Escritoras jóvenes (Narradoras)

Patricia Salgado nace en Santiago en 1968. Entre 1994 y 1995 participó en el taller de cuentos del suplemento "Zona de Contacto" del diario "El Mercurio", donde publicó alguno de sus cuentos. En 1996 asistió al "Taller de Cuento Erótico" dirigido por la escritora Pía Barros, mientras que en 1997 fue seleccionada para participar en los "Talleres Literarios José Donoso" de la Biblioteca Nacional. En 1990 obtuvo el primer premio "Encuentro Nacional de Arte" de la Universidad Católica, y publicó en la antología correspondiente. El mismo año obtuvo el segundo lugar en el "Concurso Nacional de Cuentos de la Séptima Región".


AZULINACIONES

El insomnio de los rieles agitaba mi cigarro, desplegando su humo sobre el pelo del hombre sentado a mi derecha.

Siete horas viajando junto a un centenar de hormigas descalzas por mis piernas, mientras él, anónimo, extendía tinta imbuido en su labor de crucigramas, conjurando palabras, adormeciéndose entre los casilleros; hasta que su mano se desploma, cae su pluma en mi rodilla, como la pluma de un ángel, pienso y sonrío. Y el azul escurre por mi pantorrilla destilando una línea enorme que va sembrando su lista de palabras para hilvanar en el puzzle inconcluso.

PARAÍSO, le digo, indicándole los siete cuadrados vacíos que él, recién salido del sueño, torpemente llena.

Reviso mi pierna inmóvil, CADALSO, balbuceo y él escribe, FÓSILES, RELICARIO, ASOMBRO, voy dictando a la velocidad del tren, PENUMBRA, LITIO, DIÁSPORA. "Me quito el zapato para ver mejor, SEXO, AUGURIO, FÁBULA, DOCTRINA, aparecen dibujadas en mi empeine, COFRADÍA, está claramente impresa en mi talón.

Y mi hombro quiere hablar y mi talle toma la palabra. Mis muslos comienzan a empuñar sinónimos sin pudores frente a los escasos pasajeros dormidos y el hombre de la derecha me desnuda para descifrar caligrafías en mi espalda, que ya no serán llevadas al papel porque ahora su afán es leerme, traducirme a lenguas vivas, ejercitar el Braile entre mis pechos, alcanzar la verdad en mis sagradas escrituras.

Y yo, como una analfabeta, hago lo mismo desabrochando su camisa y sólo veo piel, mientras que él recita a través de mi columna y me roza y me profana y voy tiñéndome entera de azul, voy diluyéndome entre estos tatuajes provisorios que mañana, superada esta pequeña muerte, esta primera muerte, se irán con el agua.

Sin embargo, al llegar a la estación, reviso la línea inicial buscando el PARAÍSO y en su lugar encuentro borrosamente escrita en azul la palabra OLVIDO.

 

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