La sed insaciable
Decir adiós...
La vida es eso.
Y yo te digo
adiós, y sigo...
Volver a
amar es el castigo
de los que
amaron con exceso
Amar
y amar toda la vida,
y arder en
esa llama.
Y no saber
por qué se ama...
Y no saber
por qué se olvida...
Coger
las rosas una a una,
beber un
vino y otro vino,
y andar y
andar por un camino
que no conduce
a parte alguna.
Sentir
más sed en cada fuente
y ver más
sombra en cada abismo,
en este amor
que es siempre el mismo,
pero que
siempre es diferente.
Porque
en sordo desacuerdo
de lo soñado
y lo vivido,
siempre,
del fondo del olvido,
nace la muerte
de un recuerdo.
Y
en esta angustia que no cesa,
que toca
el alma y no la toca,
besar la
sombra de otra boca
en cada boca
que se besa.
Lied
Mi
corazón se queda aunque mi amor se vaya ,
porque el
recuerdo nace de un ansia de olvidar.
Tu amor tiene
la tibia ternura de una playa;
mi amor es
inestable como el viento y el mar.
Aunque
mi amor se vaya no has de quedarte sola,
pues te dejo
el reflejo de la luz que encendí:
Tu amor es
una playa , mi amor es una ola,
y necesariamente
yo he de volver a ti.
Lluvia
Acaso
esté lloviendo también en tu ventana
acaso esté
lloviendo calladamente... así.
Y mientras
anochece de pronto la mañana
yo sé que
aunque no quieras, vas a pensar en mi.
Y
tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,
sintiendo
que despierta su ternura de ayer.
Y si estabas
cosiendo, se hará un nudo en el hilo,
y aun lloverá
en tus ojos al dejar de llover.
Madrigal de la lluvia de abril
Ya
no sé bien el sitio ni la hora,
ni por qué
fuiste mía, ni por qué te perdí.
Sé que llovía
como llueve ahora,
aunque ahora
es más triste porque llueve sin ti.
Y
sé que, de repente, cayeron dos diamantes
sobre tus
zapaticos de charol...
Y era dulce
aquel llanto de tus ojos radiantes,
como esos
mediodías en que llueve con sol.
Madrigal triste
¡Qué
clara la mañana! ¡qué fresco y delicioso
el viento!
¡Cuánta luz! ¡Cuánta leve armonía!...
-Busqué a
mi alrededor algo maravilloso...
Y ella, a
mi lado, sonreía...
¡Cuánta
muda tristeza en el cielo nublado!
¡Qué silencio
en las frondas donde el ave cantaba!
-Busqué a
mi alrededor algo desconsolado...
Y ella, a
mi lado, suspiraba...
¡Qué
soledad! ¡Qué angustia crispada en la doliente
neblina!
¡Qué vacío en todo!...-Desolado
Busqué a
mi alrededor... Y busqué inútilmente:
Ella no estaba
ya a mi lado...
Mejor no quiero verte
Mejor
no quiero verte... sería tan sencillo
cruzar dos
o tres calles... Y tocar en tu puerta.
Y tú me mirarías
con tus ojos sin brillo
sin poder
sonreírme con tu sonrisa muerta.
Mejor
no quiero verte... porque va a hacerme daño
pasar por
aquel parque de la primera cita.
Y no sé si
aún florecen los jazmines de antaño
ni sé quién
es ahora la mujer más bonita.
Mejor
no quiero verte... porque andando en tu acera
sentiré casi
ajeno todo lo que fue mío.
Aunque es
sólo una esquina donde nadie me espera
y unos cristales
rotos en un balcón vacío.
Sí...
seguiré muriendo de mi pequeña muerte
de hace ya
tantos años el día que me fui
pues por
no verte vieja... mejor no quiero verte,
pero tampoco
quiero que me veas tu a mí.
Mía
Mujer
soñada: Ya tú eres mía...
