Nomadías Entre La Devoción Y La Crítica.

Elena Águila

 Fiel a su nombre, esta revista nomadea por distintas disciplinas y tipos de discurso.No se ciñe estrictamente al canon de la revista académica. Introduce un cierto des-orden, una cierta in-disciplina. Atrae objetos y discursos no del todo legitimados por la Academia. Creo que este gesto es muy coherente con el hecho de ser una publicación de un Programa de Género y Cultura en América Latina. Diría que no podría ser de otro modo. Si algo ha hecho la perspectiva de género en el ámbito del conocimiento es impugnar el orden de las disciplinas y el orden de los discursos.

Como lectoras y lectores, nos vuelve también nómades. Nos obliga a desplazarnos. No es habitual, por ejemplo, que en una revista hable la academia, la voz de la disciplina, y páginas más allá se hable sobre la academia, coyunturalmente situada (como ocurre en este número de nomadías donde se incluyen entrevistas a jóvenes dirigentes participantes en las tomas universitaria que tuvieron lugar el año pasado). Se podría decir que en esta revista académica, la academia no oculta su crisis, no simula estar más allá del bien y el mal, o fuera de la contingencia, lo que me parece, a lo menos, saludable.

Dentro de la heterogeneidad de materiales que nos ofrece este número de nomadías, hay un conjunto de artículos que, se nos dice en la presentación, tienen un propósito común: "indagar sobre el imaginario y las condiciones de producción y circulación escritural de algunas mujeres religiosas".

Tres nombres claves son atraídos: Hildegard de Bingen, Sor Juana Inés de la Cruz, Teresa de los Andes.

En relación a este material quisiera exponer aquí algunas "reacciones".

Hildegard es una figura, si bien poco conocida o estudiada por estos lados, que ha sido recogida, revisitada y revalorada, entre otras y otros, por feministas ligadas a la teología y teólogos ligados a la ecología, en otras latitudes. Es así que los 900 años de su nacimiento, que se cumplen este año, darán motivo a eventos y nuevas consideraciones acerca de su figura y obras. En este sentido, poner a disposición de los nómades lectores de esta revista, textos de H. e interrogantes acerca de su obra, parece muy pertinente.

Sor Juana es también una figura respaldada, a estas alturas, por una tradición de lectura, rica en la diversidad de sus cauces y donde ciertas voces feministas, también han dicho lo suyo. Figura, Sor Juana, en absoluto gastada ni clausurada. Todavía disponible y dispuesta para lecturas tan interesantes, como la que se nos propone en este número de nomadías.

Teresa de los Andes, a mi juicio, presenta numerosas diferencias en relación a las dos anteriormente nombradas.

Para empezar: su proximidad histórica. No estamos hablando aquí de conventos coloniales o medievales. Estamos hablando de una historia de nuestro siglo, uno de cuyos hitos claves, ocurre hace apenas 5 años atrás (me refiero a la canonización).

A esto agreguemos la proximidad espacial, por así llamarla: Teresa de los Andes nos acontece a nosotros/as. Chilenos y chilenas todos/as.

Vistas estas proximidades, creo que entrarle a Teresa de los Andes presenta dificultades de índole distinta a las que enfrentamos al abordar a figuras como H. o SJ.

No creo que se pueda leer sin más sus textos, por ejemplo, como "escritura de monjas". No es lo mismo ser monja en el medioevo en Bingen, o en el siglo 17 en México, que en los albores del siglo XX, en Chile.

También las "canonizaciones" de estas tres mujeres son bien distintas.

Y yo creo que el lío mayor es que a nosotras, más que nadie nos toca hacernos cargo de Teresa de los Andes. Por eso de las proximidades, digo. Entonces, cada gesto que hacemos en torno a su figura, cada lectura de sus textos, o de su vida como texto, nos pone en el centro de luchas de poder bastante más contingentes que aquellas que involucran a Hildegard o a Sor Juana (puesto que leerlas a ellas también nos embarca en las aguas del poder).

Con esas consideraciones, nomadeo por el dossier que aquí se arma. Debo reconocer de inmediato que lo que más me sorprende es encontrar devociones donde sólo esperaba la crítica. Intencionalmente, me detengo en dos textos. Este recorte me hacer perder la visión de conjunto del dossier. Me ubica sólo en uno de sus resquicios que debo reconocer es el que, finalmente, en esta lectura, "cautivó" mi atención.

