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Jorge Uribe Navarrete

SOLO TÚ PODÍAS PONER FIN A TU VIDA

Por José Blanco Jiménez

No te mataron en la Moneda

No te mataron en el Medio Oriente

Sólo tú podías poner fin a tu vida, querido compañero.

Uso el vocablo “compañero” en su original significado etimológico:

“el que comparte su pan conmigo”. Y aclaro en inmediato el con-

cepto, porque no pertenecíamos a la misma tienda política, pero

fue una persona que siempre compartió sus logros conmigo y con

los demás.

La nuestra no fue una amistad de parrandas o de estudio. Fue sim-

plemente el acercamiento de dos personas que se respetaban y com-

partían momentos de vida en común. Como cuando me pidió que

lo acompañara a comprar el disco

“Toi, mon ami, mon amour”

, que

quería regalar a su polola, Cecilia Tormo.

Me acuerdo que la primera vez que oí su nombre en nuestra Escuela

de Periodismo fue cuando me señalaron que él estaba inscribiendo

a los que tenían que seguir el curso de Cultura Chilena, que dictaba

Wilson Tapia. Y después el que vendió apuntes del curso de Historia

de Chile, que dictaba Mario Céspedes, “editando” los cuadernos de

algunas de nuestras colegas.

Socialista desde la cuna

Gustavo González Rodríguez recuerda que Jorge era un poco mayor

que la mayoría de los que ingresamos a la Escuela de Periodismo en

1966 y para costearse los estudios manejaba un taxi. También que

“tenía algo de seductor y se llevaba muy bien con todas las chicas del

curso”

, citando el

“especial afecto que le guardan hasta hoy Pilar Errá-

zuriz y Kitty Oyarzún. Por esas malas bromas de la vida, fui yo quien

les informó del suicidio de Jorge, que las golpeó profundamente.”

Y agrega Gustavo:

“Socialista desde la cuna, Jorge tuvo condiciones

de liderazgo que desplegó en muchas ocasiones, algunas que ahora

pueden parecer banales. Recuerdo que al inicio de las vacaciones de

invierno en 1966, el profesor Alejandro Cabrera nos dio la colosal ta-

rea de revisar la prensa día a día y elaborar un informe que debía

entregarse también cotidianamente en la secretaría de la Escuela, con

hora de cierre. Más de la mitad de nuestro numeroso curso se sintió

maltratado y Jorge fue el catalizador del descontento interpelando a