Sostiene el analista político, Prof. José Rodríguez Elizondo
En su último libro “Chile, un caso de subdesarrollo exitoso” el académico plantea los desafíos de nuestro país para llegar a ser una nación desarrollada. Además, explica por qué éste se ha convertido en otro objetivo de interés nacional condenado al “chaqueteo chilensis”.

Prof. José Rodríguez Elizondo.
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Chile, fines del siglo XIX. Corrían
tiempos de bonanza:
había libertad económica,
una clase política suficientemente
culta y un sistema democrático que
funcionaba satisfactoriamente. Sin
embargo, pese a las condiciones favorables,
justo en el momento en que
nuestro país estaba listo para dar el
salto hacia el desarrollo, algo falló.
Esta es la realidad que hace cien años
describió Aníbal Pinto en, “Chile, un
caso de subdesarrollo frustrado” un
clásico de la literatura social y económica
que explica cuáles son las dificultades
que hacen que nuestro país
se sitúe siempre en el “casi casi”.
Hoy, a comienzos del siglo XXI es el
escritor y periodista, José Rodríguez
Elizondo, quien en una paráfrasis a
ese título, presenta “Chile, un caso
de subdesarrollo exitoso” (Editorial
Andrés Bello).
En el texto el ex diplomático y actual
profesor de la Facultad de Derecho de
la Universidad de Chile, hace un repaso
por este sino histórico: el de un
país con gente muy esforzada, con
elites de bastante calidad, pero que ha
vivido bordeando las ligas mayores
sin poder acceder a ellas. “Se trata de
un problema cultural. Tradicionalmente
como chilenos hemos vivido en
el autoritarismo, siempre detrás de un
líder, caudillo o presidente, sea democrático
o un dictador. Y cuando surge
un líder político que piensa en grande,
que tiene ideas superiores, se produce
el fenómeno de que el país lo
sigue, pero no mayoritariamente o en
la cantidad que se necesita”, explica.
A su juicio, han sido variadas las ocasiones
en que han existido las condiciones
necesarias para que el país pueda
pasar a un estadio de desarrollo
superior, sin embargo, los chilenos no
hemos sido capaces de sobreponernos
a la mediocridad y nos conformamos
sólo con una buena administración, en
un sentido sumamente conservador.
Es decir, le exigimos al Presidente que
sea honesto, un buen administrador,
pero no que sea capaz de impulsar un
proyecto de país a gran escala.
El peso de la noche
Hoy, las condiciones tampoco son las
mejores, ya que, según plantea el académico,
no se aprovechó el promisorio
momento post régimen militar, cuando
había una buena plataforma política
y los gobiernos democráticos
gozaban de la simpatía mundial, porque
se impuso el “factor Pinochet”.
Además, la clase política no supo interpretar
el momentum, perseverando
en un sistema paralizante. Por eso,
hoy pareciera que tanto las izquierdas
como las derechas están más preocupadas
de la próxima elección, que
de apoyar un proyecto de país. Al respecto,
recuerda a Nicanor Parra y su
célebre: “la izquierda y la derecha
unidas, jamás serán vencidas” ... cuando
aprovechan la oportunidad.
Pese a las buenas intenciones del Presidente
Ricardo Lagos, el libro plantea
que son por lo menos tres los elementos
que le están impidiendo cumplir
con su propósito de convertir a
Chile en un país desarrollado para el
bicentenario. En primer lugar, el mencionado
“factor Pinochet”, que afectó
todo su primer año, tras haber afectado
los dos gobiernos anteriores. “Un
país que quiere dar un salto cualitativo,
no tiene que estar distraído por pro-
blemas internos de esa naturaleza, que
lo dividan profundamente. El tiempo
útil del gobierno de Lagos por este factor
fue disminuido por lo menos en
un año. De ahí esa percepción sobre la
“transición interminable”, explica el
Prof. Rodríguez Elizondo.
En segundo lugar, estaría el problema
institucional, reflejado en que
Chile se presenta al mundo como un
país democrático, pero tiene una Constitución
que no lo es, presentándonos
con un sistema no homologable. Afecta
la buena imagen del país, señala, la
existencia de senadores designados
que distorsionan la voluntad popular.