Ya tú eres
mía, como las rosas
son del rosal,
y el Sol, del día...
Todos los
seres, todas las cosas,
me están
diciendo que ya eres mía...
¿No
oyes el canto que alza el jilguero,
revoleteando
sobre el alero,
vertiendo
a chorros su melodía?
Es que él
bien sabe cuanto te quiero;
es porque
sabe que ya eres mía...
¿No
sientes cómo la mano blonda
del Sol oculto
tras de la fronda
te unge del
oro tibio del día?
Es que el
Sol sabe también cuán honda,
cuán dulcemente
ya tú eres mía...
¿No
ves la lluvia -que canta ahora-,
regando perlas?
Ya ella no llora
con infinita
melancolía,
y es que
la lluvia tampoco ignora
que ya eres
mía...
¿No
ves los juegos que entre las rocas
las mariposas juegan
airosas,
en una móvil
policromía?
Es porque
saben las mariposas
que ya eres
mía...
¿No
estas sintiendo que dulcemente
la fresca
brisa besa tu frente
y alarga
el beso sobre la mía?
Es que ella
sabe cuán hondamente
ya tú eres
mía...
¿No
ves las noches ahora más bellas?
Es que han
surgido nuevas estrellas,
y entre relámpagos
de pedrería,
decir parecen
que saben ellas
que ya eres
mía...
¿No
oyes al río, que descendiendo
por los barrancos,
calma su estruendo
y se hace
ahora blanda armonía?
¿No te parece
que va diciendo
que ya eres
mía?
Mujer
soñada: Ya tú eres mía,
ya tú eres
mía como las rosas
son del rosal,
y el Sol del día.
Todos los
seres, todas las cosas,
-ríos,
estrellas y mariposas-,
oyen el himno
de mi alegría,
y hay más
perfumes, porque hay más rosas,
desde que
puedo llamarte mía...
Mi corazón se siente satisfecho
Mi
corazón se siente satisfecho
de haberte
amado y nunca poseído:
así tu amor
se salva del olvido
igual que
mi ternura del despecho.
Jamás
te vi desnuda sobre el lecho,
ni oí tu
voz muriéndose en mi oído:
así ese bien
fugaz no ha convertido
un ancho
amor en un placer estrecho.
Cuanto
el deleite suma a lo vivido
acrecentado
se lo resta el pecho,
pues la ilusión
se va por el sentido.
Y,
en ese hacer y deshacer lo hecho,
sólo un amor
se salva del olvido,
y es el amor
que queda insatisfecho.
Nocturno IV
Así
estás todavía de pie bajo la lluvia,
bajo la clara
lluvia de una noche de invierno.
De pie bajo
la lluvia me llega tu sonrisa,
de pie bajo
la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Siempre he
de recordarte de pie bajo la lluvia,
con un polvo
de estrellas muriendo en tus cabellos
y tu voz
que nacía del fondo de tus ojos
y tus manos
cansadas que se iban en el viento
y aquel cielo
de plomo y el rumor de los árboles
y la hoja
aquella que te cayó en el seno
y el rocío
nocturno dormido en tus pestañas
y engarzando
diamantes en tu vestido negro.
Así
estás todavía lejanamente cerca
desde tu
lejanía de sombra y de silencio.
Mi corazón
te llama de pie bajo la lluvia,
de pie bajo
la lluvia te acercas en el sueño.
La vida es
tan pequeña que cabe en una noche.
Quizás fue
que en la sombra me encontré con tu beso
y por eso
me envuelve, de pie bajo la lluvia,
el sabor
de tu boca y el olor de tu cuerpo.
Si,
me has dejado triste porque pienso que acaso
ya no estarás
conmigo cuando llueva de nuevo.
Y no he de
verte entonces de pie bajo la lluvia
con las manos
temblando de frío y de deseo.
