Para que nadie quede atrás
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Jorge Silva Luvecce
ANGEL Y DEMONIO
Por Gustavo González Rodríguez
Quizás tenía todo para ser una especie de ángel en aquellos años
en que queríamos tomar el cielo por asalto. Pero la utopía sesentera
que nos fue arrebatada por el terrorismo de Estado o por la traición
de los políticos profesionales, se fue diluyendo en su caso también
por obra de sus demonios internos. Jorge Silva Luvecce, brillante
periodista, intelectual avanzado y combatiente revolucionario, fue
también un narcisista megalómano y un marido machista y mal-
tratador que murió como indigente, consumido por la demencia y
una desnutrición avanzada.
¿Por qué recordarlo? Porque escribir sobre el Chico Silva es más
que reconstruir aquellos años universitarios mágicos y de plomo
que transcurrieron desde mediados de los 60 hasta el gobierno de
la Unidad Popular, es más que rememorar las pellejerías y bonda-
des del exilio y es más que condolerse por las decepciones de la
restauración democrática. Escribir sobre el Chico Silva es todo eso
y mucho más: es un ejercicio doloroso y necesario que interpela a
nuestra época y desaf ía lo que quisimos ser y terminamos siendo,
para bien o para mal, todos nosotros.
Esquelético y extrovertido, con un look que remite a Mick Jagger,
apareció un día de 1966 por el ahora mítico local de la Escuela de
Periodismo de la calle Los Aromos. Venía de Valparaíso, donde ha-
bía iniciado sus estudios universitarios. Se destacó de inmediato en
el masivo universo de nuestro curso con su cabello castaño claro
liso, pómulos hundidos y ojos oscuros que transitaban fácilmente
de la picardía a la furia incontrolable.
Hiperkinético, divertido y grandilocuente
Era hiperkinético y divertido, pero igualmente profundo, sobre
todo en las discusiones políticas y literarias. Grandilocuente, al
llegar a la Escuela proclamaba su identificación con el Partido
Socialista por la vocación latinoamericana e indigenista de su
emblema. Se destacaba como un buen orador en las asambleas,
donde la izquierda se confrontaba con la Democracia Cristiana
en la conducción del movimiento estudiantil. Al mismo tiempo
arreciaban los debates en el campo marxista entre “ultras” y “revi-
sionistas”, con disputas irreconciliables entre castristas, maoístas
y moscovitas.
Jorge Silva arrestado en 1969