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UNIVERSIDAD DE CHILE

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Hoy día el Estado no es capaz de hacerse cargo, de manera

igualitaria y equitativa, de la educación. Y hemos visto casos

en los que tampoco se ha hecho cargo de niños y niñas na-

cidas con enfermedades crónicas leves o graves, siendo las

familias y en muchos casos sólo las madres las que deben

lidiar con este tipo de condiciones. Entonces lo que tenemos

no es sólo una petición en nombre de la naturaleza de bue-

nas intenciones, sino que el descaro de seguir sometiendo a

las mujeres a los espacios domésticos, y que por el hecho de

ser mujer, entreguen su vida al cuidado de terceros. Es así

como comúnmente vemos que lo hacen las hermanas con el

cuidado de padres enfermos, sólo porque son las mujeres

de la familia, ahorrando recursos al Estado en términos de

salud pública.

También somos buenas para el Estado cuando tenemos que

trabajar por sueldos inferiores a los de nuestros pares, aun-

que incluso tengamos más labores que desempeñar; pero al

parecer, en lo que no estamos calificadas es para decidir so-

bre nuestros cuerpos y nuestros roles.

DEMOCRACIA Y PATRIARCADO

Aquí es interesante lo que se produce en torno al concepto

de “democracia”. Se supone que estamos en un país que ya

ha terminado su larga y dolorosa etapa de transición política,

sin embargo, la democracia, o está en deuda con las muje-

res, o simplemente está operando como la forma para evitar,

con argumentos de libertad, que opiniones divergentes sean

expuestas y vistas como anormales, inconstitucionales y

contrarias a toda ley natural.

Esto sorprende, puesto que la democracia parece ser el blin-

daje perfecto para las conductas patriarcales y misóginas

que resguardan el interés de unos pocos en desmedro de una

mayoría, y en este caso, de las mujeres, quienes son las que

deben hacerse cargo de la crianza en un 100 por ciento de

los niños, pero lamentablemente no pueden decidir si efecti-

vamente eso era lo que deseaban.

Esto puede deberse a distintas situaciones, como por ejemplo

la imposición desde la infancia a dedicarse a otros o porque la

sociedad en su conjunto lleva a las mujeres a la maternidad.

¿Qué es eso sino más que la representación vívida del patriar-

cado que termina en argumentos de misoginia, pero que se

naturalizan bajo el manto de la ética médica?

Es difícil que quienes legislen comprendan algo sobre la ma-

ternidad cuando no es buscada o planificada, ya que mientras

no tengan que pasar por las mismas condiciones que el 80

por ciento del país, difícilmente podrían optar por una posición

que desconocen y que, de conocer, se les tornaría incómoda,

como es un embarazo infantil derivado de violación, teniendo

además que cargar con un embarazo que no se decidió, que no

se entiende y donde finalmente lo único que queda es hacerse

cargo y responsable por el hijo o hija que nacerá.

Es en este sentido que el Estado y el gobierno de turno se

desentienden. No se considera ese embarazo como una car-

ga, sino que como todo lo contrario, el milagro de la vida.

Además se debe sumar el hecho de que el rol de madre eleva

el estatus de esa mujer, dejando de ser una niña ante los

ojos de la sociedad. Sin embargo, el debate se dio por una

razón que escapa a cualquier argumento que vaya en pos del

beneficio de las mujeres: lamentablemente fue por motivos

políticos partidistas. Si se revisa la prensa de ese momento

es difícil, por no decir imposible, encontrar declaraciones de

parlamentarios enfocadas a la problemática que viven las

mujeres. Se puede comprobar entonces que en todas las de-

claraciones se hace referencia a lo que dijo el diputado o

Desde que el patriarcado y el capitalismo irrumpieron en

nuestras vidas, siempre ha existido alguien que decide por

nosotras. Por lo general, ese alguien es un hombre.