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UNIVERSIDAD DE CHILE

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ABORTO EN CHILE:

ESE CUERPO “IDEOLÓGICAMENTE FALSO”

Kemy Oyarzún

Coordinadora del Magíster en Estudios de Género y Cultura mención Humanidades, Facultad de Filosofía y Humanidades.

E

l paisaje interdicto de nuestros cuerpos, sexos y géneros

se escurre en Chile tras la censura y la criminalización del

aborto. El vientre materno se convierte en una gigantogra-

fía ajena a nuestros cuerpos, a nuestros deseos, a nuestros

afectos. La maternidad obligatoria nos niega como sujetos,

como sujetos deseantes, como sujetos de derechos, como ciu-

dadanías deseantes. Entre la naturaleza y la cultura, el vientre

de las mujeres, órgano sin cuerpo, es directamente anexable a

la rentabilidad moral, a la represión, a la plusvalía.

Hoy ese órgano (útero reproductivo) nos enfrenta ante un

cuerpo ideológicamente falso: cuerpo supuestamente natu-

ral, naturalmente para otros, anexado a la Iglesia, al Estado

Punitivo, al Hipermercado. Nunca un cuerpo propio, para sí.

Tampoco un cuerpo para nosotras. La subjetividad de las

mujeres sólo pareciera encarnarse en ese cuerpo ideoló-

gicamente falso. La inquietud de sí, indispensable para las

autonomías y el ejercicio de la libertad, choca con el cuerpo

a partir del mito de esa ficción maternalista naturalizada.

Nuestras subjetividades colectivas, ejes de las prácticas

ciudadanas abiertas y transformadoras, se hallan coartadas

por la falta de un piso jurídico capaz de responder a nuestros

deseos y voluntades de decidir. Por eso, el aborto es hoy

en Chile esa frontera mínima entre lo natural y lo cultural,

entre las catástrofes corporales y los inmensos abismos de

las desigualdades, entre las sexualidades y el derecho, pero

también entre el goce y la criminalidad.

¿A nombre de qué intereses ha devenido la sexualidad de las

mujeres algo administrable, híper ideologizado y criminaliza-

ble? El aborto terapéutico existió en Chile entre 1931 y 1981.

Fue precisamente la Ley Merino la que en dictadura decretó

su prohibición en favor del proyecto natalista-familista de

“parir soldados para la patria”. Hoy, durante 25 años, año

tras año vemos que en democracia los derechos de la mujer

a decidir sobre su cuerpo se esfuman tras la defensa tras-

cendentalista de la vida del cigoto, nudo de proyecciones

biológico-religiosas, que no son nunca asumidas como tales.

Compra clandestina, el Misoprostol hoy. Pueden venderse

pastillas falsas, enuncia una entrevistada por Lieta Vivaldi.

Por no tener plata no pude acceder a la medicina privada

de cierta calidad. Es violento que por ser pobre uno vaya al

matadero

”, insiste la entrevistada.

La clandestinidad del aborto es maltrato y violencia de gé-

nero; es violencia institucionalizada, simbólica y material.

Si eres joven, mujer y pobre, en este estado de cosas se-

rás considerada un riesgo social. Nuda vida la de la joven a

quien se le asigna una sexualidad “meramente biológica” y

“natural”, “irresponsable” y “promiscua”, a expensas de la

subjetividad. Pura tecnología sexual. ¿Cómo se agigantó ese

órgano de las mujeres?

Canalizado en la antigüedad como contraceptivo, el siglo XIX

convirtió el aborto en dispositivo de control biopolítico, pa-

triarcal. Las plantas perdieron la batalla. También su presti-

gio. Los brebajes y las tecnologías abortivas fueron pasando

a la clandestinidad. La preocupación por la demografía ocul-

taba la codicia de multiplicar la mano de obra higiénica en el

conventillo urbano o en la industria minera, pero sobre una

“mano de obra barata”. Las mujeres más pobres estaban ahí

para reproducir la fuerza de trabajo al mínimo costo, el de su