De
El carro de los mortales (1988):
PODER
Si
yo supiera, como sabe el agua,
discurrir y brillar entre guijarros
y ser espejo en la cerrada noche
y vastedad de cielo en una alberca;
si
yo aprendiera a ser como es el agua,
que se despeña y rompe y sigue siendo
la plenitud de su alma y de su carne,
el todo de su gesto y de su modo;
si
yo pudiera, como puede el agua,
derrotar, sin saberlo, la dureza
de un día sin amor que se le asome;
si
yo tuviera, como ella, el homenaje
de la sed que la piensa, del calor
que la ansía, del polvo que la teme...
MONSTRUARIO
1
La
culebra
Desde
la broza, la culebra
me clava su ojillo pausado.
Ahí
está, a un palmo de mi desvelo,
sin moverse,
lisa
y tensa en su designio
de entrarme por el pecho
y hacer de mi garganta
su
apretado nidal.
2
Perro
nocturno
Por
cuanto se pasa la noche
aullando al pie de mi lecho;
por
cuanto
espera que de mi boca salga
la mosca de un sueño
para
engullirla;
por tanto
me duermo apretando los dientes.
4
La
rata mojada
La
rata mojada revuelve
la inhóspita hojarasca.
En
mi jardín reverberan sus ojos:
una
estrella es comparable
en aridez y lejanía
a su cólera solitaria.
FANTASÍA
PARA GABRIELA
La
bola azul del mundo
es una bola azul de agua,
una bola azul de gases,
una bola azul de tierra.
Es una bola azul que gira
y matemáticamente se desplaza
sobre una incandescente
pista de cálculos.
Vista
desde el ojo de la Luna,
para esta bola azul turquesa
la eternidad no cuenta:
es un balón brillante
que gira y se desliza
sin complicaciones,
suave y silencioso
como un pompón de lana.
A su paso no se escuchan
canciones ni palabras;
cuando pasa no deja,
sobre los rieles del espacio,
residuos de banderas,
ni cifras,
ni dudas,
ni verdades,
ni miedos,
ni esperanzas,
ni el más pequeño atisbo de destino,
ni un recuerdo,
absolutamente nada.
Desde el ojo de la Luna
la bola azul del mundo
es una cosa que pasa.
Pero en ella somos, Gabriela,
el envés del infinito,
la negación del silencio,
el reverso de la nada.
CANCIÓN
DE LA RAMA ESCONDIDA
A
Claudia y a mí nos dijeron en Yásnaia Poliana que el maestro Liev
Nikoláievich Tolstoi afirmaba, a quien quisiera oírlo, que en
el bosque de su finca se ocultaba la rama siempre verde de la
felicidad. Es sabido que él nunca deseó vivir fuera de allí.
En
el nevado bosque
de Yásnaia Poliana
una rama escondida
conserva su verdor.
Al
pie de un manzanero,
bajo una piedra oscura,
o en la raíz de un olmo,
se oculta su temblor.
El
cielo, todo estaño,
la tierra, toda espuma,
la luz, toda ceniza,
encubren su esplendor.
Vayamos,
Claudia, al bosque
de Yásnaia Poliana
y, como tantos otros,
busquemos con fervor.
Sin
descanso busquemos
esa rama escondida
-aunque, quizás, hallarla
no sea lo mejor.
(Moscú, 1984)
XALAPA,
VERACRUZ
Esta
llovizna tenue, tan callada
que se parece al tiempo, que parece
un olvidado amor, una mirada,
un fresno solitario que se mece;
esta
llovizna omnipresente y fría,
que me toca la piel y ya decide
acostumbrarme a su melancolía,
acostumbrarme a lo que se despide;
este
cristal que a la penumbra entrega
la helada luz de su mirada ciega
y el extraño silencio de lo ausente;
esta
gris catedral en que me pierdo
un día no será sino el recuerdo
de haber estado solo, simplemente.
(Xalapa, México, 1981)
LA
GLORIA
La
gloria
no sé bien qué cosa es.
Creo
haberla visto unida a ciertos nombres
como una almeja cubierta por el limo.
Es
posible que la gloria sea
otro ardid para burlar el tiempo.
Confieso
que soy torpe en asuntos de gloria:
mis ojos se acercan demasiado al mundo
y no ven
líneas puras ni volúmenes lisos.
Mis
ojos
se aproximan con vehemencia y tocan
como dedos, raspan como uñas
y ven la lágrima que rueda con su inmenso fulgor,
el poro que palpita, la partícula de mugre
en el fondo del poro, el hilo de seda
con su inaudita apariencia de cabuya,
el pulido metal cruzado de arañazos...