Pero aunque
habrá otras noches cargadas de perfumes
y otras mujeres,
y otras, a lo largo del tiempo,
siempre he
de recordarte de pie bajo la lluvia,
bajo la lluvia
clara de una noche de invierno...
Nocturno VII
Ahora
que te fuiste te diré que te quiero,
ahora que
no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás
tu vida y olvidarás primero
y yo aquí,
recordándote a la orilla del mar...
Hay
un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y un amor
tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella
noche no quise retenerte
y ahora estoy
recordándote a la orilla del mar...
Tú
que nunca supiste lo que yo te quería
quizás entre
otros brazos lograrás olvidar.
Tal ves mires
a otro, igual que a mí aquel día
y yo aquí
recordándote a la orilla del mar...
El
rumor de mi sangre va cantando tu nombre,
y el viento
de la noche lo repite al pasar.
Quizás en
este instante tú besas a otro hombre
y yo seguiré
recordándote a la orilla del mar.
Nocturno VIII
Aquí,
solo en la noche, ya es posible la muerte.
Morir es
poca cosa si tu amor está lejos.
Puedo
cerrar los ojos y apagar las estrellas.
Puedo cerrar
los ojos y pensar que ya he muerto.
Puedo
matar tu nombre pensando que no existes.
Ahora, solo
en la noche, sé que todo lo puedo.
Puedo
extender los brazos y morir en la sombra,
y sentir
el tamaño del mundo en mi silencio.
Puedo
cruzar los brazos mirándote desnuda,
y navegar
por ríos que nacen en tu sueño.
Sé
que todo lo puedo porque la noche es mía,
la gran noche
que tiembla de un extraño deseo.
Sé
que todo lo puedo, porque puedo olvidarte:
Sí. En esta
sombra, solo, sé que todo lo puedo.
Y
ya ves: me contento con cerrar bien los ojos
y apagar
las estrellas y pensar que me he muerto.
No era amor
No
era amor. Fue otra cosa
Pero según
murmuran en la ciudad aquella,
yo cometí
el delito de inventarte una estrella,
y fue tuyo
el pecado de ofrecerme una rosa.
No
era amor, no era eso
que se enciende
en la sangre como una llamarada;
Era mirar
tus ojos y no decirte nada
o acercarme
a tu boca sin codiciar un beso.
Tarde
para mi hastío,
tarde para
tu angustia de mariposa en vano,
era como
dos ciegos que se daban la mano,
como dos
niños pobres, tu corazón y el mío.
Nada
más. Ni siquiera
suspirar
en la lluvia de una tarde vacía,
No era amor,
fue otra cosa. No sé lo que sería
Yo sé que
es triste que nadie lo creyera.
Oasis
Así
como un verdor en el desierto,
con sombra
de palmeras y agua caritativa,
quizás sea
tu amor lo que me sobreviva,
viviendo
en un poema después que yo haya muerto.
En ese canto,
cada vez más mío,
voces indiferentes
repetirán mi pena,
y tú has
de ser entonces como un rastro en la arena,
casi como
una nube que pasas sobre un río...
Tú serás para todos
una desconocida,
tú que nunca
sabrás cómo he sabido amarte;
y alguien,
tal vez, te buscará en mi arte,
y al no hallarte
en mi arte, te buscará en mi vida.
Pero
tú no estarás en las mujeres
que alegraron
un día mi tristeza de hombre:
Como oculté
mi amor sabré ocultar tu nombre,
y al decir
que te amo, nunca diré quién eres.
Y
dirán que era falsa mi pasión verdadera,
que fue sólo
un ensueño la mujer que amé tanto;
o dirán que
era otra la que canté en mi canto,
otra, que
nunca amé ni conocí siquiera
Y
así será mi gloria lo que fue mi castigo,
porque, como
un verdor en el desierto,
tu amor me
hará vivir después que yo haya muerto,
pero cuando
yo muera, ¡tú morirás conmigo!
