Universidad de Chile

 

LENGUAJE Y BÚSQUEDA IDENTITARIA:
EN TORNO A LA LITERATURA ARGENTINA DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL SIGLO XX

Por Nilda María Flawiá de Fernández
Universidad Nacional de Tucumán - Conicet, Argentina

El largo proceso de globalización en el que el mundo está inserto abarca todas las áreas de la conformación mundial: economía, circulación de mensajes sociales, formas culturales, información y mercados entre muchas otras. Es un proceso que, a la vez que conlleva una homogeneización de miradas, no puede resistir un análisis desde una perspectiva uniforme; muy pronto se perciben desigualdades, polarizaciones, centros y periferias, sobre todo en lo que hacen a la producción de mensajes económicos, políticos y culturales. El mundo quizás desde siempre ha tenido una visión única desde centros hegemónicos de poder, lo demás circulaba periférico y como alimento de esos centros, pero había la posibilidad de mantener vigente con mayor fuerza, quizás, características propias, diferentes, dado que la distancia comunicacional era mucho más lenta. Como lo plantea Peter Worsley (1):

"[...] el mundo siempre ha sido uno, mucho antes de que las relaciones sociales de amplitud mundial se estableciera, mucho antes de que los españoles anclaran en América o los ingleses en la India. Incluso los cazadores y recolectores más primitivos nunca han estado aislados. La civilización ha atravesado de una sociedad a otra, ha cambiado y se ha añadido o perdido [...]."

Es muy vasto el horizonte de interpretaciones que conforma el sustrato de este concepto. Como lo expresan Rubens Bayardo y Mónica B.Lacarrieu (2):

"interesan las transformaciones culturales que están constituidas por el arraigo de la hegemonía en la vida cotidiana y en la conformación de los sujetos, así como sus representaciones y prácticas lo que nos permite comprender las complejas articulaciones entre lo global y lo local."

A medida que se descubre la identidad latinoamericana a través de sus manifestaciones literarias, el mundo entra ya de lleno en procesos de centralización de capitales que adquieren mayor fuerza, envergadura, alcance. Invaden ciudades, naciones y continentes, formas de trabajo y de vida, modos de ser y de pensar, producciones culturales y formas de imaginar (3) que se organizan en comunidades regionales que abarcan más de un país, como la Comunidad Económica Europea, El tratado Trilateral de Libre Comercio o el Mercosur, entre otros. Sin duda, hay pues niveles de discursos que si bien no son totalmente homogeneizadores, muestran las diferencias americanas en lo que respecta a su conformación cultural y coexiste dentro de un macrosistema económico-político que lleva a la globalización. Ante el avance de esta última, ¿las regiones subsistirán en lo cultural?, problemática acuciante, sobre todo para los países periféricos que no puede ser contestada aún.

Dentro de este nuevo orden mundial y en lo que respecta a la forma en que Argentina se ha mirado a sí misma, podemos señalar momentos diferentes: desde un marcado apego a lo europeo hasta el descubrimiento de sus raíces autóctonas, de mestizaje. Esto en términos psicoanalíticos se correspondería a la búsqueda de raíces, desde la identificación con modelos europeos a la asunción de su propio perfil cultural sin complejos de inferioridad.

Este proceso supuso un lapso de más de una centuria.(4) Actualmente, y por motivos socio-políticos ya enunciados, nos encontramos nuevamente en la necesidad de afirmar nuestra identidad, de aceptar lo que en el fondo es casi un convencimiento de una heterogeneidad como país, pero para enfrentar en igualdad de condiciones al avasallamiento cultural que también la globalización conlleva. Mirada la literatura como un cuerpo cultural, ha concitado una fuerte atención manifiesta, por el lado europeo, en un entusiasmo no ya folklórico, por lo exótico de estas tierras sino verdadero interés cultural; por el lado argentino, sobre todo a partir de la guerra de las Malvinas y de la última dictadura militar, en la desilusión y en el desgarrón último del cordón umbilical, cultural, de pensarnos como europeos en América, así como el reconocimiento de nuestra dependencia económica.

