Cuando Ernesto Cardenal
bautiza con el nombre de Vida Perdida
el primer tomo de sus memorias está apuntando a un gesto fundamental:
no sólo indicar que cuando él da la vida por dios, él
pierde la suya, sino también sugerir el sentido de que en el
camino, a través de tantos amores, pasiones y compromisos, el
poeta ha ido perdiendo poco a poco su vida y los sentidos de esa existencia.
Desde sus Epigramas (1961) hasta
el monumental Cántico Cósmico
(1989) se ha ido "perdiendo" mucha vida. Vida trocada
por poesía, vida entregada a Dios, vida derramada por la Revolución.
|
Lo que ha quedado
de todo eso es la poesía, la propia y la ajena. Cardenal no concibe
otra forma discursiva que no sea la del verso ni otra forma de vida
que no sea la vivida "en el amor". Por eso la elección
de una poesía que ha dejado la escena del lirismo para adentrarse,
sin ser corrompida por la prosa del mundo, en el sucio mundo de las
cosas y las personas concretas (exteriorismo nicaragüense y poesía
indígena), de las imágenes puras (imaginismo norteamericano)
y de la desnudez mística.
Cardenal nos acaba
de visitar en Chile con ocasión del Evento Chile Poesía
que tuvo lugar en Santiago a fines de marzo. Cuando escribo estas líneas
él está en las lejanas tierras de Ancud, descansando de
los ajetreados días que le tocó vivir durante "el
Chile Poesía". Era, sin duda, el poeta más "popular
y conocido" según lo señaló una radioemisora
santiaguina. Su nombre se asocia automáticamente a Revolución,
a Religión, a Solentiname, a Teología de la Liberación,
a Sandinismo. Hombre marcado intensamente y enfrentado a los abatares
latinoamericanos del siglo XX, siglo que termina con una década
tan posmoderna y por lo mismo tan olvidadiza y escurridiza. Es esa tendencia
la que circunscribe a Cardenal sólo en algunos campos de discusión,
en desmedro de otros. Por eso las preguntas que proliferaron en las
dos conversaciones con públicos masivos que mantuvo el poeta
en Santiago y también las minientrevistas concedidas a algunos
medios escritos tienden a enmarcarlo en el reduccionista campo de lo
que hoy se tipifica como "hombre de izquierda" y como "cura
comprometido". Tanto en el encuentro que mantuvo con jóvenes
universitarios en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la
Universidad de Chile (encuentro que organizamos junto a estudiantes
de Literatura) como el realizado en el Liceo Benjamín Vicuña
Mackenna de la Florida, las preguntas se concentraron en la revolución,
sus relaciones con el Papa y su posición respecto de Cuba. Sus
repuestas entregan una visión actual de un Ernesto que para muchos
era sólo un mito, pero marginan al poeta de discusiones más
ricas, como son su prominente e innovador papel en el terreno de la
literatura hispanoamericana, su poética concreta, sus roles anexos
de "literato" como traductor, fundador de la generación
del 40 junto a Carlos Martínez Rivas y estudioso de la poesía
americana, del norte y del sur. Se descuidan también sus pasiones
más intensas: su tránsito por la Trapa, su vocación
sacerdotal, su amistad con Thomas Merton, sus inicios en la política,
sus profundos estudios científicos y astronómicos para
construir el Cántico Cósmico,
su complejo conocimiento y asimilación de las cosmovisiones indígenas
de todo el mundo a través de la lectura prolija de sus "textos",
escritos y orales, su constante contradicción entre el amor a
dios y el que siente por las muchachas o por su pueblo. Lo que no se
descuida es su condición de sacerdote crítico y comprometido
y por lo mismo, castigado ad divinis por la jerarquía de la Iglesia
(1), su participación activa en la Revolución
Sandinista y en el gobierno de esa revolución y su actitud crítica
frente a cualquier asomo de corrupción, de conservadurismo o
de falta de ética.
Sin embargo, cuando
él lee sus versos frente a ese mismo público se impone
la reflexión y el asombro. Un retumbar de cerebros y corazones
se multiplican como ondas a través del espacio que rodea al que
lee (2). Me dice que el mejor homenaje que le podemos
hacer es que le permitamos leer extensamente sus poemas. Escoge para
la lectura los poemas de Cántico Cósmico,
empresa de amor y estudio que le ha llevado más de 30 años
construir, donde proclama su fascinación por la ciencia, "por
la poesía de la ciencia". Del proceso que lleva de un tipo
de conocimiento que es científico a otro que es poético,
Cardenal dice: "A mí la ciencia me interesa por lo poético.