Mis
ojos
son un par de melancólicos demonios obsesivos
que no quieren mezclarse con la fábula.
Mis ojos no sirven para ver
exactamente eso que se dice gloria.
ARTE
RUPESTRE
La
piedra es buen sitio para que el hombre viva.
El cuerpo y los trabajos del hombre
en la piedra de la caverna hallaron
perfil de eternidad.
En la piedra no cesa de volar el dardo que él dispara
ni se cansan sus piernas de cazador.
Y hay que ver que no se alejan jamás de su apetito
las bestias que lo tientan.
El
hombre de las cavernas comprendió temprano
que la muerte,
de algún modo,
en la piedra podía ser burlada,
y halló,
quién sabe cuándo, quién sabe cómo, quién sabe dónde,
en qué hierba fétida o en la entraña de qué oruga,
una tintura firme con que dejar sin muerte,
trazados en la piedra,
los gestos de su vida.
Así
fue siglos atrás,
cuando la guerra se hacía cuerpo a cuerpo con el oso
y el fuego era usado para alumbrar la cueva
y ahuyentar el frío y la serpiente.
Después
ha sido bien distinto.
¡Si sabremos que después sirvió la piedra
para fijar el fin!:
ya trazaron los gestos de mi muerte
en las quemadas piedras de Hiroshima.
(1985)
NOCHE
DE ABRIL
Te
me has ido mostrando
con lentitud de abismo.
(Ahora el viento se vuelve
y extiende sobre el mar
el rumor de la tierra.)
Hay
casas a tu espalda,
con voces y secretos
y ruido de vajillas,
y hay ventanas que rielan
en la cal de los muros
como luces de barcos.
Noche,
tú no te salvas:
emerges de un adiós
y te vas con nosotros
por entre los adioses
que traman el olvido.
UN
TREN ATRAVIESA LAS ESTEPAS DE LA MADRUGADA
No
parará,
no parará,
no parará este tren hasta llegar al día.
No parará
hasta las terminales del amanecer.
Con el estruendo de su prisa invade
los túneles dormidos,
desgarra los andenes desolados,
estremece los pasos a nivel.
No parará,
no parará.
Sus ruedas,
violentas y seguras,
isócronas y tercas,
golpean hasta el alma
las vías que se juntan y se apartan,
las vías que se apartan y se juntan
en una sola flecha rauda.
No parará,
no parará,
no parará esta cólera de lámparas
que cruza entre rebaños de vapores
por las estepas de la madrugada.
No parará,
no parará ni aunque los negros puentes
chillen en sus herrumbres,
crujan en sus pilastras.
No parará,
no parará.
Contra la noche y la ventisca avanza.
Viene de lejos con su faro insomne,
evaporándose en las distancias,
reapareciendo en las soledades.
No parará,
no parará,
no parará.
Abandonó crepúsculos y ríos
tras los semáforos de las fronteras
y dejó atrás pañuelos blancos
entre amarillas novias muertas.
No parará en brumosos caseríos
ni en estaciones perdidas.
No parará,
no parará,
no parará este tren hasta llegar al día.
EXAMEN
DE CONCIENCIA
Señor,
tú eres una mentira piadosa.
Diseñé
para ti las potestades
y te hice un cuerpo de materias leves
-harina cernida, licor de uvas.
A la
hora de padecer o desear
te he llamado entre sollozos a sentarte a mi lado
y he abusado de ese Amor con que fragüé
tu espacioso corazón.
Y a la hora de la muerte
-para ella especialmente fuiste hecho-
he implorado la eternidad de tus olvidos,
que son tu piedad,
y he pedido una parcela en el distrito melodioso
que para ti fundé
con frescura de huerto y mullidas negligencias
más allá de todo,
más acá de nada,
una noche en que estuve a solas con mi noche.
Señor,
fue de angustia y desespero
el instante en que eché al aire
tus alas invisibles:
en ellas convoqué la ligereza
para mi carga de temores.
Pero después de todo lo vivido,
te confieso, Señor,
que aún amo la quimera en que tracé tu realidad,
mas no la realidad que en la vigilia te impuse.
[Señales
de vida (1968-1998)]
[De Vivir es eso (1968)]
[De Mientras traza su curva el
pez de fuego (1984)] [De El carro de los mortales
(1988) ]
[De Memorias para el invierno
(1995)] [De Paso a nivel
(inédito, 1998)]
|