está lleno de casas. Pero la verdad es que ni siquiera tuve tiempo para pensar en cómo era el país, porque llegué y al día siguiente ya tenía que estar bailando. Entonces comenzó en el Ballet de Santiago, ¿cómo fue su experiencia allí? Linda, tengo sólo bellos recuerdos. Estuve por siete años. Cuatro de ellos fueron trabajando junto Marcia Haydée. Ella era para mí como la “Madre Teresa” de la danza. ¿Y cómo se dio su llegada al Ballet Nacional Chileno? Cuando asumió Edgardo Hartley como director de esta compañía. Todo se dio también en un momento en que comencé a sentir que ya había bailado casi todo el repertorio clásico, un tiempo en que quería algo más, y justo se dio que Edgardo me invitó a venir al banch . ¿No le complicó pasar de la danza clásica a la contemporánea? Para nada. Yo creo que para ser bailarín tienes que ser flexible y poder bailar lo que sea. Por eso mi escuela enseñaba también distintos estilos de danza. Además creo que si uno se propone algo, si dices “quiero y puedo hacerlo”, es posible. Entonces fue como un nuevo desafío, donde todo se dio de manera muy natural. Ambos directores conversaron (Ballet Nacional Chileno y Ballet de Santiago), se pusieron de acuerdo y cambié. No hubo rechazo peleas, nada. ¿Cómo fue incorporarse a esta nueva compañía? ¿Cumplió sus expectativas? Muy bonito. Bailé por casi 18 años en el Ballet Nacional Chileno (1996 a 2014?). Si no me hubiese sentido bien aquí, satisfecha con lo que hacía, no habría estado tanto tiempo bailando. Como bailarina recuerdo que lo más lindo fue sentir que siempre había confianza de parte del director artístico, del staff, de los maestros y de la administración del ceac . Y por otro lado también estaba la unión de los bailarines. Obviamente en esta carrera siempre existe algo de competencia, pero dentro de todo eso existía esa cosa de una gran familia. Hoy en día es maestra de baile del banch , ¿cómo fue pasar del escenario a enseñar? Cuando Mathieu Guilhaumon asumió la dirección artística, hablé inmediatamente con él. Yo pensaba que ya era mi hora de dejar de bailar. Creo que es muy importante saber cuándo retirarse. Y Mathieu lo entendió. ¿Fue muy difícil? Hacía ya unos años que yo venía pensando eso, así que no fue difícil. Eso sí, yo siempre tenía el sueño de quedarme en esta compañía. Quería traspasar a otras generaciones, y a mi propia compañía, todo lo que yo tengo, lo que aprendí a lo largo de mi carrera. Quería enseñar o ayudar. Nunca pensé “quiero ser coreógrafa”, por ejemplo. Eso no era lo mío. Afortunadamente tenía gustos y pensamientos parecidos con el nuevo director artístico, por lo que las cosas se dieron fácilmente. ¿Cómo ha sido esta etapa como maestra? Ha sido feliz. Yo creo que soy algo así como una sombra de los bailarines, que de alguna manera estoy en el escenario con ellos. No me separo nunca de lo que sucede en escena cuando estoy sentada entre el público. Luego de ser parte de esta compañía por más de 22 años, ¿qué sentimientos le evoca el banch ? ¡Que difícil! No sé si hay una palabra para describir el amor que le tengo a esta compañía. Es muy especial. No es un amor de amistad, o amor familiar… es algo muy profundo, un tipo de amor que me cuesta expresar con palabras. Es como… una joya… sí, es una joya donde antes me hicieron brillar y donde ahora yo ayudo a que brillen otros.

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