También el excesivo nivel de autonomía
de las Fuerzas Armadas, que aparecen
como garantes únicas del sistema.
Y finalmente, el sistema binominal
que ha favorecido, a juicio del académico,
el desencanto con la democracia:
los chilenos se sienten interesantes para los partidos sólo cuando votan.
Además, el sistema se rigidiza
alrededor de un casi empate y se favorecen
los privilegios de cúpula dentro
de los partidos.
Para el Prof, Rodríguez Elizondo,
existe también lo que llama, el “riesgo
argentino”. En el país vecino existe
una elite cultural que ha sido faro
cultural en Latinoamérica, que no
condice con la progresiva mala calidad
de sus dirigentes políticos. Ahí
ocurrió una selección a la inversa, por
la cual el país se privó de los inteligentes
y honestos y por eso le cuesta
tanto salir de su crisis. Esto, sostiene,
podría ocurrir en Chile, debido al
oligopolio que ejercen las directivas
políticas sobre el poder, junto con la
falta de movilidad social dentro de los
partidos. Es la raíz del desencanto y
desinterés en los jóvenes por y para
participar en el ámbito público.
El que los gobiernos de la Concertación
hayan puesto énfasis en el sector educación,
para el académico es el paso
correcto para superar un tercer problema,
que corresponde a la expresión
cultural. Acota que para dejar atrás el
subdesarrollo se necesita una población
más inteligente, más culta, que
comprenda el proceso y lo que está
en juego, lo que presupone una especie
de revolución cultural.
El drama de Chile es que “se sabe lo
que hay que hacer, pero todo el peso
de la noche, como decían los escritores,
amarra al país hacia el subdesarrollo
exitoso”, explica.
Lagos y el bicentenario
Categórico, el Prof. Rodríguez
Elizondo asegura que, de mantenerse
este cuadro, un Chile desarrollado
para el bicentenario sería un milagro.
Al respecto, se explaya a continuación.
- Profesor, ¿se equivocó el Presidente
Lagos al plantear esa ambiciosa meta?
En mi libro yo demuestro que el Presidente
tiene plena conciencia del
tema. Se trata de un líder político
sobrecalificado, que está muy por encima
de la media del país, es uno de
los más cultos que hemos tenido. Hay
un vacío entre él y la clase política.
Creo que avanza en la dirección estratégica
correcta, pero las maniobras
tácticas son las discutibles.
- ¿Dónde estaría el conflicto?
Opino que un Presidente de la República
no debe incurrir en la micro administración,
porque si lo hace pierde fuerza para empujar los 3 o 4 grandes
temas decisivos. Sin embargo,
tiene asesores que le dicen -o aceptan-
que tiene que estar todos los días
en los medios de comunicación para
posicionar la imagen del Gobierno y
de las políticas públicas, lo que contribuye
a desgastarlo En un país subdesarrollado
lo que no funciona nunca es el Presidente haciéndolo todo,
porque produce una relación perversa
con su equipo, el que no se desarrolla,
mientras que la ciudadanía sólo
confía en el patriarca.
-¿Estamos condenados a vivir en el
subdesarrollo exitoso?
Hemos estado condenados hasta el día
de hoy. Debemos estar concientes de
la situación para así poder liberarnos,
porque el discurso político que hoy
se le da al chileno es “somos el mejor
país de Latinoamérica” con lo cual
nos quedamos conformes. Se promueve
una mentalidad xenófoba y chauvinista.
Este factor de subcultura es
muy fuerte en Chile y no nos deja despegar.
El discurso basado en la comparación
mediocre refleja bien el síndrome
del subdesarrollo exitoso.
-¿Quién debe encabezar el cambio
cultural que usted propone?
Sin duda, su punto focal es la educación.
Para eso tienen que participar
actores orgánicos como la Universidad
de Chile -las mejores épocas
del país han sido aquellas en que
hemos tenido una universidad rectora-
y actores individuales, los intelectuales,
los artistas y profesionales
en su conjunto. Es una responsabilidad
primaria de la capa cultivada
del país que no se deja seducir
por la nueva categoría de “intelectuales
de mercado”.