Los misterios de la ciencia los descubre la ciencia, la de nuestros
tiempos, la ciencia actual nos descubre maravillas cada vez más
grandes. El creador se nos está revelando más y más
a través de la ciencia, es eso lo que me fascina, por eso es
una fuente de inspiración para mí, no estudio la ciencia
como científico, sino únicamente la poesía que
hay en el sol, en las estrellas, en las bacterias, en la vida humana,
en el amor, en el cosmos, todo es poesía en el cosmos, todo revela
a Dios en el cosmos. Hay un físico inglés, para quien
la ciencia es un camino más directo para llegar a Dios que la
religión, y yo lo creo..."(3).
Es entonces cuando
se lee realmente su obra, práctica esta última cada vez
más escasa en Chile, incluso entre especialistas, donde aparece
el verdadero Cardenal, el de carne, hueso, palabras y fe.
Yo me lo encontré
cuando tenía 14 años, en los lejanos años de la
dictadura, y me acompañó compasivamente en barricadas,
discusiones, congresos populares y amores adolescentes. Mi tesis de
Licenciatura la hice sobre su Homenaje a los
Indios Americanos y me enfrenté entonces de otra manera
con sus palabras. Por ese lazo emotivo que nos vincula con las escrituras
de algunos poetas es que resulta tan difícil luego distanciarse,
estudiarlos, hablarles, escribirles, escribirlos, preguntarles. Pienso
que a nuestro "público" le puede ocurrir algo parecido.
Por
sus "obras lo" conoceréis
Este poeta impuro
y místico da testimonio de la época que le tocó
vivir, "época bárbara y primitiva, pero poética"
("Managua 6.30 pm"). Situado en una posición ni apocalíptica
ni integrada, crítica y comprometida, santa e impura, Cardenal
intenta reescribir la historia, la ciencia, la noticia, la profecía.
El no puede ser sólo poeta, tiene que desdoblarse y hacerse sacerdote,
científico, cronista, reportero, fotógrafo.
Su Cántico
Cósmico aparenta no aspirar a la redención
épica propuesta en el Canto General
de Neruda, y sin embargo ambos comparten una mirada colmada de intensidad
poética sobre las realidades humanas, aunque estén tan
distanciados en el tipo de relación que mantienen con esas existencias.
Un solo ejemplo, Cardenal, siendo un místico, es más materialista
e irónico que un Neruda frente a la muerte. Lo mismo con la muerte
de Thomas Merton ("Coplas a la muerte de Merton") que con
la muerte de Laureano Mairena:
"Yo quisiera
morir como vos hermano Laureano
y mandar a decir desde lo que llamamos cielo
´Rejodidos hermanos míos de Solentiname, me valió
verga la muerte'"
(Cántico
Cósmico)
Y Neruda frente
a la muerte de otro revolucionario:
"Que se
apague la guitarra,
que la patria está de duelo.
Nuestra tierra se oscurece,
mataron al guerrillero"
(Canto General)
Donde esa diferencia,
que nos enriquece y diversifica, se hace extrema es en las actitudes
hacia el indígena que van a mantener. Le pregunto a Cardenal
sobre lo que piensa de la "situación indígena hoy"
y me dice lacónico: "Están tan jodidos como todos
nosotros". Y sin embargo en el Homenaje
a los Indios Americanos (1966) dialoga y se hace cargo de
los que los mundos indígenas, precolombinos y actuales piensan
y sustentan. A partir de sus propias voces Cardenal propone la reconstrucción
de una utopía retrospectiva que ha de cumplirse nuevamente. De
ahí hay sólo un paso a la redención y al grito
cristiano lanzado en sus Salmos
(1969). Cardenal intentará por primera vez dialogar con esas
voces indígenas, siempre muy blanqueadas y muy asimiladas a Occidente.
En eso cuestiona los integracionismos étnicos de izquierdas y
derechas y critica los indigenismos sociales e intelectuales de los
60.
Heredando las herramientas
del exteriorismo nicaragüense, del concretismo indígena
y del imaginismo de la poesía norteamericana Cardenal construye
una obra abierta a múltiples voces, discursos, textos. Es la
polifonía textual de la que hablaba Bajtín. No sólo
intertextualidad formal, sino epistémica e ideológica;
no sólo discurso dialógico, sino comprensión y
reencuentro con el "otro", con las otras concepciones de mundo,
con los otros textos, con las otras culturas. Lo "otro" en
América Latina debe ser cuestionado, pues ha sido constituido
por una mirada occidental. La esquizofrenia proviene del hecho de que
nosotros mismos somos ese "otro". Cardenal parece comprender
la paradoja del término, y fusiona, en su fe y en sus epistemes,
las propias de estos pueblos indígenas, de igual a igual, en
diálogos que van y vienen.
