Universidad de Chile

 

UN MODELO CANIBALÍSTICO DE POSMODERNIDAD

Por Hernán Neira, (1)

Dado que la nación y la modernidad son referentes nuevísimos y frágiles, el debilitamiento actual de la idea de nación no coloca a América Latina en una situación inédita. La preeminencia de algunas reivindicaciones indígenas, el fortalecimiento de asociaciones internacionales de todo tipo, el surgimiento de nuevos temas literarios y sobre todo la aparición de multitud de polos de referencia son, de hecho, características culturales que ya existían en la época previa a la independencia al mismo tiempo que características de una América posmoderna. La ausencia de una idea central de nación así como la ausencia de referencias políticas, culturales y filosóficas son una de las características de la posmodernidad, tal como la definen Jean François Lyotard (2) o Gianni Vattimo.(3) Vattimo nos recuerda que hoy en día los medios de comunicación han multiplicado los centros de referencia desde los cuales es narrada la historia, de tal modo que ya no es posible escribir una historia universal, y que la influencia de la televisión debilita el carácter histórico de la experiencia. Pero de hecho, en América este fenómeno existía mucho antes de la posmodernidad. En Los Vencidos: los Indios del Perú Frente a la Conquista Español (1530-1570) (4), el etnólogo francés Nathan Wachtel escribe una historia del Perú centrada en la perspectiva de los indios americanos y de la influencia de España en la cultura indígena. Hay un trabajo similar de Serge Gruzinski: La colonización de lo imaginario, Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-VIII (5), si bien sus resultados son distintos. Gruzinski concluye que es imposible escribir una historia desde el punto de vista de los habitantes nativos porque perdieron sus principios epistemológicos. Aun cuando el más benevolente de los frailes se aproxime a los amerindios con la intención de escribir la historia de éstos, los sujetos de su investigación ya no están en condiciones de hablar desde su punto de vista porque las mismas preguntas obligan al habitante nativo a responder de acuerdo a los principios epistemológicos del investigador. Nosotros coincidimos plenamente con Gruzinski: la invasión europea de América significó para los pueblos nativos la pérdida general de referencias sin que, en muchos casos, hubiera creación de nuevas. Cualquier intento de reconstruir una historia amerindia unitaria está condenada al fracaso porque el mismo hecho de intentarlo muestra una debilitamiento de un principio epistemológico indígena, tal como mostramos en el libro El Espejo del Olvido: Ensayos Americanos (6).

La pérdida de sentido histórico lineal es, por cierto, una característica de la posmodernidad, pero, si tomamos en cuenta las conclusiones de Gruzinski no podemos afirmar que sea algo completamente nuevo. Tal fue la experiencia común de los amerindios y quizás lo haya sido de todo pueblo derrotado no sólo militarmente, sino culturalmente. Existe una tendencia a considerar las guerras de independencia como un origen de la nación, pero Bolívar, en su célebre discurso dado en Angostura, constata que los patriotas no tenían un sentido histórico continuo propio de la modernidad y declara que la ruptura con España no implica un lazo automático con los indios americanos:

"Americanos por nacimiento y europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los títulos de posesión y de mantenernos en el país que nos vio nacer, contra la oposición de los invasores; así nuestro caso es el más extraordinario y complicado" . (7)

La ausencia de continuidad histórica experimentada por los amerindios tanto como por los criollos (aunque de distinto modo), es un principio epistemológico que permite interpretar el presente y el pasado. En muchos aspectos dicha discontinuidad desafía al concepto de historia universal, fenómeno que describe Vattimo. Sin embargo, Vattimo y otros autores no logran ver que la pérdida de la fe en el sentido histórico no es nuevo, porque ha habido tantas historias universales como pueblos dominantes. En lo que respecta la historia, la posmodernidad americana no es ni una reformulación de la modernidad ni su culminación ni su fin, porque no es tanto una época completamente nueva sino el fundirse de fuerzas históricas tradicionales con otras inéditas en un espacio cultural desocupado por la desaparición del nacionalismo moderno. Sin embargo, sería un error pensar que este espacio estuvo alguna vez lleno. La modernidad nunca se ha establecido completamente en América ni tampoco lo podrá hacer porque la modernidad no es concepto aislado ni una época histórica que alguien pueda aplicar a cualquier objeto sin tomar en cuenta su historia y los conceptos que constituyen sus límites externos (8). Los conceptos en un sistema lingüístico no están aislados; no se puede saber lo que significa la idea de hombre sin saber lo que significa mujer, y vice-versa. Se puede decir lo mismo de la historia; sería difícil entender lo que significa el período moderno sin entender el significado de la historia medioeval, pues la modernidad existe en relación a los períodos que completa y cancela. Esto lleva a preguntarnos si podemos hablar de modernidad en un continente que nunca ha experimentado propiamente un período feudal. La noción de tiempos antiguos no tiene el mismo sentido para los europeos que para los amerindios, y ciertamente para ellos no se vincula a algo posterior a una época feudal.