Otoño y jardín
Señora:
Es el crepúsculo. No importa si un retoño
se ha abierto
en los rosales del jardín, todavía:
Ya ha llegado
el terrible crepúsculo de otoño,
que es decir
un crepúsculo que dura todo el día.
Señora:
Es el otoño... Vuestras últimas rosas
las está
deshojando no sé qué desaliento.
Y es que
existe un otoño para todas las cosas,
y el amor
y la vida se nos van en el viento.
Comprendedlo,
señora: Nada podrá el rocío,
ni siquiera
las lágrimas. Ya todo será en vano;
pues no hay
nada más triste que un retoño tardío,
y el amor
es un poco de ceniza en la mano...
Poema crepuscular
En
el recogimiento de la tarde que muere,
entre las
imprecisas brumas crepusculares,
cada jirón
de sombra cobra vida, y sugiere
vaporosas
siluetas familiares.
En
la brisa que pasa, parece que suspira
la virgen
de ojos claros que aún sueña en mi regreso;
el rumor
de las frondas abre el ala de un beso,
y desde aquella
estrella, alguien me mira…
Allá,
entre la alameda, se perfila la sombra
grácil de
la mujer que amé más en la vida,
y en la voz
de la fuente vibra una voz querida,
que en su
canción de oro y cristal me nombra…
Todo
canta, a esa hora, la canción olvidada;
todo sueña
el ensueño que quedó trunco un día,
y verdece
de nuevo la ilusión agostada,
ebria de
fe, de ardor y de armonía…
Y
entre la sutil bruma de prestigios de incienso
que exalta
mis recuerdos y mi melancolía,
en la paz
de este parque abandonado, pienso
en la mujer
que nunca será mía…
Poema de la culpa
Yo
la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala
Señor, porque la culpa es mía.
Después de
haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa
la culpa, pues no importa el castigo.
Fue
un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios
están dulces por ese amor amargo.
Ella fue
como un agua callada que corría...
Si es culpa
tener sed, toda la culpa es mía.
Perdónala
Señor, tú que le diste a ella
su frescura
de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era
transparente como un vaso vacío:
yo lo llené
de amor. Todo el pecado es mío.
Pero,
¿cómo no amarla, si tú hiciste que fuera
turbadora
y fragante como la primavera?
¿Cómo no
haberla amado, si era como el rocío
sobre la
yerba seca y ávida del estío?
Traté
de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco
que intenta rechazar la simiente.
Era de otro.
Era de otro que no la merecía,
y por eso,
en sus brazos, seguía siendo mía.
Era de otro, Señor,
pero hay cosas sin dueño:
las rosas
y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me
dio su amor como se da una rosa
como quien
lo da todo, dando tan poca cosa...
Una
embriaguez extraña nos venció poco a poco:
ella no fue
culpable, Señor... ni yo tampoco
La culpa
es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste
los ojos para mirarla a ella.
Sí,
nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa
de un río cuando corre hacia el mar.
Es tan bella,
Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería
pecado mayor si no la amara.
Y por eso, perdóname,
Señor, porque es tan bella,
que tú, que
hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes
el lamento de este dolor sin nombre,
tú también
la amarías, ¡si pudieras ser hombre!
Poema de la desposada
Buena
suerte muchacha. Lucirás muy bonita,
con el velo
de novia y el ramo de azahar,
pero sin
el sonrojo de tu primera cita,
sino pálida
y seria delante del altar.
Pronto
será la boda. Pero acaso un despecho,
amargará
las noches de tu luna de miel,
si al abrir
una puerta reconoces un lecho,
o al cruzar
un pasillo recuerdas otro hotel.
Sin
embargo, muchacha, cuando termines el viaje,
ya serás
la señora de no sé qué señor,
aunque tal
vez descubras, al abrir tu equipaje,
que en la
prisa -¡qué pena!- se te olvidó el amor.
