Se cumplen 160 años desde
la fundación de la Universidad
de Chile. Un
cumpleaños que encuentra a la
Corporación en un excelente
pie en materia académica y con
indisimulada energía para enfrentar
los retos de los años que
vienen. Días en que la sociedad
chilena debe responder con
un proyecto para ingresar
exitosamente a la sociedad del
conocimiento, y ser capaz de
dar pruebas de sus fortalezas en
todos los campos, especialmente
en el económico y social. Por
ello, en días en que el complejo
concepto de universidad se
ha venido reduciendo al de instituciones
limitadas a la entrega
de instrucción y diplomas,
resulta necesario reseñar una
vez más la importancia que la
Universidad de Chile ha tenido
a lo largo de su vida en la consolidación
de la República.
Una importancia que se ha ejercido
en la investigación y la
creación, como fundamentos
de primera línea en el desarrollo
de la actividad docente y
formativa.
Desde la Universidad de Chile
se ha dado base al pensamiento
libre y al desarrollo intelectual
de Chile, constituyéndose en la
institución desde donde se ha
construido el derrotero de la
Nación. Institución diversa y
de excelencia, la Universidad
ha sido la productora de la investigación
y las personas que
han permitido sustentar los aspectos
vitales del desarrollo
económico y social de Chile.
Ha sido la madre nutricia de las
artes, en todas sus expresiones,
responsabilizándose por la
creación y la extensión hacia
todos, fomentando la creación
y promoviendo el humanismo
en su forma más integral. Ha
constituido el paradigma de libertad
en toda dimensión, y ha
vertido sobre la sociedad su hálito
de saber.
La Universidad creada por Bello,
para servir a las necesidades
de Chile y de su pueblo, se
ha mantenido en el tiempo
como una institución nacional
por excelencia. Privilegiando la
problemática del país, de ella
han egresado los líderes de la
Nación, que han dirigido a los
sectores público y privado y ha
emanado la creación y la investigación
fundamental. Ha sido
el semillero de intelectuales,
artistas y científicos; y ha mantenido
extrema fertilidad en la
tarea de pensar a Chile y ser la mente crítica de una sociedad
en activa formación y definición.
La Universidad de Chile
ha sido la piedra angular del
pensamiento tolerante, de los
principios laicos que han dado
base a la configuración del Estado
chileno, en donde se deben
respetar las ideas y creencias
de todos. Por su historia,
por su tradición y por su elevada
misión institucional, la Universidad
ha sido y es un fundamento
de la democracia, del
respeto a las personas, defensora
de los objetivos últimos de
nuestro quehacer social, y depósito
moral de la Nación.
Así como Bello creó la Universidad
en la línea humboldtiana,
Domeyko rescató la tarea docente
y formadora con un empeño
genial y decidido. Esta conjunción
mostró magnánimemente
que no existía sino una fuerte
complementariedad entre la investigación
superior y la entrega
docente. Así también, más
tarde, Barros Arana y Valentín
Letelier dieron impulso a la investigación
en humanidades y
en las ciencias aplicadas, ratificando
la idea básica del compromiso
del Estado con la tarea
creadora y formativa, acariciando
el sueño fundacional de servir
a Chile. Juvenal Hernández
amplió el quehacer universitario
a muchas más expresiones disciplinarias
y hacia toda la geografía
de Chile, dando también
origen a la extensión artística y
cultural que en forma generosa,
y desde entonces, acude al país en todas las principales expresiones
del arte. Gómez Millas
dio impulso definitivo a la
educación que originara el proyecto
de Letelier y a la extensión
de la Universidad hacia
todo Chile, dando origen a lo
que hoy día ya constituyen proyectos
universitarios con fuerza
propia. En los días presentes,
la Universidad moderniza
su quehacer formador en lo profesional,
se extiende y fortalece
en el posgrado, cimenta en
forma sólida su investigación y
consolida su extensión y sus relaciones
diversas con la sociedad.
Sin duda alguna, la historia
de la Universidad de Chile
constituye una gran continuidad
histórica, un símbolo de libertad
que es orgullo para la patria
y para todo el continente.
“Madre nuestra, nosotros te
amamos por tus muros de piedra
y de sol...”; al cabo de estos
160 años, y pese a una historia
de incomprensiones, de intentos
por destruirla, de afanes internos
y externos por utilizarla
para otros fines. Allí está nuestra
Universidad de Chile: erguida
y bella, como siempre, símbolo
indiscutible de la inteligencia,
expresión firme de la
excelencia, la libertad y la búsqueda
de la verdad. En este 160
aniversario, el compromiso de
sus hijos es el de continuar firmemente
un desempeño en el
contexto del caudal histórico,
construyendo excelencia para
servir a Chile. Asi hemos de
honrar a la Universidad.
Así como en el pasado la intolerancia
luchó contra la idea
de una Universidad forjada en
el libre pensamiento, hoy en
día lo hacen los defensores de
la mediocridad bajo el alero
de una competencia tan superficial
como inútil y destructiva.
Son argumentos más sutiles,
pero igualmente burdos y peligrosos
los que hacen que la
verdadera Universidad se debata
ente el signo de los retornos
financieros y de las utilidades
de corto plazo, y el
ideal de una Universidad para
servir a Chile y buscar la verdad.
Con entereza, eficiencia y
excelencia, nuestra Universidad
de Chile seguirá marcando
con fuerza el destino de la educación
superior, instalando los
estándares que tan necesarios
son para marcar las necesidades
de Chile frente a sus ineludibles
compromisos con la historia
y con su pueblo. Así hemos
de honrar a la Universidad.
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