La principal diferencia entre la posmodernidad americana y europea es que el Estado y la nación, que jugaron un rol fundamental con respecto de la modernidad, no se desarrollaron del mismo modo en ambos continentes. Por esa razón, la pérdida de estos conceptos o de estas instituciones como principal punto de referencia no tiene el mismo significado en ambos lados del océano. Mientras que en Europa es posible que la pérdida de referencia conduzca al vacío, en América el mismo hecho viene acompañado del revivir de tendencias que no pueden ser entendidas estrictamente dentro de la oposición de lo premoderno, lo moderno y lo posmoderno. En algunos aspectos, los nuevos desafíos al ideal de nación permiten el surgimiento de fuerzas tradicionales. Algunas de las tendencias culturales que se puede observar actualmente en América no son premodernas, ya que no es evidente que la historia americana haya tenido el mismo aspecto lineal que la filosofía hegeliano-marxista atribuye a la historia europea. La noción de discontinuidad posmoderna, basada en la pérdida de referencia y en la imposibilidad de escribir una historia universal, está en deuda con una filosofía de la historia en que ésta es concebida como progreso. Esta filosofía es parte de un movimiento político y cultural que tuvo lugar en Europa Occidental (en Europa Oriental fue diferente) de modo más o menos continuo bajo la forma de desarrollo interno de ciertas fuerzas espirituales y materiales, mientras que en América, en la misma época, se encuentra una modernidad fragmentaria que no es resultado de un desarrollo interno de fuerzas nativas o criollas, sino de una influencia externa.

Una de las principales características de América es su enorme capacidad para incorporar casi físicamente las influencias en apariencia más contradictorias. Tres siglos después de la Conquista, el artista brasileño Alexandrinho dio a luz a una escultura sofisticada y multicéntrica, trabajo en el que se daba una mezcla instantánea de referencias. Durante el siglo XX, el escritor cubano José Lezama Lima desarrolló similares tendencias sincréticas. ¿Podemos llamar moderno al trabajo de Lezama? ¿Cree haber superado el pasado cubano, indígena o colonial para alcanzar una nueva etapa histórica? Lezama trabaja con tendencias contradictorias sin conectarlas de modo lineal (lo que supondría conectarlas de modo sucesivo). Para Vattimo, la nueva experiencia de la verdad no es más un objeto, sino un horizonte en el cual alguien se mueve. El modelo de la verdad basado en el arte y en la retórica ya existía en la obra de Lezama, para el arte es un punto de partida continuo y múltiple, en el que el tiempo y el espacio, y por lo tanto la historia, no tienen un sentido lineal y cerrado:

"en la influencia americana lo predominante es lo que me atrevería a llamar el espacio gnóstico, abierto, donde la inserción con el espíritu invasor se verifica a través de la inmediata comprensión de la mirada. Las formas congeladas del barroco europeo, y toda proliferación expresa [de] un cuerpo dañado, desaparecen en América por ese espacio gnóstico, que conoce por su misma amplitud el paisaje, por sus dones sobrantes.(9)

La proliferación y la discontinuidad impiden que se constituya una tradición sólida en América, al menos si consideramos la tradición como continuidad, transferencia, seguimiento y desarrollo de valores y conductas de una generación a otra (no necesariamente la que viene a continuación). En muchos aspectos no hay una tradición americana, porque el sólo concepto de desarrollo implica seguimiento, en lugar del cual en América uno encuentra rompimiento y superposición de capas culturales. Cada capa sirve de fundamento sobre la cual se puede constituir la siguiente, pero con frecuencia no hay relación entre ellas, de modo que permanecen ciegas una con respecto de la otra. Una cosa es concebir la historia con un desarrollo interno de ciertas fuerzas, que eventualmente puedan conducir a su propia negación, y otra es concebirla como diferentes capas culturales que pueden ser usadas, mal usadas o simplemente olvidadas por las nuevas épocas, cuyo sentido nada tiene que ver con las precedentes. La comprensión de cómo el arte de épocas pasadas influye en el actual requiere, en América, concebir un tipo de influencia instantánea, discontinua y no lineal. Es tan común concebir la historia en un sentido lineal que parece imposible encontrar dos épocas culturales próximas en el tiempo con poca o ninguna relación. Donde quiera que una capa logre tomar el lugar de la precedente por medio de la destrucción física o moral, la época que surge con ello tiene poca relación con la precedente. Pero eso no significa que la época precedente desaparezca para siempre, pues su resurgimiento puede darse en cualquier momento, sin que exista proceso o seguimiento lógico. Algunos edificios españoles se levantan sobre las fundaciones de templos incas, sin relación estética con ellos, de tal modo que los templos indios se convierten en una simple capa material sobre la cual puede emplazarse la catedral católica que carece de vínculo con el templo precedente. Sin embargo, eso no impide que en una época posterior se incorpore una decoración interior con fuertes componentes indígenas, los cuales, a su vez, no son un desarrollo del arte indígena anterior, ya que ese desarrollo fue destruido. La nueva decoración es una síntesis instantánea, no un desarrollo lineal del arte previo.

