UNIVERSIDAD DE CHILE
7
Hoy día el Estado no es capaz de hacerse cargo, de manera
igualitaria y equitativa, de la educación. Y hemos visto casos
en los que tampoco se ha hecho cargo de niños y niñas na-
cidas con enfermedades crónicas leves o graves, siendo las
familias y en muchos casos sólo las madres las que deben
lidiar con este tipo de condiciones. Entonces lo que tenemos
no es sólo una petición en nombre de la naturaleza de bue-
nas intenciones, sino que el descaro de seguir sometiendo a
las mujeres a los espacios domésticos, y que por el hecho de
ser mujer, entreguen su vida al cuidado de terceros. Es así
como comúnmente vemos que lo hacen las hermanas con el
cuidado de padres enfermos, sólo porque son las mujeres
de la familia, ahorrando recursos al Estado en términos de
salud pública.
También somos buenas para el Estado cuando tenemos que
trabajar por sueldos inferiores a los de nuestros pares, aun-
que incluso tengamos más labores que desempeñar; pero al
parecer, en lo que no estamos calificadas es para decidir so-
bre nuestros cuerpos y nuestros roles.
DEMOCRACIA Y PATRIARCADO
Aquí es interesante lo que se produce en torno al concepto
de “democracia”. Se supone que estamos en un país que ya
ha terminado su larga y dolorosa etapa de transición política,
sin embargo, la democracia, o está en deuda con las muje-
res, o simplemente está operando como la forma para evitar,
con argumentos de libertad, que opiniones divergentes sean
expuestas y vistas como anormales, inconstitucionales y
contrarias a toda ley natural.
Esto sorprende, puesto que la democracia parece ser el blin-
daje perfecto para las conductas patriarcales y misóginas
que resguardan el interés de unos pocos en desmedro de una
mayoría, y en este caso, de las mujeres, quienes son las que
deben hacerse cargo de la crianza en un 100 por ciento de
los niños, pero lamentablemente no pueden decidir si efecti-
vamente eso era lo que deseaban.
Esto puede deberse a distintas situaciones, como por ejemplo
la imposición desde la infancia a dedicarse a otros o porque la
sociedad en su conjunto lleva a las mujeres a la maternidad.
¿Qué es eso sino más que la representación vívida del patriar-
cado que termina en argumentos de misoginia, pero que se
naturalizan bajo el manto de la ética médica?
Es difícil que quienes legislen comprendan algo sobre la ma-
ternidad cuando no es buscada o planificada, ya que mientras
no tengan que pasar por las mismas condiciones que el 80
por ciento del país, difícilmente podrían optar por una posición
que desconocen y que, de conocer, se les tornaría incómoda,
como es un embarazo infantil derivado de violación, teniendo
además que cargar con un embarazo que no se decidió, que no
se entiende y donde finalmente lo único que queda es hacerse
cargo y responsable por el hijo o hija que nacerá.
Es en este sentido que el Estado y el gobierno de turno se
desentienden. No se considera ese embarazo como una car-
ga, sino que como todo lo contrario, el milagro de la vida.
Además se debe sumar el hecho de que el rol de madre eleva
el estatus de esa mujer, dejando de ser una niña ante los
ojos de la sociedad. Sin embargo, el debate se dio por una
razón que escapa a cualquier argumento que vaya en pos del
beneficio de las mujeres: lamentablemente fue por motivos
políticos partidistas. Si se revisa la prensa de ese momento
es difícil, por no decir imposible, encontrar declaraciones de
parlamentarios enfocadas a la problemática que viven las
mujeres. Se puede comprobar entonces que en todas las de-
claraciones se hace referencia a lo que dijo el diputado o
Desde que el patriarcado y el capitalismo irrumpieron en
nuestras vidas, siempre ha existido alguien que decide por
nosotras. Por lo general, ese alguien es un hombre.