CUATRO POETAS DEL PERÚ
JOSÉ CARLOS IRIGOYEN
EL LIBRO DE LAS SEÑALES
1
Mi padre es la blanca señal que fragmenté esta noche de agosto sobre la-espalda de Santiago.La blanca señal que brilla sobre la espalda de Santiago como la lengua del alba sobre las modestas criaturas. Es una noche de mucho viento, las ventanas
del restaurante tiemblan tantoque es imposible escucharse, distinguir un sí de un no y esto resulta un problema cuando lo que quieres proponer es un asunto oscuro y espinoso:
"Es un problema porque aún tiemblas con el violento martilleo nocturno que hace el herrero judío del primer piso, y no te has acostumbrado al roce de las plumas sucias que llevo bajo mi espalda.
Es un problema porque en mi cama ruedas insomne igual que el pastor que en la madrugada vigila de pie una piara de cerdos al borde del precipicio.
Y yo sólo he preferido esta noche no hacer caso a mis malas intenciones que tarde o temprano vienen sin poder nunca definir si mañana será un buen día o no. Me comporto tal como lo hacían los Atridas: confundiendo los antojos de la naturaleza con los de mis propios oficios.
Así he llegado hasta aquí perdiéndolo todo mientras removía el aire quieto de la calle"
Tú me miraste confundido: Por primera vez lo que te quería proponer no era en absoluto muestra de inocencia.
Es cierto que antes de que yo llegara desconfiabas de los hombres inocentes, porque clavaban las puertas y las ventanas con tablas y levantaban barricadas en las calles con los muebles que a mi padre y al tuyo les había costado tanto conseguir. ¿Y todo para qué? La consigna era no dejar pasar a la Historia que anunciaba su llegada tocando un tambor a la hora convenida.
Y tú detestas cuando por la ciudad comienza a sonar su redoble porque ellos entran al restaurante asustados y se quedan a planear nuevas estrategias
y tú te pasas toda la noche (nuestra noche) sirviéndoles café.
Es hora de que lo entiendas: todo animal se vuelve voraz cuando es acorralado por las formas de la muerte. Tú mismo recuerdas cuando vagabas por las grandes capitales esas ganas de venderte a cualquier precio antes de que el dueño de tu cuarto te tumbara la puerta entre gritos y amenazas -"los europeos son muy fríos" me decías. Y sin embargo recuerdas el ardor de tu cara cuando entraste a ese albergue de Amsterdam donde dormían chicos muy blancos hundidos en el fondo de sus literas y esa noche te volviste voraz como el ángel que sale a pasear por la ciudad y se olvida de atender a sus enfermos.
(y a pesar de esto, no has perdido tu sentido del deber con las otras criaturas: ahora dices que detestas a los poetas porque según tú viven de la desnudez de los animales. En sus textos siempre hay personajes cubiertos de pieles o de plumas que encarnan el heroísmo y el progreso o al menos una celebrada elegancia. Lo que no sabes es que en cada poema aunque no sea mencionado también existe un macho cabrío que todas las mañanas canta cubierto de carne humana para despertar a todos los habitantes de la ciudad)
De esto se ha encargado la Historia con su paso por las calles y por el aire: de hacernos igual de culpables a todos. Así en unos años los estudiosos no tendrán otro afán que viajar a tierras extrañas para hallar fortuna y descifrando sus escritos inconclusos podrán identificar los cuerpos desnudos que encuentren dispersos por el curvo remanso del espejo.
Y de nosotros dos nadie dirá nada porque esos negros años los pasamos dentro de este restaurante amarillo cuidándonos siempre de no ser vistos armando pacientemente una historia que nadie nunca quisiera filmar. Nunca buscamos una verdadera valentía porque el destino de los héroes siempre entra en la palma de una mano; ni sacamos un centavo de las cuatro estaciones como otros en nuestro tiempo falso como el collar colgado en el cuello de la camarera. Pero sé que eso poco te interesa.
¿no es acaso la Historia una imagen imprudente de un poeta que sabía demasiado?
El problema surge cuando la distancia que nos separa de la sabiduría es propiedad del placer: en ese caso mejor ni intentes el regreso. Mejor guiémonos a ciegas por el comedor y la cocina sin preocuparnos por pisar a los discretos y pequeños animales que viajan por la oscuridad hasta hacerla una leyenda para por fin hacernos de la belleza de todo aquello que nos es incomprensible.
Ya sé que esto parece la canción de un embustero: señales y formas. Pero todo cuerpo que abandonas durante una larga estación requiere de una teoría si quieres volver a recobrarlo.