Me llama la atención, por ejemplo, que Corina Rosenfeld introduzca la selección de textos de T. de los A., señalando "He agrupado los textos buscando denominadores comunes aptos para describir su personalidad, tales como la hija, la hermana, la alumna, etc. Sin embargo, habría bastado uno solo: su relación con Dios, tan compleja, absoluta y profunda que abarca todos los aspectos de su vida". Y agrega luego que confía en que "la grandeza de su figura quedará manifiesta" a pesar de que la selección de textos ha pasado por el filtro de la mirada de la compiladora.

Yo esperaba encontrarme, en estas nomadías, con el discurso hagiográfico (esto es aquel que narra la vida de santos y santas, dando cuenta de sus milagros y prodigios) en calidad de objeto de estudio, de análisis, de crítica, sin embargo, esta "Introducción" de Corina Rosenfeld, a mí más bien me parece hagiografía pura. Entro, entonces, descolocada al dossier sobre T. de los A.

Debo reconocer quizás antes de seguir adelante que mi relación con la figura de T. de los A. tal vez peca de algunos simplismos. Hasta ahora, mi lectura del evento político-cultural-religioso-mediático, "una santa para Chile", se construye sobre la base de una suerte de "feminismo ilustrado", más bien visceral (valga la paradoja), que me lleva a impugnar el oscurantismo de la Iglesia Católica expresado en el gesto de canonizar a una mujer que muere a los 20 años, sin más mérito que haber ingresado al convento a los 19, y haber dedicado su corta vida a experimentar un fervor religioso sustentado en una teología tradicional, centrada en la sacralización del sufrimiento. Teología que ya un caballero de barba llamó el opio de los pueblos, y que desde un feminismo ilustrado bien podríamos llamar "el opio de las mujeres".

Pero no es sólo desde un feminismo ilustrado que quedo descolocada frente a esta introducción.

También mis incursiones por las aguas de la así llamada teología feminista (esto es la perspectiva feminista puesta sobre los discursos acerca de lo sagrado), me ponen en actitud de sospecha frente a los textos y la figura de T. de los A. Desde la mirada de la teología feminista, no veo aquí una relación con Dios que pudiera calificar, sin más, de "compleja" o "profunda" (tal vez sí de "absoluta", pero probablemente el término tiene para mí una connotación distinta que la que parece tener para quien nos introduce estos textos).

Creo sinceramente que para una mirada teológica feminista, la religiosidad presente en los textos de Teresa de los A. se inscribe en una teología patriarcal, por lo demás, bastante simple. Una teología dualista, donde la oposición masculino/femenino se articula claramente en desmedro de lo femenino. Una teología donde dios es Hombre. Una teología de negación del cuerpo, de búsqueda de su disolución en el dolor y la muerte, para la liberación del alma, etc. Todos los tópicos que las teólogas feministas vienen desmontando desde hace ya rato, al mismo tiempo que buscan articular discursos teológicos de nuevo cuño (digamos que en esto se diferencias de las feministas ilustradas, porque puestas frente al patriarcalismos de las religiones, en particular del cristianismo,y más en particular del catolicismo, no se hacen ateas, e incluso, no necesariamente se descuelgan de sus tradiciones religiosas, sino que buscan formular teologías enraizadas en las experiencias y los cuerpos de las mujeres, enraizadas en la tierra también (más que en el cielo).

Para estas búsquedas teológicas realizadas desde una perspectiva feminista y ecológica, los textos de Teresa de los Andes, repito, no aportan sino las señas de una sumisión, incluso una violencia.

Todo esto sin entrarle todavía al tema de la "canonización", gesto político del Vaticano, muy consistente con el conservadurismo que lo caracteriza. Conservadurismo que se manifiesta en todo su esplendor en las materias que involucran de una u otra manera a las mujeres.

Hecha esta explicitación de mi lugar de mirada, vuelvo al dossier:

El texto que introduce el dossier sobre T. encuentra un cierto eco en el texto de Celina Tuozzo, "La manda", que también leo como testimonio de devoción. Textos hagiográficos, entonces, textos devotos. Confieso: no me lo esperaba.