Dentro de este proceso, podemos acotar más aún; nos interesa observar la evolución cultural dentro de una periferia como es América Latina, Argentina concretamente, en relación con los centros de poder.

En esta investigación cultural, centraremos nuestra primera mirada en la re-emergencia en el campo de lo específicamente literario de la problemática del discurso identitario en estas últimas décadas, mirada que no implica ya la búsqueda a partir de la llegada de grandes oleadas inmigratorias, ni de la organización socio-cultural del país como un crisol de razas, sino de aquella que nos hace iguales y diferentes a la vez dentro del proceso de globalización. Esta mirada implica un reflexionar sobre uno mismo y sobre el "otro".

Partimos de la hipótesis de que la literatura argentina, desde sus orígenes, puede ser leída como una construcción discursiva sobre la problemática de quiénes somos y de cómo "hacer la cultura nacional". Los géneros tradicionales como la narrativa, la lírica o el teatro conforman un gran corpus cuyos límites propios se expanden hacia el espacio reflexivo e interpretativo natural del ensayo. Es, justamente, el ideologema identitario el que permite desde la recepción tal lectura dilusoria de límites y de características tradicionales.

A partir de las primeras expediciones españolas en América, los escritos manifiestan una línea de búsqueda de lo americano, muchas veces explícito, - mediante una escritura cuya retórica respondía a un afán de conocimiento y de descripción de lo "otro" desde la perspectiva europea; otras, por la vía de la negación o de la ausencia escrituraria que delimita un campo discursivo que ampliará sus límites específicamente políticos y culturales hacia lo religioso, social, mítico, entre otros.

Sin duda alguna, este discurso identitario cambió su rumbo desde el siglo XIX al actual. Apenas sellada nuestra independencia, y de manera similar al resto de América Latina, la necesidad de diferenciarnos de España y de construir una cultura propia llevó a diversas propuestas ab initio como las de Sarmiento, Bello o Alberdi, conscientes de la necesidad de asimilarnos a un otro "civilizado", transoceánico, pero cuyo intento de incorporación rápidamente sufrió el tamiz de lo autóctono, de lo americano. Lo que interesaba era lograr un concepto de lo propio diferente de lo español del que se abominaba por retrógrado y de lo autóctono del que se callaba por ausente. Podemos en cambio afirmar la existencia en nuestra literatura de un discurso identitario con una profunda raigambre en la vitalidad estética de América, en la construcción de una cultura que se debía contraponer a un discurso meramente utilitario, en un discurso profundamente optimista: todo ello nos sería dado a partir de la caída del régimen rosista. No olvidemos que Sarmiento construye Facundo y Argirópolis teniendo en mente la idea de que una vez derrocado Rosas, la utopía del progreso y de la construcción de una gran nación estarían al alcance de la mano. Es una escritura también de fuertes tonalidades utópicas. Argentina, como Latinoamérica era el espacio del vacío, de poder probar nuevos órdenes, de crear sociedades sin las conocidas crisis europeas.

En esta tarea, la función del líder se transformaba en esencial, por ello, el papel del intelectual en la construcción de la nación estuvo tan ligada al rol del político en el siglo XIX, por lo menos hasta la Generación del '80, en la que recién comienza a tomar cada uno diferentes funciones sociales. Roles que pueden ser leídos de manera paralela tanto en el discurso literario como en el de la praxis social: vate intelectual y caudillo. Ambos puentes de diverso soporte entre el poder y el pueblo.

En ambos casos, es de destacar el papel que le cabe a un arraigado concepto de individualismo en la construcción de lo social. En este sentido, el discurso estético no hace más que refractar otros discursos sociales en los que a la vez abreva. Pone en circulación relaciones dialógicas en las que es posible leer la palabra propia y la la vez la del otro, la palabra es así un cuerpo de memoria colectiva, de imaginario social y a la vez individual. Es estilo y a la vez escritura. Civilización y barbarie, caudillismo y comunidad, eurocéntrico y americano, son conceptos que no se sintetizan y que necesitan uno del otro para su definición. Son la escritura del yo y del otro en el sentido bajtiniano (5). En definitiva son representaciones de un proceso de asimilación de palabras ajenas, ecos y reflejos de otros enunciados con los cuales se relacionan o se integran por la comunidad de esfera del intercambio discursivo [...]En rigor, los delicados matices de estilo individual se pueden analizar a través del análisis de los enunciados ajenos, semiocultos o implícitos, de apoyo o polémica, en sus diferentes grados de "otredad". (6)