Poema de la duda
Nuestro
amor ya es inútil como un mástil sin lona,
como un cause
sin agua, como un arco sin flecha,
pues, lo
que enciende un beso lo apaga una sospecha
y en amor
es culpable el que perdona.
Ya
es sombra para siempre lo que miró la duda
con su mirada
amarga como una fruta verde;
y el alma
está perdida cuando pierde
el supremo
pudor de estar desnuda.
Así
frente a la noche te he de tender la mano
con un gesto
cordial de despedida
y tú no sabrás
nunca lo que pesa en mi vida
la angustia
irremediable de haberte amado en vano.
Poema de la espera
Yo
sé que tú eres de otro y a pesar de eso espero.
Y espero
sonriente porque yo sé que un día
como en amor,
el último vale más que el primero
tu tendrás
que ser mía.
Yo
sé que tú eres de otro pero eso no me importa.
Porque nada
es de nadie si hay alguien que lo ansía.
Y mi amor
es tan largo y la vida es tan corta
que tendrás
que ser mía.
Yo
sé que tú eres de otro pero la sed se sacia
solamente
en el fondo de la copa vacía.
Y como la
paciencia puede más que la audacia
tú tendrás
que ser mía.
Por
eso en lo profundo de mis sueños despiertos
yo seguiré
esperando porque sé que algún día
buscarás
el refugio de mis brazos abiertos
y tendrás
que ser mía.
Poema del amor ajeno
Puedes
irte y no importa, pues te quedas conmigo
como queda
un perfume donde había una flor.
Tú sabes
que te quiero, pero no te lo digo;
y yo sé que
eres mía, sin ser mío tu amor.
La
vida nos acerca y la vez nos separa,
como el día
y la noche en el amanecer...
Mi corazón
sediento ansía tu agua clara,
pero es un
agua ajena que no debo beber...
Por
eso puedes irte, porque, aunque no te sigo,
nunca te
vas del todo, como una cicatriz;
y mi alma
es como un surco cuando se corta el trigo,
pues al perder
la espiga retiene la raíz.
Tu
amor es como un río, que parece más hondo,
inexplicablemente,
cuando el agua se va.
Y yo estoy
en la orilla, pero mirando al fondo,
pues tu amor
y la muerte tienen un más allá.
Para
un deseo así, toda la vida es poca;
toda la vida
es poca para un ensueño así...
Pensando
en ti, esta noche, yo besaré otra boca;
y tú estarás
con otro... ¡pero pensando en mí!
Poema del amor imposible
Esta
noche pasaste por mi camino
y me tembló
en el alma no sé qué afán
pero yo estoy
consciente de mi destino
que es mirarte
de lejos y nada más.
No,
tú nunca dijiste que hay primavera
en las rosas
ocultas de tu rosal.
Ni yo debo
mirarte de otra manera
que mirarte
de lejos y nada más.
Y
así pasas a veces tranquila y bella,
así como
esta noche te vi pasar.
Más yo debo
mirarte como una estrella
que se mira
de lejos y nada más.
Y
así pasan las rosas de cada día
dejando las
raíces que no se van.
Y yo con
mi secreta melancolía
de mirarte
de lejos y nada más.
Y
así seguirás siempre, siempre prohibida,
más allá
de la muerte, si hay más allá.
Porque en
esa vida, si hay otra vida,
te miraré
de lejos y nada más...
Poema del amor pequeño
Fue
breve aquella noche. Fue breve, pero bella.
Poca cosa
es el tiempo, que es también poca cosa,
porque nadie
ha sabido lo que dura una estrella
aunque todos
sepamos lo que dura una cosa.
Nuestro
amor de una noche fue un gran amor pequeño
que rodó
por la sombra como un dado sin suerte,
pero nadie
ha sabido lo que dura un ensueño
aunque todos
sepamos lo que dura la muerte.
Una
noche es eterna para el que no la olvida,
y el tiempo
nada importa para el sueño y la flor,
y, como nadie
sabe lo que dura la vida,
nadie sabe
tampoco lo que dura el amor.
