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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


Presentación de Verónica Zondek

 

SOL NACIENTE (1)

El rostro a contraluz.
Blanca mensajera asesina en el pudridero de su cráneo,

la pregunta: madre, ¿por qué me has abandonado?

 

CAMINANDO CON SÖREN KIERKEGAARD AL FONDO

Como un perro camina usted, Sr. Kierkegaard.
Mordiéndose la cola en círculos pequeños
va detrás de mí del baño a la cocina
con sarna con rabia.
Su hocico, su pelo me olfatean.
Y mientras tejo para su hocico una red. Es decir, una fe.
Cristos, sombras de madera por entre la maraña caen.
Se arrastra a tientas y sin ley.
Ora eclipsado ora desollado aullando por la pared.
Espulgándose con mis lápices, mi cuchara.
Ya está bien, levántese.
Con sus propios dientes muérdase de una vez.
Inyéctese.
Y olvidará usted, Sr. Kierkegaard.
Cristos,
huesos de madera por entre la maraña caen.
Yo era feliz,
con desasosiego iba mi sombra.

 

NINGUNA CARTA DECÍA NADA EXTRAORDINARIO

Pero las devoré letra por letra.
Cayó la cera derretida
y como una escultura se secó al momento.
Era el final del papel y sus historias.
O el comienzo de la cera moldeable.

Doblé el borde de otra página.
Nada había que no pudiera ser consumido por una llama.
Pude oler el cansancio de quien escribió un testamento
en el instante en que ya no podía.
Sus dedos, sus más pequeñas huellas,
pasaron también por mí.

Ardiendo sobre una vela estoy.
Nadie me teme.
Borro todo lo que se quiere borrar.
No hablo, no revelo secretos.
Ojalá no venga ninguna mano y las rescate.
Ojalá no entre ningún viento por la ventana.

 

AMNESIA

1.

Abrió la reja y se quedó en la yerba.
La primavera vestía íconos rojos.
Abrió la reja al atardecer, como si nada.
Del otro lado alguien gritaba algo sucio entre los pinos.
Duele la infección de la primavera en las tráqueas,
el vacío, la náusea, el polen que se deposita en los ojos.
Como una mariposa tirada en la plaza sueño
mientras me sacan la astilla.
No es una mariposa esto que mordisquea.
No es una corriente de carne silenciosa.
Por un pasillo, en la yerba, las patas arriba.
Creo haber jugado de niña con levines.
Pero a la primavera no le he visto nunca la cara.

2.

Mi cara fue tomada, yo me recostaba sobre un muro.
El crepúsculo me cegaba y una brizna una brizna.

Mi madre entrenada en el crepúsculo de las imágenes sabe
que las luces de entrada son las mismas que de salida
que un espejo bastaría para olvidarme y refractar un poco.

Una linterna contra el párpado abierto: Si ya estaba muerta,
¿qué hace una mano en mi lagrimal del ojo?

 

VÍSPERA

El sol arrugaba la última hoja.
Las paredes los cuchillos se doblaban.
La última cena.
La última palabra.
La mano quemaba el incienso.
La mosca nadaba en el último vaso.
El asesino volvía por mí.
Mi madre limpiaba el lugar de los hechos.
Los monjes de velludos dedos abrieron el libro:
septiembre.

 

DESFUNDACIÓN

Y bien: Cuenta las almas del callejón vacío.
De nuevo cuenta sus botas, las numerosas fuentes y desvíos.
Extrañas y seguras las murallas, los cántaros.
Cuenta las piedras, los mohosos dardos.
Las ganancias, las pérdidas.
Sobre el asfalto cuenta enemigos cuenta enemigos.
Y los esbirros de pie y a caballo que cuentan contigo.
En medio del océano callejero mi rostro lanzo por la ventana.
La mano que lo recibe arroja luego barquitos de papel (Uno
incluso con velas).

 

TEMBLOR

Señor: De acuerdo con el balance de liquidación de amistades que cada
fin de año realizo, basado en rigurosas constataciones, paso a
comunicarle que usted ha pasado a engrosar la lista del mismo.

Reinaldo Arenas

Un hombre liquida en un tugurio.

Los amigos suelen ser hermosos.
Obviando el desenfreno tienen la caligrafía perfecta.
Son laberínticos, desenfadados, el espíritu de la poesía.

Otro poco de vigilia un hombre liquida en un tugurio.
Comunica, constata, es riguroso.
Escribe,
reescribe.
¿la vida es sólo sueño?

La magia los papeles robados un hombre qué hace en el
tugurio,
¿sólo esto? ¿sólo esto?
la magia el desenfreno los papeles robados la caligrafía perfecta.

¿Termina o comienza el año?
La hora del balance el hombre llega a un desacuerdo pacta con
el mundo.

Atentamente se despide.

No más hombre.
Ni tugurio.

 

DICCIONARIO DE ERRORES

Todos los gritos.
Todas las palabras.
Todos los errores al fuego.

Suben por la página, por el lomo débil.
Ciudades. Nombres. Rostros.
Alimento de las llamas
y de inquisidores que un día fueron
juanes o pedros
y que seguirán con el lápiz en la mano inválida
en vano predicando, en vano suprimiendo,
la mancha que nunca se borra.

 

MIS VECINOS ERAN DEL KKK

Algún desvío de la norma habrá.
Ocurrirá a medida que el tiempo se hace más abierto -dijo-.
El consenso varía de a poco, acerca de lo cual ya nadie miente.
Como si el consenso empujara me caigo en las escaleras,
en los andenes, en las puertas.
Y al rostro detrás de la ventana
Y al ascensorista
y el trovador
Y a la muerte
y el cartero,
Cállate -les digo-,
Hocico de policía.
Cállate
estertor
miedo ruido de la ciudad.
Salgo a la calle como quien bordea un pantano.
También la lluvia puede ser un cómplice.
Una figura en acecho.
Negra blanca japonesa
me atrapan en los pabellones.
Reboto detrás de las rejas.
Y cuando me pregunto quién censará esta basura
pienso en un rostro cubierto por una capa de cera.