En toda su obra
desfilan las voces que habían estado vedadas para la poesía:
letreros luminosos junto a revelaciones místicas:
" (Bésame
bajo los anuncios luminosos oh Dios)"
fetiches de la vida
moderna junto a símbolos religiosos:
"...no Commercial
Centers
sino centros ceremoniales, Ceremonial Centers..."
San Juan de la Cruz
al lado del Chilam Balam de Chumayel, Neruda y Netzahualcoyotl dialogando,
conversando. De una vez y en forma simultánea todos los tiempos
coexistiendo en un presente tenso e intenso; todos los espacios y culturas
; todos los discursos, textos y voces de nuestras sociedades.
Para contener tanto
material heteróclito el poema queda abierto y expuesto a la mayor
cantidad de contaminaciones inter o transtextuales. Por ahí desfilan
discursos políticos, poéticos, históricos, orales,
de la cultura de masas, religiosos. Todo para reescribir una historia
mal escrita, donde se han omitido las voces de los vencidos y encontrar
a aquellos que "se fueron. Y no se les vio más en la historia".
Se ha montado en lugar de la escritura unidireccional de la historia,
el estallido textual de la poesía, en un diálogo permanente
entre épocas y culturas, ente grafías y tipografías,
entre discursos y textos.
Abundan las citas,
los paréntesis, las comillas, los signos de interrogación,
las cursivas y versalitas, las minúsculas y mayúsculas,
las fechas, los nombres propios de personas o lugares. El poema se vuelve
más "ancho" y quisiera acercarse al relato o al diálogo
dramático. El signo llama la atención sobre sí
mismo para que el lector distinga entre distintos niveles y tipos de
información y de discurso. A partir de esta experiencia de recepción
ya nunca más el lector volverá a mirar las palabras con
la misma inocencia, la sospecha se interpondrá entre él
y cualquier signo. "Los crímenes de la CIA se verifican
también en el campo de la semántica", ha dicho él
mismo.
A su vez Cardenal
ha estado expuesto a una gran heterogeneidad literaria, desde ahí
se le han impuesto las influencias inevitables de Ezra Pound y Pablo
Neruda y de otras poéticas, de las que ya hemos hablado.
Homenaje
a los Indios Americanos
contiene intensamente estas búsquedas, no sólo necesidad
de hablar por el indígena ("yo vengo a hablar por vuestra
boca muerta", ha dicho Neruda desde las alturas) , sino de conversar
con el indio:
"Que mis
poemas también dialoguen con ustedes
Motecuhzoma I y Netzahualcoyótl.
Donde quiera que estés
ojalá te gusten mis cantos, Cuacuauhtzin."
("Cantares
Mexicanos")
Así el indígena
pasa de ser simple objeto de la enunciación a ser sujeto activo
del discurso.
Con esto Cardenal prueba que no sólo ha oído el diálogo
de su época con otras épocas, sino que, mejor aún,
ha sabido escuchar todas las épocas, solas o en interacción,
como un diálogo enorme(4).
Toda su obra, pero
muy especialmente Homenaje a los indios americanos
se sitúa en ese cruce, donde de una parte se ubica el indígena,
no sólo como persona, sino también como experiencia de
mundo, como discurso, como ideología, gente "inexpresada"
o mal expresada en la literatura y la historia, y por otra, el intento
de parte del poeta, de contribuir al diálogo y a la construcción
de una nueva voz, de una nueva historia, de otras formas de redención.
Mientras escribo
esto estoy inquieta, confundida entre el hombre de mi tesis de licenciatura
y el Cardenal que nos visitó en Marzo. Él lucha contra
lo épico en su poesía, ahí tiene que aparecer la
palpabilidad y el desgarro material, pero en lo profundo de ella y también
en la superficie de sus entrevistas y conversaciones con los chilenos,
se asoma un extraño contradictorio, mezcla absoluta de rostros
contrapuestos, sobre los que se superpone el del profeta mundano. Ese
sencillo hombre de blue jeans, sandalias, boina y camisa mao, nos trajo
una mezcla de Quijote y Cristo resucitados. Lacónico e irónico,
hombre de dios, directo cuando lo atacan y poético cuando rememora
sus pasiones (cierra los ojos para hablar de Merton o de Solentiname),
blasfemo, desconfiado, fuerte en sus convicciones y reflexiones, dolido
por los reveses adultos y deslumbrado por los jóvenes(5).
Hombre contradictorio como su tiempo, pero profético, a diferencia
de ese mismo tiempo que le toca vivir: "época bárbara
y primitiva, pero poética".