Poema de las cosas
Quizás
estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que
alguien te llama sin que tu sepas quién
y aprenderás
entonces, que hay cosas como el viento
que existen
ciertamente, pero que no se ven...
Y
también es posible que una tarde de hastío
como florece
un surco, te renazca un afán
y aprenderás
entonces que hay cosas como el río
que se están
yendo siempre, pero que no se van...
O
al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará
una pena que no tuviste ayer
y aprenderás
entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que
nunca han sido, pero que pueden ser...
Por
más que tu prefieras ignorar estas cosas
sabrás por
qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás
entonces que hay cosas como rosas,
cosas que
son hermosas, sin saber que lo son...
Y
una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo
de ceniza regará tu jardín
y aprenderás
entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas
cosas que nunca tienen fin.
Poema del desencanto
Y
comenzamos juntos un viaje hacia la aurora
como dos
fugitivos de la misma condena.
Lo que ignoraba
entonces no he de callarlo ahora:
No valías
la pena.
Ya
llegaba el otoño, y ardía el mediodía.
Sentí sed.
Vi tu copa. Pensé que estaba llena,
pero acerqué
mis labios y la encontré vacía.
No valías
la pena.
Te
di a guardar un sueño, pero tú lo perdiste,
o acaso abrí
mis surcos en la llanura ajena.
Es triste,
pero es cierto. Por ser tan cierto, es triste:
No valías
la pena.
Fuiste
el amor furtivo que va de lecho en lecho,
y el eslabón
amable que es más que una cadena.
Pero hoy
puedo decirte, sin rencor ni despecho:
No valías
la pena.
Me
alegré con tu risa; me apené con tu llanto,
sin pensar
que eras mala ni creer que eras buena.
Te canté
en mis canciones, y, a pesar de mi canto,
no valías
la pena.
Me
queda el desencanto del que enturbió una fuente,
o acaso el
desaliento del que sembró en la arena.
Pero yo no
te culpo. Te digo, simplemente:
No valías
la pena.
Poema del domingo triste
Este
domingo triste pienso en ti dulcemente
y mi vieja
mentira de olvido ya no miente.
La soledad
a veces es peor castigo,
ah, ¡pero
qué alegre todo si estuvieras conmigo!
Entonces
no querría mirar las nubes grises
formando
extraños mapas de imposibles países
y el monótono
ruido del agua no sería
el motivo
secreto de mi melancolía.
Este
domingo triste nace de algo que es mío,
que quizás
es tu ausencia y quizás es mi hastío,
mientras
corren las aguas por la calle en declive
y el corazón
se muere de un ensueño que vive.
La
tarde pide un poco de sol, como un mendigo,
y acaso hubiera
sol si estuvieras conmigo,
y tendría
la tarde, fragantemente muda,
el ingenuo
impudor de una niña desnuda.
Si
estuvieras conmigo, amor que no volviste.
Oh, ¡qué
alegre me sería este domingo triste!
Poema del espejo
Déjame
ser tu espejo, supliqué aquel día,
recuerdo
que tu mano se estremeció en la mía.
Yo que envidio
tu espejo, quiero saber que siente
al copiar
en la alcoba tu cuerpo adolescente.
Detrás
de los almendros, casi como del fondo
del mar,
surgió la luna, con su espejo redondo.
Te vi de
pie en la sombra, junto al lecho vacío
se oyó un
rumor de sedas, como el rumor de un río.
Y
yo, como el espejo de aquella alcoba oscura,
yo, allí
solo contigo, reflejé tu hermosura.
Fue un instante,
en la sombra. No sé bien todavía
si eras tú,
si fue un sueño, o una flor que se abría.
Muchacha
de la noche de un día diferente,
yo no envidio
a tu espejo, ya sé que nada siente,
Ya sé que
te duplica sin comprender siquiera
que eres
mujer, y hermosa como la primavera,
Pues
si lo comprendiera saltaría en pedazos
por el ansia
imposible de tenderte los brazos.