2
Los hebreos se equivocaban gravemente
cuando aseguraban que el mejor momento del día
para reconsiderar las imágenes
era éste el del Excesoy a esta hora de la mañana mientras vago
por mi vacío departamento
sintiendo que algo se descompone en la bañera
no puedo dejar de pensar en ellos:
¿cómo los representaré en mi próximo poema? ¿como la muchacha que no concilia el sueño porque duda de quién es la cabeza que besó en la oscuridad? ¿como una salamandra, que huye de las llamas para terminar en el indigno vientre de un perro? ¿como la oveja abierta entre los arbustos indiferente al rojo engranaje que rechina en el cielo? ni siquiera me preocupo en anotar
mis ideas en esta carta:
todo lo que escriba ahora
mañana será ceniza
y no verán en mí ningún signo de aflicción:
sólo lamento el recuerdo de los muchachos judíos escribiendo desvelados versos en sus cuartos de alquiler, oyendo en las noches el ajetreo del mercado, negados para corregir o siquiera reconsiderar. porque en el exceso sólo cuentan las primeras intenciones.
y yo, como el que más reconozco mis excesos cuando la sombra de Santiago atraviesa el muro de la cocina exigiéndome un poco de cordura: he pasado toda la mañana revolviendo los cajones y libros buscando debajo del camastro y de los muertos que se amontonan en el fondo de cada vals
buscando una caja donde guardo las cartas amarillentas de un muchacho que siempre me escribía en épocas de guerra cuando yo era corresponsal y dormía entre batallones y carpas y amurallados hospitales para tuberculosos
con las ventanas y las puertas tapiadas
hospitales no inscritos en la rueda de las horas
como si los enfermos de pronto olvidaranque los días cada cierto tiempo se repiten.
y aquí vuelvo a escribirte respirando lentamente como una cicatriz sentado y rodeado de ocultos y vacíos caballeros
que pasean de la mano en la noche por los corredores
de mi apartamento rumano
no sé si me recuerdas en las playas
siguiendo la ruta de san miguel entre barricadas
torres de vigía y alambradas
calles cubiertas de muertos
tú eras muy ligero y por eso
me recordabas a la sangre
a cada paso tuyo una raza desaparecía
y yo te rogaba camina camina
y tu nombre quedó grabado
sobre mi cabeza
como el metal en un brasero:
antonio robles: ¿no esperas, después de todo este tiempo, un tipo que te sodomice en las bancas de espera de una estación de autobuses?
¿es cierto que te vendiste
por unos mariscos pasados
a un viejo marinero cuando llegaste
muerto de hambre
a un albergue de lausana?
¿o ya no me contestas pues has hecho caso a los que te dicen que no soy un poeta honesto porque me gusta escribir con nombres propios?
yo soy el poeta catalán convertido en mito
allá por 1973 cuando antes de matarme con bexedrina
dejé algunas coplas a mis amantes ocasionales
y unos pasos de ceniza en el camino
de mi cuarto al baño
yo te escribí en algún bar unos sonetos
donde prometí eternidad al que tocara mi cuerpo
y mira cómo he cumplido
ahora todos los amantes nos recuerdan con los ojos abiertos
acostados en los edredones de sus padres
y en todos los vasos de Sodoma
están escritos nuestros nombres
éste es mi mayor esfuerzo por ser honesto:
forjarme la eternidad mediante el exceso
es fácil en una época como ésta que se afana
en hacer leyendas de cualquier cosa
si yo por ejemplo decido tomar una siesta
en las bañeras vacías
de Nuestra Santa Iglesia local
y de repente un grupo de alegres muchachos alemanes
vestidos de negro derriba la puerta
y me toman de la garganta
recriminándome la falta de oficio de tus labios
¿recupero esa dignidad que según todos
nos aleja de la muerte
pero en realidad solo sirve para firmar con ella
un pacto de no agresión?
forjarme la eternidad mediante el exceso
tú sabes, despertar en el dormitorio de un hombre
a quien conocí recién anoche
buscando en sus ropas tiradas en el suelo
alguna señal de muerte
y conjuraría buscándole algún parecido con mi padre
estoy obsesionado con eso
y en realidad los hebreos no se equivocan tanto tigres dando vueltas en la bañera remando en el polvo ahora sé que cuando vienes a mí puedo negarme a tus primeras intenciones pero si olvidas tu prestigio e insistes y viajas al extremo de mi barba salada te concederé la eternidad escribiendo para ti la mejor de las leyendas: no tengo nada mejor para ofrecer. 6
Mi madre era larga como el cordón imperial que separa a la mujeres de la luna. Eso, claro, fue hace mucho tiempo yo no había encontrado a
Santiago
sirviendo café en un desvelado
restaurante amarillo
ni la sangre se extendía por el
mundo
como un animal de cien lenguas y ella era todavía poco apetecible y delgada, se contemplaba en el espejo del dormitorio y veía un árbol del cual se descolgaban confundidos hojas y párpados. "No has redimido tus deseos" le decía mi padre tendido en la cama, ocultando con las sábanas su cuerpo intocado.