Esta construcción de imágenes conjuntas del "yo" y del "otro" implicaba un ordenamiento también de los espacio geo-culturales asi como de una temporalidad que los diferenciara según fuera la mayor o menor cercanía respecto de la tan deseada construcción identitaria. El "yo" era, en esto también, la medida de todas las cosas y no concedía al otro sino una existencia formal o un carácter accidental, destinados a reafirmar la propia preeminencia y el derecho a la subordinación del otro.

Estos discursos no son sino manifestaciones de una necesidad de búsqueda de nuevos rumbos, de producir nuevas interpretaciones sobre la cultura nacional, acerca del papel del intelectual y de su escritura de la historia, de las maneras en que este legitima no sólo un poder cultural sino social. En consecuencia, la literatura se hace política, ética, estética y se autorreconoce en una relación de fobia y de filia con la tradición europea. Como dice Umberto Eco (7) hubo siempre en Latinoamérica una actitud que define como posmoderna y que consiste en remover los restos del pasado utilizando la ironía. Pero no para desechar estos restos sino para recomponerlos de otra manera. Concepto pródigo en el quehacer cultural argentino de este siglo.

Nos interesa observar cómo esta literatura es búsqueda que se acentúa, por las razones político-sociales y culturales enunciadas, en las décadas del siglo XX posteriores a 1970, quizás deudoras de la imposibilidad de encontrar la forma del diálogo en un país sumido en el caos y la desintegración. Hablamos de una realidad fragmentada, de una escritura del mestizaje entendido este no como armónica homogeneización sino como pluralidad de situaciones que interactúa, confronta y se opone en el interior mismo del discurso literario. Es un juego vertiginoso de connotaciones, de interpretaciones, de intersecciones que pone de manifiesto el complejo entretejido del discurso de búsqueda identitaria, la no existencia de un perfil único, sino un mosaico de memoria y presente, de tradiciones y rupturas.

Son ficciones que asumen el discurso histórico y su función de veracidad pero, desde el punto de vista estético, son deudoras de intentos de parricidio de modelos europeos a la vez que manifiestan la imposibilidad de su desprendimiento. Se afirman en el límite entre la apropiación y la negación, entre un afuera y un adentro; su estructura es compleja porque depende de influencias externas mediatizadas por la estructura del campo intelectual local, desgarrado a su vez por formaciones intelectuales en pugna. (8)

Continúa el conflicto de épocas anteriores entre dos fuerzas, una eurocéntrica y otra, regional, pero sustentada ésta por mayores fuerzas después de lo que significó el "boom" latinoamericano de la década del 60. Sin duda, el problema tiene como centro la búsqueda de un lenguaje que nos diga y que, a la vez, deje de ser periférico en relación con los países dominantes de Europa y Estados Unidos, en un sistema literario, cuya hegemonía a pesar de polémicas y fuertes escritos en contra, ostenta Borges y su propia tradición escrituraria, visto, en esos momentos, como más cercano a lo europeo que a lo latinoamericano.

La literatura a partir de la década del 60, sobre todo en el último cuarto de siglo, en sus distintas líneas puede ser leída como discurso social que lucha por transformarse de periférica en central dentro del polisistema cultural imponiendo su propia mirada sobre Latinoamérica y el mundo. Es una escritura descentralizada en cuanto a centros hegemónicos europeos y que no sólo se escribe desde las márgenes geográficas sino que pone en circulación voces y discursos sociales que son cuerpos individuales, simbólicos y sociales que se dicen desde esos espacios. Para los receptores contemporáneos de esos textos, estos se nos presentan como los espacios de una escritura que tiene como meta expresar más de lo que dice, pero cuya aprehensión de la realidad no siempre es posible en todas sus aristas, tampoco los acontecimientos históricos tienen una sola e inamovible verdad.