Lo que cambia con la posmodernidad en relación con la superposición incoherente de capas que se da desde que América recibe el nombre de América es que la destrucción y el revivir se producen de modo más rápido, aunque no necesariamente de modo más general. Un restaurante Mac Donald puede levantarse sobre las fundaciones de un restaurante tradicional, donde se servía platos locales, de tal modo que los clientes del nuevo edificio nunca sospechen del anterior servicio, pero nada impide que después el Mac Donald se convierta en cobijo para gente sin hogar. Esto no es una utopía, pues los ciclos urbanos americanos son especialmente cortos y con frecuencia antiguos palacios se convierten en lugares de hacinamiento cuarenta o cincuenta años después de haber sido construidos. Lévi-Strauss dice que una de las características de las ciudades americanas es su ausencia de vestigios y que no están construidas para durar, sino para ser renovadas constantemente (10).

La renovación de muchas artes americanas sucede de igual modo, si bien en la época posmoderna el cambio se da de modo más acelerado. Comentando la influencia del barroco en la literatura contemporánea, la ensayista brasileña Maria Esther Maciel dice que para Octavio Paz es una fiesta hecha de repeticiones y rupturas en relación al modelo peninsular. La misma autora sostiene que para Haroldo Campos, siguiendo el modelo antropofágico, es una destrucción maxilar de la tradición. Para éste, la literatura americana es una devoración planetaria . Canibalismo y devoración son dos modelos de destruir los materiales provistos por la tradición. Esta destrucción sería imposible sin los materiales precedentes, pero el nuevo resultado no es un desarrollo del anterior ni tampoco su síntesis. El trabajo de Borges puede ser mejor comprendido como devoración continua de las tradiciones argentinas y europeas antes que como un desarrollo de ellas.

La influencia de la ética en la estética tiende a llevar a pensar que la creación cultural debe que ser el fruto de una buena relación entre distintas tradiciones o pueblos y expresarse de modo políticamente correcto. Sin embargo, en América, la situación es muchas veces la contraria: la destrucción de tradiciones, física o moralmente, por guerra o canibalismo, ha sido una de las principales fuentes de creación y su expresión ha sido, con mucha frecuencia, de la mayor incorrección política, pero de la mayor felicidad estética. Geográfica, étnica y temporalmente la historia americana no tiene un centro único al cual deban referirse las distintas capas culturales. No existe una síntesis indo-hispánica, ni indo-británica que pueda desempeñar el rol de nuevo centro histórico. La síntesis histórica no siempre ha tenido lugar y, en los casos en que ello sucedió, tomó diferentes formas. Ni la tradición indígena ni la hispánica se apoyan mutuamente, sino que más bien se exterminan, de modo que es difícil reconocer en cualquiera de ambas el desarrollo de la otra. El modelo canibalístico para entender América entrega una concepción no lineal de los vínculos culturales, tanto en el presente como en el pasado, un modelo que es válido para entender la posmodernidad que se da en dicho continente. El modelo canibalístico provee un sentido de apertura más allá de la concepción lineal de la historia, en el cual la posmodernidad no es más concebida como un nuevo paraíso o un nuevo infierno inscrito al comienzo o al final de una concepción continuista y progresiva de la historia, lo que permite comprenderla de modo menos maniqueo.