Poema del éxtasis
No...
nunca fue mi mano más lenta que en la hora
secretamente
mía de aquella noche aquella.
fue así como
una nube cuando oculta una estrella
O así como
una estrella que se pierde en la aurora.
Nunca
tuvo mi mano más quietud impaciente,
semejante
a la mano de un ladrón inexperto.
Porque fue
como un buque que oscilara en el puerto
con el ansia
inconforme de zarpar de repente.
Si,
aquella noche... noche para soñar en vano
o encender
una estrella... O apagar una duda.
Surgió bajo
mi mano tu belleza desnuda
como si tu
belleza surgiera de mi mano.
Ni
una sola palabra de temor o reproche
abrevió el
retardado placer del desenlace.
Como crece
un jacinto frente al alba que nace
o como nace
el alba del fondo de la noche.
No...
nunca fue una mano más lenta ni más leve
que mi mano
de amante con su gesto de amigo.
Eras como
la nieve cayendo sobre el trigo
o un trigo
milagroso brotando de la nieve.
Y
tu estabas inmóvil bajo la selva rosa
como una
flor fantástica que se abriera en el lecho.
Mientras
mi mano lenta descubría en tu pecho
dos motivos
iguales para llamarte hermosa.
Pero
desde esa noche de calma y de tormenta
desorientadamente
vacilé en una duda.
Si cerraste
los ojos por no verte desnuda
o bien porque
mi mano fue demasiado lenta.
Poema del fracaso
Mi
corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy
lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar
un alma en un poema,
y que viviera
siempre... Pero no pudo ser.
Mi
corazón, un día, silenció su latido,
y en plena
lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar
un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando...
Pero no pudo ser.
Mi
corazón, un día, soñó un sueño sonoro,
en un fugaz
anhelo de gloria y de poder;
Subió la
escalinata de un palacio de oro
y quiso abrir
las puertas... Pero no pudo ser.
Mi
corazón, un día, se convirtió en hoguera,
por vivir
plenamente la fiebre del placer;
Ansiaba el
goce nuevo de una emoción cualquiera,
un goce para
él solo... Pero no pudo ser.
Y
hoy llegas tú a mi vida, con tu sonrisa clara,
con tu sonrisa
clara, que es un amanecer;
y ante el
sueño más dulce que nunca antes soñara,
quiero vivir
mi sueño... Pero no puede ser.
Y
he de decirte adiós para siempre, querida,
sabiendo
que te alejas para nunca volver,
Quisiera
retenerte para toda la vida...
¡Pero no
puede ser! ¡Pero no puede ser!
Poema del olvido
Viendo
pasar las nubes fue pasando la vida,
y tú, como
una nube, pasaste por mi hastío.
Y se unieron
entonces tu corazón y el mío,
como se van
uniendo los bordes de una herida.
Los
últimos ensueños y las primeras canas
entristecen
de sombra todas las cosas bellas;
y hoy tu
vida y mi vida son como las estrellas,
pues pueden
verse juntas, estando tan lejanas...
Yo
bien sé que el olvido, como una agua maldita,
nos da una
sed mas honda que la sed que nos quita,
pero estoy
tan seguro de poder olvidar...
Y
miraré las nubes sin pensar que te quiero,
con el hábito
sordo de un viejo marinero
que aun siente,
en tierra firme, la ondulación del mar.
Poema del poema
Quizás
pases con otro que te diga al oído
esas frases
que nadie como yo te dirá;
y, ahogando
para siempre mi amor inadvertido
¡te amaré
más que nunca....y jamás lo sabrás!
La
desolada estrofa, como si fuera un ala,
voló sobre
el silencio... Y tú estabas allí:
Allí en el
más oscuro rincón de aquella sala,
estabas tú,
escuchando mis versos para ti.