No era -ya lo dije- una buena época, pero aún tenían ánimos para acostarse bajo las estaciones veloces diferenciando lo desnudo de lo vacío según los árboles que fueran encontrando en el camino guiados por el desorden que todo milagro comprende. Ella metía medio cuerpo dentro de la boca abierta de los sauces sin saber que allí anida la risa del Cáncer. Luego esperaba a mi padre apoyada contra un muro silenciosa como una isla durmiente sin advertir los nefastos círculos de sal que rodaban esa noche por el cielo. En nada reparaste, dama del miedo, ni siquiera en la música de las plantas vivas que ya por esos años anunciaba tu tragedia. Ahora quizá por tu olor a leche rancia apenas seas tan larga como una solitaria
"Toda costumbre ajena a tu raza tendrás que cargarla a tus espaldas. Igual que cargar el cuerpo muerto de tu más venerado pariente y dejarlo en la copa de un árbol que no florece. Solo los hombres justos renuncian así a su poder de juicio". Así dijo Renzo, leyéndome las cartas una tarde de sábado en una taberna suburbana acomodando sus fotos italianas y españolas sobre la mesa justo en esa hora en la que mi único deseo era un hombre que me pagara la cuenta bajo el signo de Escorpión. He preguntado, hace unas horas cómo hacer mi cuerpo de doncella comparable al de mi madre en aquellos años cuando cantaba trepada en un piano en los bares de músicos africanos pero no he obtenido respuesta ¿tan difícil es acaso
ser para los hombres
un torrente abrasador?todo el que renuncia a las costumbres también renuncia a su rutina mira a los hebreos, por ejemplo exigían un cambio de costumbres de espacio y elegidos ascendieron en humaredas todo implica un sacrificio, claro recuerda que las almas más seguras son las ajenas a la perfección pero ¿a qué era ajena mi madre?
yo no lo sé, dijo Renzo
no sé a qué era ajena tu madrepero se rumorea que trabajaba
rescatando con redes
actores pornográficos
en una cloaca de Roma
El que tiene poder de juicio huye sin saberlo del milagro digo sentado en la ventana del corredor más oscuro de mi casa justo a la hora en que las sombras se revuelcan contra los retratos familiares mi padre está encerrado en su habitación como el mar en su sexo infinito mi madre ha salido a beber al bar de la esquina con una banda de músicos negros -los Banjul brothers- y Santiago no está a mi lado apretando mi cuerpo de doncella ni intentando cambiar mis malos pensamientos "Que un gusano se coma a un niño
no podrá catalogarse
nunca
de violación"te digo bajo el marco donde cae esta luz funeraria tú no eres más que una sombra pero igual estamos juntos sentados en el corredor mirando por la ventana un útero descolgándose hacia la consumación de los siglos 8
Una boina enarbolada (heroicamente) por el polvo
puede ser el mejor de los símbolos para nuestra épocapuede ser el sol colgado sobre las conversaciones
entabladas hoy dentro del café amarillo que tú
escuchas aburrido sobre el mostrador"esta gente no tiene hambre" me aseguras "solamente
vive soñando con robarle la comida a Dios"
porque es gratis, pienso- nuestra noche no se puede repetir sin guardar en alguna parte las sentencias y preguntas
de los viejos de traje que monologan
la glándula de la angustia se arrastra bajo la luna
dejando un rastro que puede ser el rumor
de otro tiempoen que se valora de verdad
la importancia de cada
cadáver.
Es decir, su valor económico. ¿No te das
cuenta de que ellos no consumen
porque están muertos?
Tienes razón, dices riéndote cerrando la puerta "Uno de ellos pasa toda la tarde sentado escribiendo en un papel trabajando metáforas sobre la leche. ¿no es verdaderamente una indecencia?"
Toda una noche llena de preguntas
y comienzo a sentir el cansancio de quien se pone a hablar de las interminables manías de los muertos.
Cierto es que la Historia ya ha pasado por aquí
y no hay nada mejor de qué conversar, pero
¿no podemos recurrir a algo más cotidiano?