Para comprender plenamente que la posmodernidad pueda ser un revivir de fuerzas antiguas en vínculo con otras actuales en lugar del desarrollo interno de éstas, es necesario abandonar la concepción lineal de la historia según la cual las diferentes épocas se siguen bajo un modo teleológico y tal vez cristiano, constituido por un nacimiento, desarrollo y declinación. La posmodernidad no es el fin de las categorías modernas, sino más bien una etapa imprevisible en el modelo lineal de concebir la historia. La historia y el arte americanos pueden ser mejor comprendidos bajo el modelo canibalístico en el cual la superposición de capas culturales no requiere que éstas completen el ciclo de las anteriores, si es que alguna vez lo tuvieron. No hay razón para suponer que la historia tiene un sentido que fue roto por la posmodernidad o por una concepción posmoderna del tiempo humano. La experiencia histórica americana, en tanto podemos seguir sus huellas, no requiere que ninguna capa cultural complete su ciclo y muestra muchos casos en que las personas no se pueden reconocerse en la cultura precedente o incluso en la contemporánea, viéndose obligados a inventar y canibalizar los materiales que encuentran a mano para crear una nueva capa cultural que integra las anteriores sin desarrollarlas. Esta situación, humanamente dolorosa, puede dar lugar y ha dado lugar a grandes obras de arte. No sólo el antropófago devora a su víctima sin esperar a que complete su destino, sino que con frecuencia impide que lo alcance, dando lugar así a un salto o ruptura artística que no es ni superior ni inferior a la precedente, pues no hay punto de comparación. En el canibalismo cultural el devorado es completamente incorporado y nada de él puede ser reconocido en el caníbal, sin embargo el caníbal y su obra nunca existirían sin su víctima. La superposición de historias locales y la posibilidad de una verdad estética no ligada a una conciencia objetivante pueden ser mejor entendidos si no se le pide a las manifestaciones culturales humanas estar ligadas a una ética seudo cristiana o a una buena voluntad cultural. No estoy promoviendo una guerra cultural y menos militar; sólo estoy diciendo que, de hecho, las culturas americanas, y tal vez la mayoría de las culturas del mundo, suelen expandirse de un modo no lineal y canibalístico.

Para la filosofía de la cultura, el siguiente paso es fortalecer el entendimiento de la posmodernidad cultural para transformar el canibalismo en un concepto de orden epistemológico que reemplace el principio de cultura nacional. Este modelo hubiera permitido que Juan Bautista Tupac Amaru, Simón Bolívar, Jorge Luis Borges y muchos otros destacados americanos se comprendieran mejor a sí mismos, a los demás y a la cultura americana.

 

Sitio desarrollado por SISIB

 

NOTAS.

1.- Hernán Neira es profesor de la Univ. Austral de Chile y escritor. Su última novela es El Sueño Inconcluso, Ed. Planeta, Santiago, 1999. Inst. de Filosofía / Univ. Austral / Casilla 567 / Valdivia / Chile / fax (56-63) 221262 / hneira@uach.cl. volver

2.-Lyotard, Jean François; La condición postmoderna; Ed Cátedra, Madrid 1989.volver

3.- Gianni Vattimo; El Fin de la Modernidad; Gedisa, Barcelona, 1997volver

4.- Nathan Wachtel; Los Vencidos: los Indios del Perú Frente a la Conquista Español (1530-1570). Alianza Editorial, Madrid 1976. volver

5.- Gruzinski; Serge; La colonización de lo imaginario, Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-VIII Fondo de Cultura Económica, México, 1991, 312 pp. Trad. de Jorge Ferreiro.volver

6.- Neira, Hernán; El Espejo del Olvido: Ensayos Americanos, Dolmen Ediciones, Santiago, 1997. volver

7.- Bolívar, Simón; La Esperanza del Universo , Ed. Unesco, París 1983, p. 133, discurso de Angostura, 15/02/1819.volver

8.- Gruzinski muestra las dificultades que tuvo la monarquía borbónica para instaurar el proyecto moderno en América y cómo para ello necesitó aumentar la represión sobre las expresiones culturales indígenas y criollas. volver

9.- Lezama Lima, José; La Expresión Americana, Ed. Letras Cubanas, La Habana, 1993, p. 125 volver

10.- Lévi-Strauss, Claude; Tristes Tropiques, capítulo XI, Sao Pablo. París, Ed. Plon, sine die, p. 107. Escribr: "Dans les villes du Nouveau Monde, que ce soit New York, Chicago ou São Paulo qu'on lui a souvent comparé, ce n'est pas le manque de vestiges qui me frappe: cette absence est un élément de leur signification […] Car elles [les villes américaines] ne sont pas seulement fraîchement construites: elles sont construites pour se renouveler avec la même rapidité qu'elles furent bâties, c'est-à-dire mal […] Ce ne sont pas des villes neuves contrastant avec des villes anciennes; mais des villes à cycle d'évolution très court […] En visitant New York ou Chicago en 1941, en arrivant à São Paulo en 1935, ce n'est donc pas ls nouveauté qui m'a d'abord étonnné, mais la précocité des ravages du temps" (p. 106-107). 11.- Maciel, Maria Esther; América Latina Reinventada: Octavio Paz e Haroldo de Campos, in Revista Iberoamericana, vol. LXIV, Núms. 182-183, Enero-Julio 1998, pp. 219-228. Valdivia, mayo de 1999 volver