La Reforma Educacional está en marcha, pero pese a los nuevos postulados que incorpora para hacer de la enseñanza un bien de todos, la forma en que ésta se realiza aún evidencia señales de desigualdades que ponen en desventaja tanto a las mujeres como a las minorías étnicas.

Prof. Sonia Montecinos.
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Si le pedimos a un escolar promedio que cite cinco personajes ilustres de la historia de Chile, la probabilidad más alta es que su respuesta por lo menos cuatro de los cinco nombres sean masculinos y no contemple ninguna mujer. Este es un ejemplo básico sobre las diferencias de género que se observan en los planes de estudio y contenidos de la educación chilena. En este sentido la reformas educacionales que se están llevando a cabo en toda Latinoamérica, al menos en lo teórico, buscan lograr la equidad para las distintas clases sociales, sexos y etnias.
Junto con eso, pretenden desarrollar una innovación en términos pedagógicos, ya que las nuevas destrezas que se deben enseñar, como producto del mundo actual, no pueden ser adquiridas con las herramientas pedagógicas del pasado. Por lo tanto, contemplan la incorporación de nuevas tecnologías en las salas de clase y la transformación del rol de profesores y profesoras, desde su papel tradicional de dictador de cátedra a una especie de guía que entregue a los alumnos los métodos y herramientas para que finalmente sean ellos quienes elijan cómo aprehender (y aprender) los contenidos.
“Todo es muy bonito en la teoría, pero cuando se ve la realidad se nota el cambio”, señala la antropóloga Prof. Sonia Montecinos, directora del Centro de Interdisciplinario de Estudios de Género,
“Se reproducen ciertos estereotipos y relaciones de género que colocan a las mujeres en una posición de subordinación, desigualdad y desvalorización respecto a los hombres”.
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responsable de una investigación denominada “Cambios y continuidades en los prejuicios de género y etnocéntricos en contextos escolares de Enseñanza Media en Chile- Análisis de nuevo material educativo y prácticas educativas” (respaldada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico), que a partir de un estudio comparativo de cuatro colegios de la capital y el uso metodológico de “etnografías de aula”, revela cómo se desarrollan estos nuevos pilares de la enseñanza.
El proceso de transformación en los colegios considera la inequidad que se produce entre hombres y mujeres. En primer lugar la que se relaciona con la forma de transmisión de las materias, “en las distintas asignaturas, donde se puede encontrar que los contenidos son desiguales, por ejemplo la historia que se presenta, fuertemente masculinizada. En Lenguaje y Comunicación en tanto, se lee mayormente a hombres, por lo que las sensibilidades femeninas muchas veces no están representadas”, comenta la Prof. Montecinos. También, destaca que se ha considerado el “currículum oculto”, que se refiere a la relación profesor, profesora-alumno, alumna “donde se reproducen ciertos estereotipos y relaciones de género que colocan a las mujeres en una posición de subordinación, desigualdad y desvalorización respecto a los hombres”. El estudio también pone acento en la palabra “señorita” con la que se nombra a las alumnas y que tiene toda una connotación que tiende a domesticarlas dentro de un rol estereotipado que implica obediencia y silencio.
Así como las féminas no aparecen en la historia, los indígenas son menos considerados. Las desigualdades étnicas se evidencian en el currículum oculto y da cuenta de múltiples muestras de racismo que se producen en los colegios, en contra de los niños y jóvenes, de grupos minoritarios, como mapuches, peruanos y bolivianos.
Las claves de la disparidad

Tres colegios de Santiago fueron los escogidos para el desarrollo de este estudio: uno de estrato socioeconómico alto (Juanita de los Andes y Padre Hurtado), uno de medio (José Toribio Medina, de Ñuñoa) y otro de bajo (Pedro González Pacheco, de Quinta Normal). Durante siete meses el grupo investigador desarrolló la metodología de “etnografía de aula”, es decir, debieron incorporarse como observadores en las salas de clases, para registrar todo lo que en ellas ocurría.
Una de las principales conclusiones que refleja este estudio es que hay un problema en la distribución igualitaria de los nuevos materiales que promueve el Ministerio de Educación, ya que desde hace dos años que éstos no son entregados a todos los colegios. “Nuestra hipótesis es que en el tema de clase se produce una profundización de las diferencias, porque vemos cómo los colegios municipalizados de clase baja están en desventaja en términos del material cultural de que disponen,
“Las diferencias de género siguen existiendo porque no están internalizados los contenidos de la reforma en los profesores.”
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con respecto a los de clase alta, que reciben una educación espectacular. Mientras estos últimos leen en el semestre aproximadamente siete novelas, los estudiantes de menos recursos, apenas llegan a leer el extracto de una”, comenta la Prof. Montecinos.
Los nuevos textos, mientras en la clase alta fueron considerados simples, por lo que optaron por la utilización de material creado por ellos mismos, en el estrato más bajo fueron tildados de complicados, no se les aplica correctamente, ni se realizan las actividades que en ellos se señalan. Los libros son novedosos, pero son ocupados de manera antigua, debido en gran parte a que los profesores no se sienten comprometidos con los innovadores mecanismos de esta Reforma: son muchas las exigencias que se les imponen y el sueldo que reciben no se condice con ellas.
En el campo de las diferencias de género, éstas también ocurren de forma distinta, dependiendo el nivel socio económico. Mientras las alumnas del Juanita de Jesús deben lidiar con la constante comparación que se hace de ellas con la contraparte masculina de dicho centro educacional, el colegio Padre Hurtado, en las clases bajas las mujeres permanentemente deben negociar por el liderazgo, por ser consideradas.
El trabajo en terreno también evidenció que fuertemente se está desarrollando en los colegios municipalizados una cultura juvenil de grupos hiphoperos, punkies, entre otros, que opera con reticencia ante todo lo que significa el colegio. Hay un abismo muy grande entre los alumnos y la mentalidad de los profesores, que no aprovechan de incorporar elementos de estos grupos para generar nuevos conocimientos y provocar cierta cordialidad en el trato con los alumnos.
Para la antropóloga Sonia Montecinos, “las diferencias de género siguen existiendo porque no están internalizados los contenidos de la reforma en los profesores. En términos de etnicidad ocurre lo mismo. Observamos que en los colegios municipales, hay varios niños mapuches, pero cuando se tratan temas de su etnia no opinan, ni menos son incorporados por los profesores. No se trata de discriminación explícita, pero la manera de tratarlos es tradicional y racista.” También esto queda reflejado en el análisis de textos que se ha llevado a cabo para esta investigación, y que demuestra que los libros de historia escogidos en pro de la Reforma fallan principalmente en el tema etnográfico: todas las imágenes utilizadas son de niños de clase media alta para arriba, rubios y blancos. Nada más alejado del prototipo del chileno, que es moreno.
Las dificultades para desarrollar esta investigación -como la renuencia de los profesores, que se sienten evaluados permanentemente- han sido superadas por el equipo de cuatro antropólogos de la Universidad de Chile que se abocarán este año a realizar entrevistas, tanto a profesores, profesoras y alumnas, para conocer directamente su percepción. Junto con eso, está planificada la realización de talleres de capacitación en temas de género a los académicos.
Las profundas desigualdades que experimenta el sistema educacional chileno, reflejada en los colegios tomados para esta investigación, demuestra que, si bien es un paso importante que la Reforma considere los problemas de desigualdad, éstos aún marcan fuertemente el trato y la enseñanza que hoy reciben los alumnos chilenos.