Podemos pasar nuestra larga juventud
sobre una mesa sintiendo el aliento
de otro cuerpo las costillas estiradas como
pecesasí también se puede conseguir
cierto romanticismo del que poseen
aquellos que no pueden dormir
por sus crímenes pasados-
cuando vean a sus padres a medianoche
en la cocina tomándose la cabeza
no hagan preguntas ni les hablen
de los lejanos campos
llenos de hombres
desnudos
con el cabello largo
hecho una trenza-cada uno de ellos es una noche de insomnio
que -van a tener que purgar.En un principio puede que no me entiendas, solo déjate andar de noche por las calles abandonadas
y observa todo lo que se mueve alrededor:puedes encontrar a una chica de buenos modales
caminando de la mano con aquel chico callado
que alguna -vez en una casa de las afueraste tocó los agujeros de bala
con la excusa de que quería creer,o de pronto
toparte con un cuerpo a solas que anida
dentro de una cápsula de cianuro y -vaga dentro de ella
como en un oscuro desierto
cercado por la muertey a ambos les tendrás miedo pero se mostrarán amables como las parejas que habitan debajo del piso de losetas de las estaciones de tren en Europa. Y ellos también conversan esta noche
dentro del restaurante y sin ocultarnosuna sonrisa son desdeñosos con este país y las luces que de él emanan por la madrugada sin percatarse en las esculturas de labios luminosos que guardan las plazas ellas, de rostro de bronce
son una señal permanente
(como ellos)y nada anuncian aparte de su vergüenza:
siempre rodeadas por un anillo de hoteles
y de muchachos y muchachas veloces
como roedores en la penumbra de un bosque
buscando entre los pasillos
una puerta entreabierta
la cama más limpiapegando un oído al muro
para escuchar la liturgia.Avergonzadas esculturas altas representando
mujeres, generales, animales de los montes,terminaran en poco tiempo regadas dentro de las tinas ensangrentadas del matadero de la ciudad cuando los que ahora bailan a su alrededor decidan olvidarse del rigor de los significados y prefieran un Orden más simple y seguro: parias, indiferentes trabajadores, un encantador barrio obrero- y todo lo que está
fuera de la realidad
para ellos será apenas
un decorado teatral.¿Y los hebreos? bueno. es cierto que nuestros esfuerzos por ocultarlos no han dado buenos resultados. Cualquiera que se pasee
por la ciudad puede verlos ofreciéndose inmortales
a los turistaso huyendo asustados del humo
como si fueran perros.Y dentro de los más bajos toneles
puedes ver a los negros y a los gitanos
aplaudiéndose entre ellos. No digo
con esto que sean ajenos a nosotros:
su aliento nos rodea como el ala
de un cuervo, presentimos el golpeteo
de sus lenguas, sentimos
sus codos contra los nuestros,
y es entonces que somos dueños
de una incómoda certeza:¡Todos ellos están dentro del restaurante! Con angustia se levanta el telón
y los ves ocupando todas las mesas
donde antes estuvieron los hombres inocentes
que te mantenían ocupado toda la noche,
o los viejos de traje que ejercitabansus manos sobre ti. Tampoco podías pedir otra cosa:
después de una guerra todos los que eran
tus buenos vecinos o tus parientesmás venerables no están más, y sus habitaciones
y oficios son ocupados
por astrosos y vagabundos
y de tus mejores clientes-silenciosos, de buenos modales
a pesar de la carnicería desatada
en todas las memorias-
no te quedó sino un vacío en medio de la sangre, igual a un hambre antigua. Pues bien, ¿Qué puedes hacer cuando te suceden estas cosas,
toda la ciudad duermey ya a nadie le importan tus lamentos y el dolor te hace confundir la luna con el Gran Peloj de los Ángeles? ¿Qué puedes hacer en esas ocasiones cuando quieres controlar un deseo? yo solo recuerdo que te ayudé a desalojarlos- Cerramos la pesada puerta de acero y lavamos la vajilla con el cuidado de un muchacho huesudo que lava sus partes
a la ribera del ríoy estuvimos dispuestos sobre la mejor mesa
a pesar del gran viento y la oscuridad
y a la sombra de la oración del herrero judío
que en el primer piso golpeaba el metal
y lo limpiaba de restos de sangre:"Los amantes se entregan después de la batalla
Dentro de las carpas y sobre las pieles vivientes
E indiferentes a las columnas de muertos
Que se mueven por el aire oscuro
Como los grandes gusanos de la culpa"Entonces él abrió la puerta de servicio -tú me tomaste de la mano y salimos a correr por la vieja calle- y al fin supiste de qué estaba hablando -y ya no te importó el martilleo -ni la blanca señal sobre tu espalda- solo este canto en contra de la noche -que vamos entonando nosotros dos.
Lima, verano 1999.
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