Si la realidad no es única ni tampoco funciona como un coherente entretejido discursivo, tampoco la literatura lo hace; es una consciente refracción de estos. Se transforma en el campo predilecto de la interpretación. Pensemos en autores como Ricardo Piglia, Juan José Saer, Mempo Giardinelli, Osvaldo Soriano, Ana María Shua, Liliana Heker, por citar sólo algunos.

Son textos cuyas representaciones se cargan de significaciones impensadas, que cumplen la función de introducir otra semántica de las relaciones de la lógica y sobre todo, ponen en circulación la memoria y sus diferentes versiones de la historia a partir del deseo de encontrar sentidos desde los espacios fronterizos de los discursos sociales y políticos.

Es decir adopta el papel crítico social y de permanente reflexión acerca del país y del hombre. Como dice Rita de Grandis:

"De ahí que los debates literarios de esos años revelen tanto una crisis de identidad política y cultural como una de legitimidad propia; las formaciones literarias internas se debaten por redefinir su especificidad. La polemicidad se convertirá en el rasgo más sobresaliente de la especificidad y la estética del conflicto, convertida en teoría de la escritura latinoamericana permeará tanto las instancias legitimadoras regionalistas como las universalistas".(9)

La literatura argentina vuelve en estas últimas décadas a temas considerados como motivos de búsqueda identitaria que habían tenido circulación social en el siglo XIX pero con una visión diferente. Ya no se trata, por ejemplo, de retomar el tema inmigratorio desde el punto de vista criollo xenófobo o xenófilo sino de ver qué pasó culturalmente en el proceso de arraigo en una sociedad nueva con los hijos de aquellos inmigrantes. De qué manera el país los había asimilado, a la vez que aceptado en sus diferencias culturales en un plano de igualdad.

La historia siguió su curso, los hijos y nietos de aquellos primeros inmigrantes, han dejado de ser marginales para insertarse en esta sociedad, pero, de pronto, ésta comienza a emitir signos de disociación, de violencia, de expulsión, de censura política, racial en la que se ven involucradas todos los estratos sociales. El argentino necesita nuevamente legitimar su posición frente a su propia sociedad y al mundo. Nada mejor que ilustrar estas palabras con las de Daniel Moyano en Libros de Navíos y Borrascas : (10)

"La cosa es simple. Somos de origen poco claro. Gente sin lugar fijo que va y viene. Cuando nos corren de un lugar nos vamos para el otro, y así andamos desde que cruzamos el estrecho de Bering como dicen. No somos de ninguna parte y se acabó. En el caso concreto de los rioplatenses, se simplifica más. Descendemos de un barco como éste. Hombres-barco como niños probeta, que se pueden criar como cualquier otro, no necesitan una mamita que les dé la teta [...]."

En íntima conexión con el tema de la inmigración, el discurso literario desarrolla una intrincada relación con el historiográfico, situándose en las márgenes de ambos para "leer " la historia desde los intersticios culturales. En otras palabras, la literatura como práctica discursiva institucionalizada lee la historia y la sociedad, las deconstruye y reconstruye en su espacio textual ampliando, el horizonte de legibilidad social de las mismas. La historia y la sociedad son textos que el escritor lee y en los que se inserta al reescribirlos. De este modo, la historia se inscribe y se manifiesta en la estructura del texto, de manera tal que en toda producción artística y literaria, sin necesidad de que se transparente en el nivel de la diégesis, la historia deja sus marcas, fundamentalmente en las estructuras morfogenéticas.

Si analizamos novelas como La Revolución es un sueño eterno de Andrés Rivera o Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, entre otras muchas, se expone una doble presencia y funcionalidad de la historia en su incorporación textual. Por un lado, está manifiesta explícitamente en la textualización del contexto histórico social que rodeó las actuaciones ya sea de Juan José Castelli, "el orador de la Revolución de Mayo", protagonista de la primera novela citada o de Eva Perón y, por otra, aparece funcionando estructuralmente en los dispositivos semióticos del genotexto, desde donde adquiere su mayor potencial significativo y, a partir de los cuales, expande el horizonte de visibilidad social porque la calidad de la información no está en los elementos sueltos, inconexos o en las zonas superficiales del texto sino que el dispositivo semiótico es el que le confiere la auténtica carga de sociabilidad.

