El mayor problema de salarios de profesores es el sistema deficiente de incentivos
Ser maestro de colegio hoy en Chile, significa estar inserto en un medio en el que 70% son mujeres y donde los sueldos son parejos, no premian el buen desempeño, ni menos a quienes tienen una formación extra universitaria, como un posgrado.
 Prof. Alejandra Mizala. |
Cuando el Presidente Ricardo
Lagos en su discurso del 21
de mayo pasado destacó las
mejoras salariales registradas por los
profesores durante la última década,
inmediatamente causó controversia
especialmente en el Magisterio. Es
que por años la opinión pública ha
arrastrado la creencia de que este sector
profesional es uno de los más desprovistos,
y por consiguiente, mal
pagado del país. Determinar precisamente
cuál de las dos versiones se
acerca con mayor fidelidad a la realidad,
fue el trabajo de las profesoras
del Centro de Economía Aplicada del
Departamento de Ingeniería Industrial
de la Universidad de Chile, Alejandra
Mizala y Pilar Romaguera, quienes
analizaron los salarios de los profesores,
su estructura y sus diferencias
con respecto a profesionales de
características similares.
En nuestro país hay una preocupación
generalizada con respecto a que es
necesario incrementar la educación de
los niños y jóvenes, por lo tanto, que
hay que buscar las políticas que permitan
ir mejorando su calidad. Dentro
de este panorama, los “profes” juegan
un rol clave por ser los principales
responsables del nivel de la formación
que reciben los alumnos. Para
la Prof. Alejandra Mizala, es necesario,
por un lado, buscar fórmulas que
permitan estimular a los docentes para
que realicen su máximo esfuerzo y
por otro, también incentivar a los buenos
estudiantes para que se interesen
en seguir la carrera de pedagogía, para
en el futuro tener profesores de excelencia.
Se debe considerar que esta
carrera en los años 80 sufrió un considerable
descenso en los puntajes de ingreso, situación que se fue revirtiendo
lentamente en los 90. Dentro
de esta perspectiva es que el tema de
los salarios es fundamental.
Las cifras son elocuentes y demuestran
que, si bien, existe el registro de
épocas donde los sueldos fueron bajos,
se ha producido una importante
recuperación. Mientras en 1990 la remuneración
promedio obtenida por un
docente de un establecimiento municipal
que trabajase 44 horas a la semana,
era de 252. 540 pesos, en el
2001 ésta alcanzó la suma de 631.000
pesos según información oficial del
Ministerio de Educación.
En el marco de esta investigación,
que contó con el patrocinio de
FONDECYT, se compararon los salarios
de los profesores con los de trabajadores
profesionales con características
similares, en base a los datos
de la Encuesta de caracterización
Socioeconómica, CASEN, de 1998.
“Nuestra conclusión fue que los docentes
no están mal pagados, sus ingresos
laborales son, en promedio,
similar a lo que ganan individuos con
las mismas características”, explica la
Prof. Mizala.
En el análisis diferenciado entre hombres
y mujeres sí surgieron diferencias.
Un número mayor de profesoras
que representan el 70% de docentes
del país gana más que otras profesionales
similares con las que fueron
comparadas. En cambio, en el caso de
los hombres, estos ganan menos que
trabajadores con las mismas características

de otras áreas. Y a diferencia de lo que ocurre siempre
en la mayoría de la profesiones,
en que los hombres reciben remuneraciones
más altas que las mujeres, en
el sector educación no se evidencia
tal disparidad.
A juicio de la académica, aunque los
profesores no están mal pagados, existe
un problema que genera distancia
con aquellos profesionales de características
similares: se trata de la denominada
“estructura de salario” que
determina sueldos parejos. “Independiente
del desempeño, un buen profesor
va a ganar lo mismo que uno
que no lo sea. Es decir, el desempeño
no está asociado a los salarios, eso no
ocurre en otras profesiones”, destaca
la Prof. Mizala. Junto con eso, agrega,
que el ingreso tampoco aumenta
para quienes tienen mayor número de
años de educación. Hacer un posgrado,
o un master no lo garantiza.
La situación actúa como anti propaganda,
ya que provoca el desinterés
de muchos alumnos que en primera
instancia hubieran optado por estudiar
Pedagogía, pero finalmente eligen
carreras con mayor atractivo, que les
aseguren que mientras más se perfeccionen
y esfuercen, mayor será el salario
que obtendrán.
Evaluando el desempeño
“En general, pese a que veo que hay
un cambio en la postura que tienen
los profesores sobre este tema, históricamente
han tenido esa cosa cultural
de decir “todos hacemos lo mismo, todos debemos ganar lo mismo”,
pero la verdad es que no es así, algunos
son capaces, por ejemplo, de hacer
que los niños luego de primer año
terminen leyendo y escribiendo, sumando
y restando y hay otros que no.
Ahí radica la importancia de establecer
estímulos de desempeño”, puntualiza
la Prof. Alejandra Mizala.
La profesora destaca que hoy la mayoría
de los educadores está de acuerdo
con que se les evalúe y que se les
pague de acuerdo con su desempeño,
porque la lógica es pensar que si alguien
es bueno en la labor educativa
va a recibir mayores ingresos. Así lo
demostró la encuesta realizada por la
académica, en conjunto con la Prof.
Pilar Romaguera, en 1998 en el gran
Santiago. De los 800 profesores de
enseñanza básica consultados, el 76%
se manifestó de acuerdo con que el
Ministerio aplique un mecanismo de
evaluación para medir los resultados
de su trabajo. “Uno tiene la imagen
de que los profesores masivamente
están en desacuerdo con la evaluación
del desempeño, pero nos encontramos
con que no es así. Se nota una
diferencia clara entre el discurso que
tiene el Colegio de Profesores y lo que
opinan los docentes en general”.
En Chile hoy el único sistema que
aplica el Ministerio de Educación
(desde 1996) en este sentido es el Sistema
de Evaluación de Desempeño
Docente, SNED, con el que se mide
cada dos años a todos los colegios
subvencionados del país, tanto particulares
como municipales. Este considera
factores como efectividad, superación,
equidad, iniciativa, condiciones
laborales e integración de padres
y apoderados. Una vez procesada
toda la información se construye
un índice que permite elaborar un ranking
de establecimientos.
Una de las ventajas del procedimiento
es que los colegios son organizados en
grupos homogéneos a nivel de cada región,
de acuerdo a las características
socioeconómicas de los niños y jóvenes
que atienden y ahí se les evalúa.
Además, no sólo considera el puntaje
en las pruebas SIMCE, sino otro tipo
de elementos como la igualdad de oportunidades,
dentro de la que se incluye
la discriminación de alumnos por parte
del establecimiento escolar.
Este índice al ser de conocimiento
público, permite también que los padres
estén mejor informados a la hora
de elegir en qué colegio matricularán
a sus hijos.