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Cyber Humanitatis, Nº 20 (Primavera 2001)


PRESENTACIÓN LIBRO MIENTRAS LOS MUCHACHOS DUERMEN DE CLAUDIO IASÍS
por Olga Grau

Claudio Iasís ha nombrado su primer libro la bitácora y los sueños. Y el título del presente y exquisito libro, mientras los muchachos duermen, se me apega no sólo a ese primer nombre, sino también al nombre de una película, Mientras la ciudad duerme. La ciudad que duerme aquí es una ciudad de muchachos. ¿Qué ocurre mientras los muchachos duermen? ¿En qué brazos entregados? ¿En qué alborotos, llamados infamia o pecado nefando en medio de la bruma patriarcal, urden? ¿Qué tráfico de deseos, sueños y recuerdos en la noche "ungüento suave y corrente", para algunos, y para otros "lerda brea / en la que viven atrapadas /las ocho patas insomnes de los deseos"? El libro cita o invoca en el dibujo de portada el aparente lado anverso del dormir, el insomnio. El insomnio de los pies desnudos, desordenados, inquietos, hasta febriles, insomnio donde los ensueños y los pensamientos más innombrados y raros se creen posibles.

Iasís toma su sitio, en la confesión y en la escritura. Dos poemas me parecen reveladores de ese gesto de constitución de identidad, de afirmación de ciudadanía junto a los otros muchachos. Demarcar un lugar en la polis y un lugar en la lengua, en las palabras. En el poema "Crimine Pessimo" (la sentencia y su hazaña) leemos: "Infame./ Así me hubieran llamado en tiempos / de los Felipes de España, que así llamábanles,/ si como hoy cantado    cantado hubiera a tu almizcle y tu porte./ Leerías Iasís el nombre en las actas o Avisos de Pellicier" junto a otros "acusados de pecado nefando y curados a fuego y muerte". Termina el poema: "Ahora que no importa cuatro siglos me hallo perdido en esta sala de Historia/ bajo pena de hoguera más allá de toda terrena mensura/ y esta médula y mi lengua/ y mis adjetivos y mi trazo y mi fama arden /de igual e ineludible manera.".

El otro poema, el último de la serie de esta poesía bella y múltiplemente sugerente, "Antes de la danza", cita un "texto auténtico", un poema anterior al momento de la atribución del nombre propio Iasís; un poema previo a danzar la poesía, antes de la definición del oficio de saber escribir, de ponerle letra a los sueños y deseos y antes de transitar los parques nocturnos. El oficio en la escritura se cumple al lado del arte de ser amante en los amores. 'Saber escribir', es una expresión que da sentido de ciudadanía, y se dice de alguien que puede firmar con su propio nombre, que legitima en la letra y con la letra el nombre propio. La ciudadanía es aquí saber del propio deseo y escribirlo, darle sitio en la escritura, mostrarse, exponerse: "escribía la diestra casi despierta/ mucho antes del oficio/ y creyera ser Iasís a un mismo tiempo,/ antes de que se afanara con poemas/ y parques nocturnos/ en donde las sombras furtivas de los amantes/ semejan lebreles en reposo/ o pequeñas tumbas". Saber escribir y darse un nombre propio en el nombre de otro: apropiación de sí en lo dual y en la escritura. Un nombre que evoca otros espacios y otros tiempos, tiempos de teatros y libaciones. El poeta se instala en otro espacio y tiempo, anacrónicos y recuperados o hechos verosímiles en su propia lengua. ¿Por qué ejercitarse clásicamente? ¿Cuál es el sueño o el insomnio del origen, de los tiempos originarios de la poesía, del lenguaje de occidente? Evocaciones, melancolía de la forma, lenguaje nostálgico de un tiempo cercano a la muerte.

Iasís sensible, sensual, buscador de palabras e imágenes nítidas, trama, borda con hilos de sutilezas. No hay violencia en el lenguaje, ni tampoco en las imágenes iaseas. El puñal que indica a César es un puñal detenido, fijo en la materia inerte de la escultura, simple amenaza. No se sueña lo brutal, el lenguaje protege deliciosamente. En los epígrafes se nos habla de amores desencontrados y heridas mortales, pero todo puede cobrar una forma exquisita. Se elabora sobre el cadáver, pero embelleciéndolo. Iasís no cose, borda, y sabemos que siempre el bordado hace olvidar las costuras de unión que le dan forma al objeto bordado, e incluso, hacen olvidar el objeto mismo.

Nos ha dicho Iasís que no busquemos biografía en su lírica: "No son más que ejercicios en un estilo decadente". Si no refiere, según propia confesión, episodios de vida, confiesa "estilo decadente". Decadencia, cadencia-de las palabras buscadas y hurgadas con cuidado, con pasión en sordina, como la de un efebo tenue y dulce que delicadamente desordena los géneros sexuales y las narrativas heterosexuales, en trazos o trizaduras bicéfalas, siempre abiertas a lo indeciso, ya lo indecible en coordenadas patriarcales que exigen figuras definidas.

Podemos entender lo decadente como aquello que no teniendo ya sitio en la historia, que se sabe en la imposibilidad de la repetición, intenta de nuevo su reposición por sus posibles rendimientos para una estética que toma distancia de sí misma y que permite la constitución de imaginarios descalzados, con pies desnudos de las formas convencionales y dominantes culturalmente.

De a poco he entrado a Iasea, la ciudad o el lugar donde habita Iasís, donde los cuerpos de los muchachos se convierten en paisajes, se mezclan con ellos o son alféizares de contemplación que en un primer momento se me hizo esquiva y en vez de conquistar la ciudad he sido seducida por ella.

Abril 2001

 

Mientras los muchachos duermen | Presentación de Soledad Fariña | Presentación de Olga Grau | Presentación de Iván Trujillo

 

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