Escritoras jóvenes (Narradoras)

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Paula Labra nace en Santiago en 1972. En 1995 fue becada para participar en los Talleres Literarios de la Sociedad de Escritores de Chile, mientras que en 1997 es seleccionada para participar en los "Talleres Literarios José Donoso", de la Biblioteca Nacional. En 1994 obtuvo el primer lugar en el concurso "Juegos Literarios Gabriela Mistral" de la Municipalidad de Santiago, con su libro de cuentos titulado Isidora. Ha publicado en diversos suplementos y revistas literarias. En 1997 es antologada en el libro Cuentistas para el Siglo XXI a cargo de la Dirección de Archivos y Museos. Actualmente se encuentra trabajando en su primera novela, titulada Demasiadas vidas bailando juntas.

ENCIERRO

Estoy hace cinco días aquí... encerrada... fuera de mi casa. Y yo, que nunca salía ni siquiera para ir a comprar el pan, y yo que siempre prefería estar sola, sin escuchar problemas ajenos y sin necesitar de nadie para ser feliz... Y yo que creía que mi cuota de sufrimiento estaba completa hace tiempo. Y estoy aquí... a pesar de los cuidados y la leche caliente, a pesar de mis trenzas y mis dieciocho años.

Y me aburro... me aburro soberanamente... más que con los novios tontos de la Taty y más que con las canciones del Silvio Rodríguez. Aunque el unicornio perdido me interesa, me ha interesado siempre... sólo que aún no sé lo que es... Y llevo ya siete días pensándolo, o ¿han sido ocho?. No importa, en los próximos días sólo pensará en Unicornios y en primaveras amarillas... pensaré en aromas de melones y en guisos de porotos verdes... pensaré en las orejas coloradas de mi hermano menor... y en mamá... y en su tortilla de zanahorias... y en lo bueno que es todo cuando no discutimos...

Llevo diez días ahora... y los unicornios azules y amarillos ya me cansan... Y lo de estar sin cordones ya no parece tan absurdo... y el poco espacio para tropezar me da tanta risa. Y me traen el almuerzo... y arrojo migas debajo de la celda... y junto palomas, palomas blancas y grises, que susurran como largos vestidos de fiesta... que se acercan a mis dedos y susurran sólo para mí. Y de las celdas vecinas también arrojan migas y al patio colorado vienen palomas diferentes... con susurros diferentes para cada una de nosotras... Y hacemos concursos con ellas... y elegimos a la más graciosa de todas... Y el patio colorado ya no brilla y ya no parece ser pleno Julio.

Y la Nury que llegó gritando anoche, está en la celda vecina y escoge una blanca con la cola recogida... "Como velo de novia" gritan todas... y todas quieren casarse algún día... y todas aún aquí adentro sueñan con ser reinas...

Incluso yo... yo que nunca he estado enamorada. Yo que nunca he querido a nadie, salvo a mi mamá y a mis hermanas... y a una perra vieja que tuve... con los ojos caídos como los míos. Y lloré cuando murió... y lloré mucho, por muchos días... y heredé sus ojos caídos y también varias pulgas que se encariñaron conmigo.

Y la Rosa asoma sus ojos y canta un bolero y escoge una redonda y desaliñada... "Como yo, como yo... Ella es como yo después de tantos años de encierro"... Y todas lloramos un poco... y todas reímos un poco... por ella, por nosotras... por el cariño de iguales tras las melenas... por la vida genuina tan distante... por las manzanas olvidadas y sus semillas... por las hojas que crujen sin colorido... lejos... Y seguimos esparciendo migas... y ensuciando las baldosas coloradas, en arrullo constante.

Y aparece la gendarme de turno... con la verdad en cada giro... con nuestra carencia en los bolsillos... y las palomas vuelan, el concurso termina. Y todas las celdas se quedan sin voz y sin ojos nuevamente, sólo dos se abren, mientras yo multiplico las hebras resecas de mi pelo amarillo, y brazos pequeños limpian las baldosas coloradas... y se acercan, se acercan a mí... y preguntan mi nombre, mi apellido... y si soy la chiquilla que creyó en el destino... Y besan mis dedos... y arrojan plumas y cartas... y un montón de zanahorias partidas.

Y pensar que odié sus zanahorias cocidas... y su jugo de zanahorias al desayuno... Y ahora, ahora las necesito... aunque sé que las madres no abandonan, ahora la necesito... y me conformo con zanahorias, porque las palomas y las visitas... están prohibidas.

TROPIEZO

No tengo cordones, ni cordura... y tropiezo en tu puerta; horas, días, semanas... meses enteros. Tropiezo, como un cachorro cualquiera en un desamor que de cualquiera no tiene nada. Tropiezo y pido a gritos que me devuelvas mis zapatos o mis vestidos, o cualquier cosa que pudiera identificarme. Tropiezo... y tu puerta, que también era mi puerta, ya no me reconoce,... ya no me coquetea con su ojo mágico, ya no deja que lo maquille para Navidad o Año Nuevo, ya no tiene pestañas para jugar... ya no deja que sea yo quien te abra y sonría.

Tropiezo en tu puerta, pidiendo que me devuelvas todas las vocales de mi nombre, tropiezo... y ya no quiero que tan solo tú puedas pronunciarme. Tropiezo y gimo como gato hambriento, porque no puedo hacer nada más, porque mis palabras las pediste prestadas y nunca me las devolviste. Porque no tengo vocales, ni consonantes, ni nada con que defenderme, ni entenderme, ni suplicarte... Aquí estoy, y sigo tropezando... con el pelo despintado, con la boca despintada, con las uñas despintadas... despintando a pedazos tu puerta para ver si te enteras... Despintando a golpes mi inocencia para que te hagas responsable... Despintándome a mi misma para no reflejar en nada tu idiota torpeza.

Aquí estoy, desvestida y despintada... y gimiendo, convertida en cualquier cosa,... o convertida en nada; para ver si te descuidas y quieres entrar. Para ver si te descuidas... y te hago tropezar conmigo.

Selección del libro de cuentos Isidora.

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