TESTIMONIO DE LA PRIMERA PARTE

SOLÍAMOS IR EN SEPTIEMBRE, EL TIEMPO Y WENTEYAO NOS ACOMPAÑABA

 

Al mar solíamos ir el finao mi hermano, el finao mi papá, una mujer y yo. Llevábamos cuatro caballos, los cargábamos y nos veníamos de a pie. Cuando íbamos a marcar pasábamos por Quemeumo, por Casa de Lata y de ahí nos íbamos a Pucatrihue. Salíamos en setiembre para ir al mar, con tiempo bueno.

Antes no había luche como ahora. Nosotros solíamos traer un saco de luche! ¡Ahora, vaigan a ver si van a pillar luche!

En esos años había unas pozas, ésas verdeaban de erizos, se sacaba a mano y ahora hay mucha gente pero no se pillan: Andan igual que jotes y gaviotas. Ahora no hay abundancia. ¿Qué va haber, qué se va a pillar? En esos años no pues, las piedras estaban chapeaítas. Traíamos unos mariscos que se llaman rulamas, locos no, porque eran muy duros, en esos años se pillaba mucho rulama grande, erizos, piures, picorocos, lunfo, luche, el coyofe lo traíamos en tercios. Este se curanteaba. Se hacía un fogón grande, un hoyo, se le hace fuego para que se caldee; cuando está caldeao se saca, se pone un pan y de ahí se tapa. Eso está vagueando igual que un horno de carbón, eso aloja. Entonces en la mañanita se va a sacar, después se va a lavar al mar y limpiacito se deja tendío.

En veces nos juntábamos con otros mareros, ni aunque hayan sido dos, pero ya andábamos acompañados. Solíamos estar una semana, de roquín solíamos llevar harina, tortilla, se llevaba ají machucao con grasa. Allí llegaba uno y "vamos recogiendo mariscos, vamos sancochando", no traíamos pescado, puros mariscos.

Para ir no descansábamos en ninguna parte, solíamos llegar en la noche, una vez pasamos a alojar en Casa de Lata. Había una casa sola, de lata era, ahí llegamos tarde, porque el camino era malo.

Una vez anduve en Llefscaihue yo, pasamos por Trafunco, ahí anduve una sola vez, pero no me gustó el mar, mucho acantilado, no había playa como en Pucatrihue, el mar era más bravo. Cuando íbamos a marear, en la mitad del camino había un Huachi como le nombran, en esos tiempos había unos arcos, se pasaba por debajo y se dejaba harina. Un Huachihue se encontraba en Carrico, ahí había un arco y otro palo "Prensa de Luma" le decían, era una luma torcía igual que un barreno. Ahí se pasaba a dejar harina y ese era el secreto para andar.

El alimento que traíamos del mar nos duraba casi todo el invierno, porque el luche seco no se malea, los mariscos allá los solíamos ensartar en collares y acá charqueado nos duraba más.

Una vez que estábamos en Pucatrihue, yo me iba adentro, donde el abuelito Wenteyao, es bonito y no me daba miedo, adentro es como una casa. Antes sí, se podía entrar, hoy día dicen que está puro mar eso, antes se entraba a pie, había dos catrihues.

Todo eso hice yo en mi juventud cuando trajinaba al mar, ahora más de cuarenta años que no voy. Ya no se acostumbra. Todo se quedó en el tiempo. Todo se quedó allá lejos.

Testimonio entregado por Juan Pichuncheo M., 72 años, Pulotre.

 

VINIERON POR NOSOTROS: VINO, CARNE, CHICHA, NOS TRAJERON

Cuando estaba tan odiado Pinochet, nos mandó a uno de sus jefes acá. Tuvimos con él una cita en el retén de la Misión. La gente nos decía:

No vayan. Les van a cortar a todos la cabeza.

Yo, enojao como estaba, no tuve paciencia, ni desayuné para ir a la cita.

Entonces, llegó un jefe, como las dos de la tarde serían, venía mandao del señor Pinochet nos dijo -Vengo a hacer revivir la Ley de Caciques.

A esa hora dije yo, entonces no nos van a zumbear.

Después que conversó todo, nos dijo:

-Ningún extranjero les va a meter el dedo en la boca. Somos nosotros que mandamos aquí en Chile, los españoles son todos unos traicioneros, y que una esperanza, como jefe de Carabineros nos venía a dar.

Hubo palmeteo de manos, trajeron unos corderos, yo decía:

"Cuándo qué nos van a convidar eso a nosotros".

...Total, que pasamos el día entero ahí. Mataron los corderos, hicieron los asados, los carabineros que había, arremangaron las mangas de sus camisas para pelar las papas, que, según ellos, junto al vino también había mandado el señor Pinochet.