Y
tú, la inaccesible mujer de ese poema
que ofrece
su perfume pero oculta su flor,
quizás supiste
entonces la amargura suprema
Y
tú, que nada sabes, que tal vez ni recuerdes
aquellos
versos tristes y amargos como el mar,
cerraste
en un suspiro tus grandes ojos verdes,
los grandes
ojos verdes que nunca he de olvidar.
Después,
se irguió tu cuerpo como una primavera,
mujer hoy
y mañana distante como ayer...
vi que te
alejabas sin sospechar siquiera
¡que yo soy
aquel hombre...y tú aquella mujer!
Poema del regreso
Vengo
del fondo oscuro de una noche implacable,
y contemplo
los astros con un gesto de asombro.
Al llegar
a tu puerta me confieso culpable,
y una paloma
blanca se me posa en el hombro.
Mi
corazón humilde se detiene en tu puerta
con la mano
extendida como un viejo mendigo;
y tu perro
me ladra de alegría en la huerta,
porque, a
pesar de todo, sigue siendo mi amigo.
Al
fin creció el rosal aquel que no crecía
y ahora ofrece
sus rosas tras la verja de hierro:
Yo también
he cambiado mucho desde aquel día,
pues no tienen
estrellas las noches del destierro.
Quizás
tu alma está abierta tras la puerta cerrada;
pero al abrir
tu puerta, como se abre a un mendigo,
mírame dulcemente,
sin preguntarme nada,
y sabrás
que no he vuelto ... ¡porque estaba contigo!
Poema del renunciamiento
Pasarás
por mi vida sin saber que pasaste,
pasarás en
silencio por mi amor y al pasar
fingiré una
sonrisa como un dulce contraste
del dolor
de quererte... y jamás lo sabrás.
Soñaré
con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con
tus ojos de esmeraldas de mar,
soñaré con
tus labios desesperadamente,
soñaré con
tus besos... y jamás lo sabrás.
Quizás
pases con otro que te diga al oído
esas frases
que nadie como yo te dirá
y, ahogando
para siempre mi amor inadvertido,
te amaré
más que nunca... y jamás lo sabrás.
Yo
te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño
que nunca lograré realizar
y el lejano
perfume de mi amor imposible
rozará tus
cabellos... y jamás lo sabrás.
Y
si un día una lágrima denuncia mi tormento,
-- el tormento
infinito que te debo ocultar --
te diré sonriente:
"No es nada... ha sido el viento".
Me enjugaré
la lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
Poema del secreto
Puedo
tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver
el rostro para verte pasar.
Puedo apretar
mis labios un día y otro día...
y no puedo
olvidar.
Puedo
mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente,
sobre un tema vulgar,
puedo decir
tu nombre con voz indiferente...
y no puedo
olvidar.
Puedo
estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte
cien veces, así como al azar...
puedo verte
con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo
olvidar.
Ya
vez: Tú no sospechas este secreto amargo,
más amargo
y profundo que el secreto del mar...
porque puedo
dejarte de amar, y sin embargo...
¡no te puedo
olvidar!
Poema de una calle
Amo
esta calle, y amo sus tristes casas
en las que
se entristecen cumpleaños y bodas,
porque esta
calle triste, se alegra cuando pasas
tú, mujer
preferida entre todas.
Amo
esta calle acaso porque en ella subsiste
no sé qué
somnolencia de arrabal provinciano.
Pero a veces
la odio, porque aunque siempre es triste
me parece
más triste cuando te espero en vano.
Y
yo bien sé que esta calle nunca podrá ser bella
con sus fachadas
sucias y sus portales viejos.
Pero sé que
es distinta cuando pasas por ella
y te miro
pasar... desde lejos.
Por
eso amo esta calle de soledad y hastío
que ensancha
sus aceras para alejar las casas.
Mientras
te espera en vano mi corazón vacío,
¡que es una
calle triste por donde nunca pasas!