 

BAR ESTACIÓN DEL METRO REPúBLICA

Para Ángel Escobar

Los zapatos de X resbalan frente a la puerta.
Detrás de los cristales Z
conversa con I que limpia el local.
En los guantes de G se pierde una moneda.
H me sonríe con los ojos
ligeramente alargados por una línea.

Mis vecinos comparten a sus novias con los hermanos Marx.

Sube al baño con la mente en off.
Baja del baño por el pasamanos.
Las moscas tiritan de frío: queridas,
¿han visto alguna vez un aluvión,
el divorcio entre una cabeza y su cuerpo?

El cuerpo marcha con la república en armas.

La cabeza dice no
y se suicida en las vigas.

 

CARRERA DE INVIERNO

1.

Los maniquíes del Paseo Ahumada caminan por el cielo raso.
Ausentes, esbeltos. Ni actores. Ni cisnes.
Tras un cristal blindado el S.O.S. que envían ellos mismos lo reciben.
Los maniquíes no preguntan por qué esto aquello.
No son lo suficiente para los museos.
Lo suficientemente hombres para los suburbios.
Lo suficientemente dioses para rascacielos.
Van del tocador al cielo raso el cielo raso es un país.

2.

Vamos del modo que el maniquí hambriento se va
inescrutable sobre las piedras. Antes de que el invierno seco llegue
y el silencio toque en tu puerta. Igual que el viento
sacudiéndose contra las rejas levantando el polvo el orín.
Rápido que hasta las piedras caminan con la cabeza rapada.

 

DEFENSA Y OLVIDO DEL OTOÑO

En otoño las manos caen como algunas hojas.
Por sus venas corre el destino de un país o de un árbol.
No sólo para que caigan el viento las mueve a veces.
Yo soy el viento. Me gusta penetrar los parques
aunque ya no sepa si son hojas o manos
las que desde el piso he levantado conversando a solas.

 

MERIDIANO CERO

Entre la multitud en silencio avanzar el pie.
Borrar mi rostro, redondear el vacío.
Cada uno en su meridiano       (Yo en mi Greenwich).
Dinamitadas las plazas, dinamitados los árboles.
Dinamitados los perros y las calles.
Cambian los meridianos           (Yo en mi Greenwich).

 

LA NIEBLA

Que me detenga aquí.
Que también yo contemple más allá de los cerros.
Y de memoria el Pacífico repita el verde-azul furioso del
olvidado mar.
Que me detenga aquí
y respire por un minuto a través de la niebla.

 

TRABAJAR CANSA

Los escribas egipcios caían por exceso.
No chupaban uvas.
Las uvas son jugosas, caen por defecto.

Camino del bar, gritaron los escribas.
La palabra, efimera, se había ido.
Muerta beberá boca a boca con la tierra.

 

DRAGÓN

Me comía las cadenas, las bisagras, la puerta.
Me devoraba las lanzas.
Para atrapar orinando al hijo del cielo
me sabía la contraseña.
Tinto en sangre me tragaba su tinta.
Pero tras estos barrotes NADA.
El mago, el payaso, el malabarista.
He representado todos los papeles.
Por fin con mi antorcha llego.
Así que tú, me gritan desde otra sala.
Abre la boca. Ábrela. Y la abro.
No un puente, un pozo, ni una calle.
Mi boca es un pasillo de la Dinastía Meig.

 

CONEJILLO DE INDIAS

Entran barren y barrenan ¿quién soy yo? El conejillo de indias.
¿Quién soy? El conejillo con el marcapasos,
con el virus del sol apostando al cielo.
En épocas de caza los conejos se desbandan. (Yo no).
¿Quién soy yo? El conejillo expuesto a los rayos X
con parásitos en la cara.
Sobre la mesa las disecciones nocturnas.
Eran seres gregarios,
oscuros,
(Yo no)
me dijeron.
¿Quién soy yo?
Si atravesara el maíz en una bicicleta.
Si atravesara el tabaco, el arroz.
El conejillo bajo los almendros.
Eran seres gregarios,
huidizos,
me dijeron.
(Yo no).
¿Quién soy yo para las persecuciones nocturnas?
¿Quién para máximas velocidades?
Los conejos un día cualquiera se desbandan. (Yo no).
Entren barran y barrenen.
Me quedaría como un lagarto incubándome.
Sin ruido desvencijado como un tambor.
Me quedaría, sí.
Pero,
¿y los experimentadores?

 

HIMNO DE LA ALEGRÍA

"el campesino romano utilizó, por primera vez, la metáfora delirare -que significa salirse del surco- para aludir a un loco."

Salidos,
arrebatados,
solos con nuestro rastrojo,
qué importa sino el camino.
Pérdida del ritmo tras la raya.
Oh mi buey
NADIE NADIE
dejó preguntas,
lápidas,
ni inscripciones.
NADIE NADIE
aró en tu cabeza hueca
como yo.
Pérdida del objeto tras la raya.
La raya no.
Está siempre ahí,
pero cambia de cara.
Y es hoy la cara de un muerto
que no sabe del gusano
que corre.
Pérdida del sujeto tras la raya.
NADIE NADIE
sin rastrojos, ni nada.
Salida,
arrebatada,
hermano mi buey.
Escucha:
Se despide el delirare.

 

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