Yo estaba que me condenaba el hambre. Había unos mesones largos.

Ya está, dijo el jefe de Carabineros.

Alléguense todos, esto es para todos nosotros, vengan, vengan, si Pinochet no está enojado con los indios, les manda vino, chicha y ahí tienen un asado y lo del Golpe de Estado, el miedo y lo demás, son sólo malos entendidos.

Testimonio proporcionado por Juan Pichuncheo, 72 años, Pulotre.

Nota a "Solíamos ir en septiembre. El tiempo y Wenteyao nos acompañaba."

Los registros sobre los "viajes al mar" realizados por los antiguos huilliches (llamados por los cronistas como Cuncos) datan de 1851, en una observación realizada sobre la dieta y el comercio existentes entre los indígenas. En ella describe una dieta, en donde incluye carne asada de caballo, papas, porotos, como también dos clases de algas recolectadas en las costas.

Los lugares de procedencia de los mareros, no estaban limitados a los sectores de la Cordillera de la Costa, sino que también los puntos de partida se extendían a distintos sitios del valle central (incluso, según testimonios de don Juan Pichuncheo, hasta de lugares fronterizos del sector argentino).

La línea costera donde frecuentemente se mariscaba, era desde Norte a Sur: Llescaihue, Caleta Manzano, Choroy-Traiguén, Pucatrihue y en tiempos remotos alcanzaban hasta Bahía Mansa y Maicolpué. En estos lugares, las familias instalaban sus tolderías y en redes de ayuda mutua, realizaban su proceso de recolección. Una vez terminada su labor, agradecían al Agüelito Wenteyao y pedían en silencio una buena protección para el camino de regreso a su tiempo cotidiano.

"Los viajes al mar", junto con ser un desplazamiento físico en un lugar y tiempo determinado, se constituían también en un viaje metafísico, en una posibilidad real de integración entre el mundo cotidiano y el simbólico retorno hacia el fundamento de su ser espiritual huilliche.

El recorrido de los mareros a través de la cordillera, describe una trayectoria desde "un sí mismo domiciliario" a un encuentro con una "alteridad ontológica", representada y cuajada en la divinidad del Agüelito Wenteyao. En su camino al mar, los antiguos huilliches ingresaban en una zona, en que junto a las rutas trazadas a machete por el hombre, se superponían los senderos luminosos de la memoria. El viaje se realizaba en la montaña sin hacer el menor ruido, pues el silencio era el lenguaje de los espíritus que poblaban los bosques. El Ritual; El sacrificio de la palabra.

Ubicados en lugares sagrados de la cordillera, se encontraban los "Huachihues" de "Carrico" y "Prensa Luma". En ellos, el marero depositaba una ofrenda de harina tostada, junto con la oración: "Agüelito Huentiao Amutuam Pucatra, danos buen tiempo, buen camino, buena faena". En ese momento se ritualizaba el viaje: El marero, de ser "un viajero", se transformaba en un "peregrino creyente".

En cada viaje estacional a la Costa, el huilliche además de abastecerse de productos para su dieta alimenticia, aseguraba la reproducción simbólica de su cultura a través de un perpetuo retorno.

Nota a "Vinieron por nosotros: vino, carne, chicha nos trajeron".

Una de las políticas significativas de las autoridades de la Colonia, era no abandonar bajo ningún motivo los sistemas de alianzas con la sociedad indígena, para ello los Capitanes Generales ordenaban prolijamente la realización de Parlamentos, en los cuales se establecían normativas que guiaban y garantizaban las relaciones entre la Nación Mapuche y la española.

Con el advenimiento de la Independencia, no hubo rechazo total al mundo indígena ni a los modos de relacionarse con él durante la Colonia. Se mantiene la estructura administrativa de Capitanes de amigos, comisario de naciones, etc. En el periodo republicano, estas instituciones continuaron operando y tampoco desapareció completamente el reconocimiento a los caciques como autoridades legítimas.

En el caso huilliche, el presupuesto del Ministerio del Interior de 1844, contemplaba el financiamiento de agasajos y pagos a los jefes mapuches.

La situación que nos plantea el testimonio tiene mucha relación con ello. En este caso, el "agasajo" a los huilliches de San Juan de la Costa tiene como propósito, más que legitimar un tipo de autoridad indígena, mantener "sosegado" y en "estado informal de alianza" a un sector importante de la sociedad chilena (poco más del 70% de la población de la comuna es indígena) en el momento en que acontece un clima de inestabilidad política y conflicto interno provocado por el Golpe de Estado de 1973.

Bernardo Colipán Filgueira, Pulotre. Testimonio de vida de una comunidad huilliche (1900-1950). Santiago, Editorial Universidad de Santiago, 1999. Del capítulo I, "Vidas huilliches".

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