Para que nadie quede atrás
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Consciente de la ausencia de equipos para
realizar las prácticas docentes, en su afán de
suplirlos, siendo director de la Radio de la
Universidad de Chile, permitía que grabá-
ramos programas en sus estudios de la Casa
Central en Alameda, colocando a nuestra
disposición al técnico Francisco Cares. En el
campo cinematográfico, gracias a él, las defi-
ciencias formativas encontraban solución al
facilitarnos su cámara de 8 mm., la elemen-
tal editora, regalarnos el correspondiente
celuloide y asumir el pago del revelado. En
el marco de tales actividades fue que debuta-
mos cual documentalistas al producir
Listos
para la foto
, destinado a recibir una generación de mechones que
ingresaban a estudiar periodismo.
De la misma entrega desinteresada, de su talento artístico y amor
por los forjadores de nuestra cultura, Aicardi ya había dado mues-
tras cuando, en 1953, siendo autoridad de Radio Chilena – asimis-
mo lo fue en Cooperativa Vitalicia - abrió las puertas a Violeta
Parra, marginada entonces de muchos locutorios. Posteriormen-
te, la fecunda cantautora, en una entrevista lo definiría como “el
mejor director de radio, sin discusión alguna”. En el séptimo arte,
a comienzos de los sesenta, su película
Recordando
en compañía
del camarógrafo Juan Urrutia, fue un verdadero tributo a quienes
captaron las primeras imágenes silentes de nuestra realidad y un
documento al servicio de la memoria nacional.
Pleno de méritos y por la importancia del medio comunicacional,
el Canal 9 de la Universidad de Chile debió ser uno de sus aportes
mayúsculos. Sin abandonar su carisma docente ni calidad humana,
multiplicando su capacidad laboral supo sacarlo adelante. Horas
económicas dif íciles, paupérrimas, con una cámara ciega, sin vi-
sor, un transmisor armado por alumnos del Instituto de Ensayos
Eléctricos en la Escuela de Ingeniería, comandados por Bartolomé
Dezerega y ad portas el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962.
Nada por recibir, mucho por hacer. Con creces salió adelante en
tan inéditas transmisiones, formando, además, un centenar de fu-
turos profesionales.
Tiempos de fama para Patricio Bañados, Al-
fredo Olivares, Hugo Tassara. A la hora de
la programación nocturna verdaderamente
cultural –no la bazofia actual– la animadora
Diana Sanz compartía popularidad con Jor-
ge Álvarez, Adriana Borghero, Enrique Bello,
Sergio Silva, Mario Planet, Hugo Lagos, Al-
berto Guerrero, Cora Santa Cruz, Pablo de la
Barra. Y por las mañanas, respetando los pla-
nes y programas de estudios del Ministerio de
Educación, emisión de espacios de Televisión
Educativa a cargodeViola Soto, pedagogaper-
feccionada en la Telescuola de Italia, destina-
dos a apoyar el proceso de enseñanza-apren-
dizaje de alumnos de media docena de liceos capitalinos.
Mi amistad con don Raúl Aicardi nacida en el aula, continuada en
los estudios de televisión, se prolongó por medio siglo. Jamás deja-
mos de cartearnos, visitarnos en Chile y el extranjero, intercambiar
textos y recortes, telefonearnos, enviarnos películas, VHS, DVD,
emails. Como venía sucediendo, el viernes 06 de septiembre del
2013 conversamos por teléfono. ¿Motivo?: la publicación de su libro
Luz, Cámara, Acción
que sacaría a circulación Juan Pablo Cárdenas
en la Editorial Radio Universidad de Chile. Su voz sonaba transpa-
rente, optimista. Su mente proyectaba lucidez exhibiendo su agudo
sentido crítico:
–“La TV chilena abierta es sólo una caja repetidora de lo peor que se
hace en Estados Unidos”.
Debo haber sido una de las úl-
timas personas en escucharlo.
Horas después lo encontraron
muerto. Lo certero de su juicio
demostró que hasta el último
minuto de su existencia fue un
excepcional maestro que, des-
graciadamente, dijo adiós en
tierras lejanas sin haber recibi-
do nunca el reconocimiento de
las comunicaciones chilenas.
Raúl Aicardi en su oficina en Santiago, 1962.
(© Marcelo Montealegre)
Raúl Aicardi (a la derecha), con el jazzista Jack
Brown (1955)