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Verónica Vergara
¿A DÓNDE FUE?
Por Jorge Marchant Lazcano
Voy a intentar evocar a Verónica sin remitirme a ningún archivo, o
fecha, o dato específico, sino apenas al recuerdo, al lejano recuer-
do, a una historia que sucedió hace tanto tiempo y que parecimos
no haberla vivido, porque la vida tuvo tantos giros, algunos nobles,
otros más perversos, más para el que recuerda que para la recorda-
da, quien desapareció de un día para otro en la década del setenta
del siglo pasado y quedó para siempre como una jovencita atolon-
drada que iba en su pequeño coche a darle de mamar a su segundo
hijo, recién nacido, cuando sucedió aquello.
Habíamos entrado a la Escuela de Periodismo de la Universidad de
Chile con el advenimiento de la Unidad Popular. Verónica venía de
Talca, de una familia de dentistas, con varias hijas criadas en una
semi solvencia provinciana, candorosa y reprimida, que después le
cobraría la cuenta.
Era un espíritu libre en todo sentido. Siempre lo he dicho. No hici-
mos más que entrar a la politizada Escuela de Periodismo en una
época vibrante y aguerrida para que nos dieran vuelta en el más
amplio sentido de la palabra. Estábamos ingresando a la vida adul-
ta en el mejor de los tiempos, cuando aún era posible creer en las
utopías y Chile podía salir de la miserable condición en que había
estado sometido por toda su historia anterior. Vivimos esos tres
años de euforia juvenil creyendo que el futuro sería muy luminoso
en un sentido colectivo. Aun así nos preparamos individualmente
con maestros que nos abrían los ojos al mundo de la literatura y
de la cultura, como Alfonso Calderón o Luis Domínguez. Leíamos
con entusiasmo a los nuevos escritores latinoamericanos, redes-
cubríamos a maestros norteamericanos como Scott Fitzgerald o a
franceses como Raymond Radiguett. El cine nos permitía conocer
otros mundos, incluso sociedades tan distintas como las socialis-
tas, una vez que la industria norteamericana bloqueó su envío de
estrenos para acelerar la caída de Allende.
Todo eso lo plasmamos en un primer ejercicio de periodismo, una
revistita supuestamente cultural hecha a mimeógrafo que se llamó
Kutral
y en la cual hasta Nemesio Antúnez nos colaboró.
Cómo Verónica iba apurada por la vida, tal vez presintiendo que
esta sería corta en exceso, se enamoró impulsivamente y en los al-
Verónica iba apurada por la vida, tal vez
presintiendo que sería corta.