UNIVERSIDAD DE CHILE
17
ABORTO EN CHILE:
ESE CUERPO “IDEOLÓGICAMENTE FALSO”
Kemy Oyarzún
Coordinadora del Magíster en Estudios de Género y Cultura mención Humanidades, Facultad de Filosofía y Humanidades.
E
l paisaje interdicto de nuestros cuerpos, sexos y géneros
se escurre en Chile tras la censura y la criminalización del
aborto. El vientre materno se convierte en una gigantogra-
fía ajena a nuestros cuerpos, a nuestros deseos, a nuestros
afectos. La maternidad obligatoria nos niega como sujetos,
como sujetos deseantes, como sujetos de derechos, como ciu-
dadanías deseantes. Entre la naturaleza y la cultura, el vientre
de las mujeres, órgano sin cuerpo, es directamente anexable a
la rentabilidad moral, a la represión, a la plusvalía.
Hoy ese órgano (útero reproductivo) nos enfrenta ante un
cuerpo ideológicamente falso: cuerpo supuestamente natu-
ral, naturalmente para otros, anexado a la Iglesia, al Estado
Punitivo, al Hipermercado. Nunca un cuerpo propio, para sí.
Tampoco un cuerpo para nosotras. La subjetividad de las
mujeres sólo pareciera encarnarse en ese cuerpo ideoló-
gicamente falso. La inquietud de sí, indispensable para las
autonomías y el ejercicio de la libertad, choca con el cuerpo
a partir del mito de esa ficción maternalista naturalizada.
Nuestras subjetividades colectivas, ejes de las prácticas
ciudadanas abiertas y transformadoras, se hallan coartadas
por la falta de un piso jurídico capaz de responder a nuestros
deseos y voluntades de decidir. Por eso, el aborto es hoy
en Chile esa frontera mínima entre lo natural y lo cultural,
entre las catástrofes corporales y los inmensos abismos de
las desigualdades, entre las sexualidades y el derecho, pero
también entre el goce y la criminalidad.
¿A nombre de qué intereses ha devenido la sexualidad de las
mujeres algo administrable, híper ideologizado y criminaliza-
ble? El aborto terapéutico existió en Chile entre 1931 y 1981.
Fue precisamente la Ley Merino la que en dictadura decretó
su prohibición en favor del proyecto natalista-familista de
“parir soldados para la patria”. Hoy, durante 25 años, año
tras año vemos que en democracia los derechos de la mujer
a decidir sobre su cuerpo se esfuman tras la defensa tras-
cendentalista de la vida del cigoto, nudo de proyecciones
biológico-religiosas, que no son nunca asumidas como tales.
Compra clandestina, el Misoprostol hoy. Pueden venderse
pastillas falsas, enuncia una entrevistada por Lieta Vivaldi.
“
Por no tener plata no pude acceder a la medicina privada
de cierta calidad. Es violento que por ser pobre uno vaya al
matadero
”, insiste la entrevistada.
La clandestinidad del aborto es maltrato y violencia de gé-
nero; es violencia institucionalizada, simbólica y material.
Si eres joven, mujer y pobre, en este estado de cosas se-
rás considerada un riesgo social. Nuda vida la de la joven a
quien se le asigna una sexualidad “meramente biológica” y
“natural”, “irresponsable” y “promiscua”, a expensas de la
subjetividad. Pura tecnología sexual. ¿Cómo se agigantó ese
órgano de las mujeres?
Canalizado en la antigüedad como contraceptivo, el siglo XIX
convirtió el aborto en dispositivo de control biopolítico, pa-
triarcal. Las plantas perdieron la batalla. También su presti-
gio. Los brebajes y las tecnologías abortivas fueron pasando
a la clandestinidad. La preocupación por la demografía ocul-
taba la codicia de multiplicar la mano de obra higiénica en el
conventillo urbano o en la industria minera, pero sobre una
“mano de obra barata”. Las mujeres más pobres estaban ahí
para reproducir la fuerza de trabajo al mínimo costo, el de su