PRESENTACIÓN
LIBRO MIENTRAS LOS MUCHACHOS DUERMEN DE CLAUDIO IASÍS
por
Olga Grau
Claudio
Iasís ha nombrado su primer libro la bitácora y los sueños. Y
el título del presente y exquisito libro, mientras los
muchachos duermen, se me apega no sólo a ese primer nombre,
sino también al nombre de una película, Mientras la ciudad duerme.
La ciudad que duerme aquí es una ciudad de muchachos. ¿Qué ocurre
mientras los muchachos duermen? ¿En qué brazos entregados? ¿En qué
alborotos, llamados infamia o pecado nefando en medio de la bruma
patriarcal, urden? ¿Qué tráfico de deseos, sueños y recuerdos en
la noche "ungüento suave y corrente", para algunos, y
para otros "lerda brea / en la que viven atrapadas /las ocho
patas insomnes de los deseos"? El libro cita o invoca en el
dibujo de portada el aparente lado anverso del dormir, el insomnio.
El insomnio de los pies desnudos, desordenados, inquietos, hasta
febriles, insomnio donde los ensueños y los pensamientos más innombrados
y raros se creen posibles.
Iasís
toma su sitio, en la confesión y en la escritura. Dos poemas me
parecen reveladores de ese gesto de constitución de identidad, de
afirmación de ciudadanía junto a los otros muchachos. Demarcar un
lugar en la polis y un lugar en la lengua, en las palabras. En el
poema "Crimine Pessimo" (la sentencia y su hazaña) leemos:
"Infame./ Así me hubieran llamado en tiempos / de los Felipes
de España, que así llamábanles,/ si como hoy cantado cantado
hubiera a tu almizcle y tu porte./ Leerías Iasís el nombre en las
actas o Avisos de Pellicier" junto a otros "acusados de
pecado nefando y curados a fuego y muerte". Termina el poema:
"Ahora que no importa cuatro siglos me hallo perdido en esta
sala de Historia/ bajo pena de hoguera más allá de toda terrena
mensura/ y esta médula y mi lengua/ y mis adjetivos y mi trazo
y mi fama arden /de igual e ineludible manera.".
El
otro poema, el último de la serie de esta poesía bella y múltiplemente
sugerente, "Antes de la danza", cita un "texto auténtico",
un poema anterior al momento de la atribución del nombre propio
Iasís; un poema previo a danzar la poesía, antes de la definición
del oficio de saber escribir, de ponerle letra a los sueños y deseos
y antes de transitar los parques nocturnos. El oficio en la escritura
se cumple al lado del arte de ser amante en los amores. 'Saber escribir',
es una expresión que da sentido de ciudadanía, y se dice de alguien
que puede firmar con su propio nombre, que legitima en la letra
y con la letra el nombre propio. La ciudadanía es aquí saber del
propio deseo y escribirlo, darle sitio en la escritura, mostrarse,
exponerse: "escribía la diestra casi despierta/ mucho antes
del oficio/ y creyera ser Iasís a un mismo tiempo,/ antes de que
se afanara con poemas/ y parques nocturnos/ en donde las sombras
furtivas de los amantes/ semejan lebreles en reposo/ o pequeñas
tumbas". Saber escribir y darse un nombre propio en el nombre
de otro: apropiación de sí en lo dual y en la escritura. Un nombre
que evoca otros espacios y otros tiempos, tiempos de teatros y libaciones.
El poeta se instala en otro espacio y tiempo, anacrónicos y recuperados
o hechos verosímiles en su propia lengua. ¿Por qué ejercitarse clásicamente?
¿Cuál es el sueño o el insomnio del origen, de los tiempos originarios
de la poesía, del lenguaje de occidente? Evocaciones, melancolía
de la forma, lenguaje nostálgico de un tiempo cercano a la muerte.
Iasís
sensible, sensual, buscador de palabras e imágenes nítidas, trama,
borda con hilos de sutilezas. No hay violencia en el lenguaje, ni
tampoco en las imágenes iaseas. El puñal que indica a César es un
puñal detenido, fijo en la materia inerte de la escultura, simple
amenaza. No se sueña lo brutal, el lenguaje protege deliciosamente.
En los epígrafes se nos habla de amores desencontrados y heridas
mortales, pero todo puede cobrar una forma exquisita. Se elabora
sobre el cadáver, pero embelleciéndolo. Iasís no cose, borda, y
sabemos que siempre el bordado hace olvidar las costuras de unión
que le dan forma al objeto bordado, e incluso, hacen olvidar el
objeto mismo.
Nos
ha dicho Iasís que no busquemos biografía en su lírica: "No
son más que ejercicios en un estilo decadente". Si no refiere,
según propia confesión, episodios de vida, confiesa "estilo
decadente". Decadencia, cadencia-de las palabras buscadas y
hurgadas con cuidado, con pasión en sordina, como la de un
efebo tenue y dulce que delicadamente desordena los géneros sexuales
y las narrativas heterosexuales, en trazos o trizaduras bicéfalas,
siempre abiertas a lo indeciso, ya lo indecible en coordenadas patriarcales
que exigen figuras definidas.
Podemos
entender lo decadente como aquello que no teniendo ya sitio en la
historia, que se sabe en la imposibilidad de la repetición, intenta
de nuevo su reposición por sus posibles rendimientos para una estética
que toma distancia de sí misma y que permite la constitución de
imaginarios descalzados, con pies desnudos de las formas convencionales
y dominantes culturalmente.
De
a poco he entrado a Iasea, la ciudad o el lugar donde habita Iasís,
donde los cuerpos de los muchachos se convierten en paisajes, se
mezclan con ellos o son alféizares de contemplación que en un primer
momento se me hizo esquiva y en vez de conquistar la ciudad he sido
seducida por ella.
Abril
2001
Mientras
los muchachos duermen
| Presentación de Soledad Fariña
| Presentación de Olga Grau | Presentación
de Iván Trujillo
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