Cuando enfrento en el contexto de esta revista un texto denominado "La manda", mi expectativa de lectora es encontrar un análisis ¿antropológico?, ¿histórico?, ¿un estudio etnográfico, sociológico? ¡qué sé yo! acerca de esta expresión de religiosidad que llamamos "hacer una manda". Lo que encuentro es el testimonio de una manda concedida, el relato de un milagro.

Pasada la primera sorpresa de encontrar un texto así, en este contexto, no dejo de reconocer una cierta transgresión en el gesto. Donde es esperable encontrar el análisis, la mirada externa, irrumpe el testimonio, la primera persona.

En realidad, el texto de Celina Tuozzo, es bien particular. Es un texto que se sabe in-pertinente. "Fuera de lugar". Pensándolo bien, no es sólo un texto hagiográfico o devoto, sin más.

Es un texto que se auto califica de "traición". Que señala a la escritura como "traición". Poner en la letra y más aún en un espacio "laico, devastador en su intención de interpretar", una experiencia religiosa, "traicionaría" el carácter mismo de la experiencia, ya que la pondría a disposición de la crítica. La experiencia se tornaría suceptible de ser devastada (por el análisis, la interpretación, la crítica)...

Pues bien, la traición está hecha. La lectura (la interpretación) ha de ser efectivamente devastadora.

Imbuida, entonces, de un cierto espíritu devastador, afirmo que marcar la diferencia entre estas tres mujeres--Sor Juana, Hildegard y Teresa--y sobre todo poner en un "aparte" a Teresa de los Andes, es un gesto que creo necesario para estas nomadías que aquí se nos proponen.

Creo que por muy digna de respeto que toda devoción sea, ninguna debe tener "fuero" frente a la crítica.

Y yo creo que en esto de las devociones, sigue habiendo "izquierdas" y "derechas" (es una manera de decir, sé que esas palabras no son suficientes para describir la oposición que quisiera nombrar. Tal vez "conservadurismo" versus "progresismo"... Lo que quiero señalar es que hay, en toda devoción, una "toma de posición" en un campo de conflicto, en una "zona de guerra"...

Creo que las "canonizaciones" son procesos descaradamente políticos (y por ende también las devociones).

Y creo que las "canonizaciones" realizadas por la jerarquía de la Iglesia Católica son, lisa y llanamente, parte de su política, en especial de su política hacia las mujeres. Y sinceramente a la política del Vaticano hacia las mujeres, yo me opongo hasta con mis silencios, como decía, en otros contextos, Julieta Kirkwood.

Y, entonces, me doy cuenta que no puedo leer los textos de Teresa de los A. (o su vida como texto) sino en en el contexto de la política de la Iglesia Católica. La veo como enteramente producida por esa política.

No me pasa lo mismo ni con H. ni con SJ.

Creo que la distancia que va de ellas a Teresa de los A. es, lisa y llanamente, la que va de la trasgresión a la sumisión.

Entonces, si es por devociones me declaro devota de Sor Juana, cuya vida y obra, provee a cualquier mujer que lo requiera, en especial a las mujeres de letras latinoamericanas, de una referencia clave a la hora de transitar por la "soledad cultural" de la filósofa, la escritora, la crítica.

Una puede encomendarse a ella a la hora de poner en lo público, la propia reflexión, la propia escritura.

Si de canonizar se tratara, entonces, y yo no creo que de eso se trate, pero si de canonizar se tratara, pues que se canonice entonces a Sor Juana. Yo creo que el artículo de Adriana Valdés publicado en este número de Nomadías, podría ser adjuntado como documento que da fe de más de un milagro de esta monja mexicana. Milagros operados desde su escritura. Programados por ella, como diría A. valdés. (bueno, A. Valdés no habla de milagros, pero qué si no es esto):

cito:

"(Escribía yo al margen del texto de Primero sueño: cómo este poema me está programando la mente. Cómo hace con mi mirada lo que también hizo con ella una ventanita de Uxmal: obligarme a ver exactamente lo que un anónimo arquitecto maya veía desde allí, señalarme, con esa ventanita, exactamente cuál había sido su propia mirada sobre el conjunto de edificios. Como si esos ojos tragados hace tanto tiempo por la tierra estuvieran programando, en ese preciso momento, mis ojos vivos)."

Si esto no es la descripción de un milagro, yo no sé lo que es...

 

Siguiente

Cyber Humanitatis N°6