"[...] Inaugura una búsqueda colectiva de la memoria y de la historia partiendo no tanto de la abstracción como de un deseo por encontrar significado en las grietas del mundo sensorial, enla zona intersticial entre las realidades sociales concretas y los referentes políticos ." (11)

Estas novelas, en cuya discusión genérica no entraremos en esta oportunidad, presentan perceptible inflexiones con respecto de las tradicionales, llamadas "novelas históricas". Pensemos en las voces que hacen al plurilingüismo social, aquellas que más allá de los sujetos enunciativos traen a la superficie textual y a su organización aquellas otras de los imaginarios sociales, de las masas, de las pasiones y de los espacios privados que se escriben en diarios íntimos, en cuadernos de memorias, en cartas de amor; en el grito de los testimonios silenciados en otros discursos y que son protagonistas de estas textualidades que operan de disparadores de la memoria receptora; en la escritura desde márgenes genéricas que producen la hibridación entre ficción, periodismo, documento historiográfico y oralidad.

Todas estas intencionalidades transforman los textos en profundas reflexiones y cuestionamientos de la historia a la vez que manifiestan la evolución del género que pone en tela de juicio tanto el proceso mismo de la escritura como la existencia de una única verdad. Dentro del espacio cultural de este fin de siglo, desenmascara el drama discontinuo del hombre en la historia por la palabra que diga más allá del poder. Se construye a partir de realidades secundarias, de montajes y con fuerte incidencia de los medios de comunicación; es decir, con la experiencia de lo cotidiano, de forma tal que el discurso oral es uno de los ejes de construcción del espacio ficcional. Son textos que se organizan en las fronteras, en contra de los relatos hegemónicos, de los cánones aceptados y de la memoria de la tradición. A partir de este límite interior, recontextualiza, reformula, invierte realidades y, sobre todo, lleva las marcas de la ruptura y de las múltiples inflexiones sociales. Es decir, son textos profundamente cuestionadores de los pilares hegemónicos de nuestra historia.

La escritura asume en estas ficciones las características del cuerpo, del cuerpo social; es su representación simbólica. Por ello, rompe y cuestiona el orden social para poder ser sin falsas utopías, con la aceptación de la historia, del pasado y de su conformación histórico-social.

 

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NOTAS

1 Peter Worsley, El tercer Mundo, 1978, Siglo XXI, México, 27. volver

2. Rubens Bayardo, Mónica B. Lacarrieu, "Notas introductorias sobre la globalización, la cultura y la identidad" en Bayardo-Lacarrieu Compiladores, Globalización e identidad cultural, 1997, Ediciones Ciccus, Bs. As.,14.volver

3. Ianni, Octavio, A sociedade global. Civilizacao Brasileira, 1992, Río de Janeiro, 39. volver

4. Al respecto cfr. N.M. Flawiá de Fernández, Miradas, Versiones, Escrituras, 1996, Puvill, Barcelona. volver

5. M. Bajtin: Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI. volver

6. Iris M. Zavala, La posmodernidad y Mijail Bajtin. Una poética dialógica, Espasa Calpe, Madrid, 1991, 56-7.volver

7. U. Eco: "Lo posmoderno, la ironía, lo ameno" en Apostillas a El nombre de la Rosa, Barcelona, Lumen, 1984,74. volver

8. Rita De Grandis Polémica y estrategias narrativas en América Latina,1993, Viterbo S.R.L. Rosario,12. volver

9. Idem, 28. volver

10. D. Moyano, Libro de Navíos y borrascas, 1983, Bs. As., Legasa, 143. volver

11. F. Masiello, "Las políticas del texto" en Nora Domínguez y Carmen Perilli (comp.) Fabulas del género, Rosario, Beatriz Viterbo editora, 1998, 18. volver